CANARIAS. MARCO SOCIAL Y ECONÓMICO
DE LA SOCIEDAD COLONIAL (I)
FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ
Ahora todo el mundo habla de la “nueva normalidad” como un horizonte de futuro cercano pero ¿cómo se ha instaurado la “normalidad” que hoy soportamos? ¿Puede tener continuidad? ¿Puede crearse una “nueva”, diferente? ¿Estamos en condiciones de abordarla y construirla?
Por mi parte estoy
intentando estudiar adonde nos ha llevado la “normalidad” colonial con su
sistema, desarrollado durante siglos, con Ciclos marcados por un cultivo
preferente, destinado a la exportación en un trabajo, aún a medias, que he titulado
“Apuntes para un cambio de ciclo forzoso” pero creo necesario, antes de seguir
con el análisis del Ciclo del Vino que ya he iniciado, poner de relieve algunas
particularidades de la colonización española en Canarias y la sociedad a la que
dio origen que pueden ayudar a entender
las situaciones posteriores y, a la postre, los orígenes de esta etapa actual
que, guste o no guste, está finalizando bajo la inesperada y despiadada férula
de la pandemia que nos azota: La de la explotación intensiva del suelo y las
condiciones climatológicas para lograr un desaforado desarrollo basado en el
tándem Turismo-Construcción que, como todos los “cultivos” anteriores, reportan pingües beneficios para una minoría,
fundamentalmente fuereña, pero sostenida y arropada en las mismas elites
criollas de las etapas anteriores. Habrá que revisar, por someramente que sea,
como se ha constituido esa clase dominante en este Archipiélago desde la
invasión europea, constituida por una burguesía dependiente y palanganera hacia
fuera, pero poderosa y prepotente en el interior, que pone su lucro particular
por encima de las necesidades y la realidad de esta expoliada patria canaria.
Las cuatro islas invadidas y conquistadas en régimen de “Señorío” –Fuerteventura, Lanzarote, Hierro y Gomera- permanecerán en ese duro y explotador régimen hasta bien entrado el XIX con la impuesta economía feudal, que no solo se apropiaba de la quinta parte de todo lo que en la isla pudiera producirse, sino que además no permitía ninguna expansión económica vinculada a un mercado interno prácticamente inexistente. El rastro de ese régimen señorial se arrastra en ellas hasta hoy, donde no se concibe el poder sin la presencia de los caciques de turno. Las tres restantes, por su diferente conquista y poblamiento van a tener diferencias en su desarrollo, empezando porque, al no tener desde inicio un “señor” único, van a originar una nueva clase, mezcla de neonobleza, terratenencia y burguesía comercial, mucho más amplia.
Desde que los reyes españoles, los muy
católicos Isabel y Fernando, ante la posibilidad de una ocupación portuguesa
que, terminada la “reconquista” de su territorio, había comenzado su expansión
colonial por África, compran a Diego de Herrera e Inés Peraza sus supuestos
derechos a la conquista de las tres islas independientes que quedaban Gran
Canaria, Palma y Tenerife. En esos momentos aún subsistía en España el reino
nazarí de Granada y a su conquista dirigían sus esfuerzos…y dineros. Se
encuentran entonces ante una campaña militar, alejada de la metrópoli europea,
que sabían iba a ser dura y costosa, y con un erario casi agotado, sin
capitales para emprender la empresa de la conquista y colonización subsiguiente
para la que los acuerdos firmados con los Herrera –Peraza dejaban a la corona
española con la obligación de la financiación de la misma.
En 1478, el mismo
año en que los monarcas españoles centralizan y controlan mediante bulas
papales el aparato de poder que significó la Inquisición, los llamados “tres
Juanes” inician en nombre de los reyes la ocupación de Gran Canaria. El capitán
Juan Rejón, el obispo Juan de Frías y el deán Juan Bermúdez emprenden la
empresa con dineros que la corona obtenía por varios medios. El más cuantioso,
contando con la autorización del Papa Sixto IV, eran las “Bulas de Cruzada” con
la predicación de “Indulgencias”. Lo recaudado de esa forma en el reino para el
supuesto fin de la evangelización de los infieles canarios va a ser la
contribución de los reyes al proceso de conquista de Canaria. Pedro de Setién,
comerciante burgalés, fue el primer “receptor” del dinero así obtenido,
sustituido más tarde por el genovés Francesco Pinelli (castellanizado Francisco
Pinelo) el que fuera también posteriormente patrocinador financiero del viaje
de Colón.
