LOS TOROS NO SON UNA PRIORIDAD
JUAN TORTOSA
Las corridas de toros pierden
aficionados al tiempo que aumenta la cifra de partidarios de su desaparición.
Los adversarios de la fiesta piensan que quienes todavía porfían por matar
toros en los ruedos ya están muertos y no lo saben. Muertos como toreros, claro
está.
Que en un momento como el que
estamos viviendo, con urgencias económicas y sanitarias de primer nivel aún sin
atender, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid se dediquen a anunciar
medidas de apoyo al mundo de la tauromaquia, no deja de ser un desafuero más
del dúo dinámico pepero que gobierna esas dos instituciones y un reconocimiento
explícito del pésimo futuro que le espera a los festejos taurinos.
Díaz Ayuso y Martínez
Almeida sellaron este viernes un
protocolo para recuperar la escuela taurina municipal a la que Manuela Carmena
retiró la subvención, con lo que consiguen prolongar la agonía de una actividad
cada vez más impopular argumentando que "los toros son un elemento que vertebra
la sociedad española", ahí queda eso.
¿A qué sociedad española se
estarán refiriendo Almeida y Ayuso? ¿Con qué protagonistas? ¿Con esa retahíla
de jóvenes matadores, la mayoría carne de invitados a los programas de Bertín
Osborne, firmes apoyos ellos de los
partidos de ultraderecha?
No solo se trata de Madrid; en
Andalucía, el pasado 8 de junio Juanma Moreno, presidente andaluz, se
comprometió a ayudar al sector "en todo lo que pueda", y para ello ha
decidido eliminar las tasas administrativas derivadas de la organización de los
festejos taurinos y reducir al cincuenta por ciento los gastos de seguros.
No dejan de ser manotazos en el
agua a la desesperada. Manotazos que nos cuestan dinero a todos. Ni la fiesta
goza del suficiente predicamento (en buena parte del país, ya no se celebra
ninguna corrida de toros), ni sus protagonistas tienen nada que ver con los
toreros de hace décadas. Nada que ver, por ejemplo, con aquel Ignacio Sánchez
Mejías cuya muerte inspiró uno de los poemas más conocidos de Federico García
Lorca; ni con Juan Belmonte, a quien Manuel Chaves Nogales dedicó su libro
"Juan Belmonte, matador de toros", una personalidad inquieta con
tantas ganas de aprender que viajaba con las maletas llenas de libros.
Hoy no sería explicable la
fascinación por la fiesta de los toros que al parecer sintieron novelistas como
Ernest Hemingway o cineastas como Orson Welles. No se atreverían, ¿o sí? Uno de los efectos de la modernización de
España, de habernos ido haciéndonos algo más civilizados con el paso del tiempo
(aunque en algunos casos habría matices) es que vamos dejando de ser
interesantes para extranjeros en busca de exotismos tercermundistas. Algo es
algo.
Por mucho que a intelectuales de
hoy y a algún cantante moderno que otro le guste ir a la plaza para ver a José
Tomás, por ejemplo, no me imagino yo a ningún torero de los de ahora poniendo
dinero como hizo Sánchez Mejías, que también era escritor, para organizar el
acto fundacional de la llamada "Generación del 27", una reunión que tuvo
lugar ese año del siglo pasado en el Ateneo de Sevilla como homenaje a Góngora
y a la que acudieron, entre otros, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Rafael Aberti
o Federico García Lorca.
Los tiempos han cambiado y esa
liturgia que rodeaba al mundo de los toros ha ido degenerando ¿Le dedicaría
Picasso, a día de hoy, tanta atención en su obra pictórica al fenómeno de la
tauromaquia? El retroceso de la fiesta, su impopularidad y su decadencia
parecen técnicamente imparables.
El asunto es complejo, aunque los
toreros actuales, al menos los que más gustan del protagonismo al margen de su
oficio, los que más salen en las revistas y en las teles, se están encargando
de simplificarlo, quizás sin ser demasiado conscientes de lo que hacen. Ellos
mismos se van a acabar cargando la fiesta por el mal estilo y la poca
inteligencia que demuestran al mezclar churras con merinas, protestar
creyéndose los reyes del mambo y significarse políticamente, en la mayoría de
los casos a favor de causas manifiestamente hostiles a políticas progresistas.
Llevan razón quienes se oponen a
la existencia de los espectáculos taurinos: los matadores de toros están más
muertos cada día que pasa. Como toreros, claro. Será lento, pero me temo que el
asunto tiene poca marcha atrás y "la fiesta" se irá extinguiendo
lentamente. Por mucho dinero que se empeñen en inyectarle políticos como Ayuso,
Almeida o Juanma Moreno.
J.T.
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