La intervención papal, a través del nuncio Francisco Ortiz, obligaba a usar el dinero obtenido para la conversión de los infieles y la construcción de conventos e iglesias, por lo que para su empleo en la empresa militar de la conquista hubo que nombrar a un tercero que se responsabilizara del uso “cristiano” del dinero así recaudado. Para ello se designó al obispo Juan de Frías que se convirtió, para garantizar la empresa, en acreedor de un préstamo como fianza de 720.000 maravedíes (casi 2.000 ducados de oro) con los receptores de la indulgencia. Para compensar el posible riesgo de pérdida de esa fianza se concedió a Frías derechos exclusivos sobre la preciada orchilla hasta que se finalizara la conquista de la Gran Canaria, además del excedente del botín de guerra obtenido, incluyendo los esclavos, una vez separado el quinto real y las deudas contraídas con los financiadores. Ese carácter “misional” es lo que explica que sea el pendón del deán Bermúdez, hombre de iglesia, el que tremolaba en el Real de Las Palmas el 29 de abril de 1483 que tanto gusta conmemorar al españolerismo canarión.
La conquista y
colonización de Canarias es la primera
empresa militar de conquista colonial que recurre a la financiación privada, lo
que la convierte en la primera guerra de expansión capitalista. Como con las
indulgencias no bastaba, para atraer capitales, la corona española acudió a los
“quintos” que podía proporcionar la propia empresa de conquista. La corona
española se apropiaba de esa forma de la quinta parte de todo el botín de
guerra, esclavos incluidos, que pudiera proporcionar la conquista del
territorio. Por eso, en lugar de dineros propios usaban la promesa de repartir
las tierras a ocupar y los quintos reales aún no obtenidos antes de conquistar
el territorio. Se trataba de auténticos contratos de “venta a futuro” como los
actuales, además con lo que los franceses llaman “Crédit Roll-On”, que permitía
modificar los plazos de vencimiento según la marcha de los acontecimientos. Así
comenzaron los préstamos. Uno de los primeros fue Juan de Lugo, primo de Alonso
de Lugo y emparentado con la poderosa familia genovesa de los Rivarolo
-originariamente Riparolio y castellanizado como Riberol- que también
financiaban la conquista. Juan de Lugo hizo un préstamo inicial de 286.000
maravedíes para armar las primeras flotas para ser abonados luego por los
tesoreros de las indulgencias que, nos dice la documentación y las
reclamaciones, que hasta 1487 estaba intentando cobrar. Se le compensó con
terrenos en la isla y una concesión de los derechos sobre la orchilla.
También, en gran
escala, participaron en el negocio un consorcio formado por Alonso de
Quintanilla con el obispo de Córdoba y con el provisor Juan de Ortega que sería
más tarde obispo de Almería. Los socios aportaron un préstamo de 802.000
maravedíes que luego se cobraron en tierras y en botín de guerra. Por otro lado
el tal Quintanilla, en 1480, firmó un acuerdo con Pedro Hernández Cabrón –de
ascendencia genovesa- contrato al que se invitó a colaborar a Pedro de Vera. A
la sociedad así formada aportaba Pedro Cabrón 600.000 maravedíes y Quintanilla
300.000 comprometiéndose a continuar la guerra en cualquier caso, financiando
todo lo tocante a hombres y naves durante diez años si fuera preciso. El
reembolso de estos “préstamos” reportó a los asociados tierras y participación
en los beneficios de la venta de esclavos, orchilla y participación en los
derechos del quinto real.
Algunos de los
invasores no fueron voluntariamente en busca de fama y fortuna, como los presos
de cárceles españolas a los que se reclutó para la Hermandad de Sevilla o
Fernán Peraza que, con 150 peones de a pie entre gomeros, naturales de las dos
islas mahoreras de señorío y españoles y 12 hombres a caballo, tuvieron que
participar como condena impuesta por los reyes por su participación en la
muerte en Gomera de Juan Rejón. Peraza formó equipo con Lugo en Agaete, pero el
grueso de los conquistadores eran aventureros
como el propio Lugo, dedicado a la milicia como segundón de su familia
de comerciantes andaluces de Sanlúcar, como lo eran sus parientes políticos
Jerónimo de Valdés y Andrés Suarez Gallinato y, junto a ellos, otros muchos que
harían luego también las campañas de Lugo en la conquista de La Palma y
Tenerife, como Hernando de Llerena, Lope de Salazar, Juan de Badajoz, Lope Hernández
de la Guerra, Ybone de Armas, hijo del rey de armas Pedro Negrín de origen
piamontés, Francisco de Albornoz, Pedro Mayor…cuya descendencia va a constituir
el núcleo de esa “nobleza” isleña naciente poseedora de tierras y aguas.
Vale como ejemplo
ilustrativo Hernando del Hoyo Solórzano, un sirviente de cámara del rey
Fernando que tomó parte activa en la guerra de Granada y en la conquista de La
Palma y Tenerife. Su ascenso social se certifica en Sevilla a 19 de mayo de
1500 por el escribano Pedro de Toledo que testimonia, tras relatar el día que
se tomó la Alhambra y Granada “…todo lo
dicho passó en presencia de mi el escribano e notario público e de los testigos
de susso escritos, parecía ende presente ante el Rey Nuestro Señor, Hernando
del Hoyo, criado de su Alteza e dixo al Rey Nuestro Señor que ya que su Alteza
sabía que continuamente él le había servido assi en su Casa Real como en esta
guerra de los moros enemigos de nuestra Santa Fé Católica en la qual Nuestro
Señor había aplacido darle tan bien aventurada vitoria e vencimiento en haber
ganado dicha ciudad de Granada e todo su Reyno: E pues sus servicios eran
dignos de galardón, como quiera que el era, y es Home Hijodalgo notorio que
suplicaba e suplicó a su Alteza que porque el fuese más ennoblecido, sublimado
e decorado, le armase Caballero de Espuelas doradas porque el y los hijos que
del discendieren serían más obligados a le servir…” La escena termina como en
las películas de caballería, cuando Fernando “el Católico”, espada desnuda en mano,
“dio con ella un golpe en la cabeza e capacete que en ella traía el dicho
Hernando del Hoyo, e díxole: Dios Nuestro Señor y el Apóstol Santhiago te haga
buen caballero: Yo te armo caballero”. Consecuencias: Con el botín obtenido en
Gran Canaria apoya a Lugo en La Palma y Tenerife, obteniendo luego importantes
datas en terrenos y aguas en tierras del Realejo porque sirvió “con su persona
e hacienda e una compañía de caballos a su costo” y, más tarde, la reina Juana
“la Loca” en 1514 confirmó la “donación” de otras 500 fanegadas de tierras en
las demasías de La Palma y Tenerife. De este “caballero de espuelas doradas”
arranca la familia del Hoyo Solórzano en Canarias en la que, entre otras
lindezas encontramos posteriormente los títulos nobiliarios de Condes de Siete
Fuentes, Marqueses de la Villa de San Andrés,
Condes de Anarés, Vizcondes de Buen Paso, Señores de la Villa de
Santiago…Curiosamente la casona lagunera, en la que entroncan con los
descendientes de Lope de la Guerra y del Hoyo Solórzano en la calle del Agua,
hoy Nava y Grimón, estuvo situada la Escuela Normal de Magisterio, pasó luego a
ser la Fábrica de Tabacos Álvaro, para terminar siendo en la actualidad un
hotel de lujo en la vieja Aguere el “La Laguna Gran Hotel”. Signo revelador de
los sucesivos cambios en la “normalidad” de estas islas africanas.
El carácter
capitalista de la colonización española de Canarias se acentúa mucho más con la
conquista de las dos islas de realengo, La Palma y Tenerife. Alonso de Lugo
inició la de Benahoare y, para la empresa, los reyes, en julio de 1492, además
de liberar de impuestos a los soldados que participaran en la conquista,
conceden a Lugo la mitad de los quintos en esclavos, ganados y propiedades que
se obtuvieran en La Palma, prometiendo la reina Isabel que se alcanzaría un
valor total de 700.000 maravedíes a la finalización, pero correspondiendo a
Lugo todo el costo de llevar a cabo la empresa.
Con esa promesa
firme del quinto a obtener de La Palma negoció Lugo un contrato con dos
banqueros italianos, el genovés Francesco da Rivarolo (Francisco Riberol) y el
florentino Gianotto Beraldi (Juanoto Berardi) de forma que cada uno de los tres
se beneficiaría de un tercio de los 700.000 mrs. prometidos además del tercio
de los esclavos capturados. Obtuvo también otros préstamos personales como el
de Hernando del Hoyo que, como dijimos, invirtió en ello parte del importe del
botín previamente obtenido en Tamarán. En Canaria reclutó, además de
ballesteros y piqueros de a pie españoles, a algunos grancanarios y gomeros
para la empresa de conquista, prometiéndoles para ello que se repartirían entre
ellos, “sacado el quinto”, las dos terceras partes del botín obtenido
repartidos según su aportación e importancia, quedándose él con el otro tercio.
La conquista -tras el abyecto episodio de la traición a Tanausú que terminó con
la muerte del bravo Mencey de Eceró en la primera huelga de hambre de nuestra
historia- la dio Lugo por finalizada el
3 de mayo de 1493 de lo que devino el actual nombre de Santa Cruz para la
capital de Benahoare en el cantón de Tedote.
Gomera a 30 de
julio de 2020
Francisco Javier
González
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