TEMPORERAS DE LA SANIDAD
Entre
mayo y junio se han destruido 18.000 de los casi 35.000 contratos sanitarios
creados durante los peores meses de la pandemia. Los sindicatos del sector
denuncian trabajos temporales, itinerantes y mal pagados
LUIS MIGUEL BARCENILLA
Garazi –todas las
sanitarias entrevistadas rehúsan dar sus apellidos por temor a represalias– es
técnica de cuidados de enfermería y en 2019 tuvo cerca de 30 contratos en la
sanidad pública. Garazi firma y vuelve a firmar. Firma por pocos días. El año
pasado, casi sesenta veces. Los últimos meses ha tenido suerte. Suerte entre
comillas: le han prorrogado el quinto contrato y, si todo acompaña, como mucho
tendrá seis en 2020. “Son tantos que pierdes la cuenta”, señala y denuncia. Lo
peor, quizá, es la costumbre. Les pasa a casi todas desde siempre. Y no se ve
un cambio en la forma de actuar de la parte contratante, la sanidad de todos.
Marga también lleva
unas cuantas firmas este año. Es enfermera y ha recorrido todos los hospitales
de Bizkaia. Tiene que pagar un préstamo hipotecario y la temporalidad de sus
contratos le hace pensar más en qué pasará cuando este termine que en el
cuidado de sus pacientes. “¿Podré con la hipoteca cuando se me acabe este
contrato?”, duda y pregunta al aire, inquieta, enfadada. “Porque trabajo hay,
¿eh?”, incide. Sin embargo, ella sigue acumulando colocaciones precarias pese a
los años dentro de la bolsa de mano de obra de la sanidad.
En Europa, la ratio
es de 8,8 profesionales de la enfermería por 1.000 habitantes, según la OCDE.
El Estado español está en 5,6 enfermeras y enfermeros
Ane, también
enfermera, lleva aún la L de novel, de learner, de aprendiz. Salió de la
facultad en 2018. Sin embargo, ya es toda una experta en ser enfermera por
días, por tardes, por semana, por semanas. Por todos aquellos espacios
temporales cortos, por los mal pagados, por aquellos peor situados
geográficamente. Ha aprendido lo básico: hoy estás aquí y mañana allá. “No sé
hasta qué punto puedes acostumbrarte a cambiar cada día de lugar, con sus
pacientes y sus patologías completamente distintas…”, reflexiona. Ane habla de
intranquilidad diaria, de intranquilidad crónica.
Garazi, Marga y Ane
no quieren ser temporeras de la sanidad. Temporales se saben. Y nómadas por
contrato también. Itinerantes. De hospital en hospital. De centro de salud en
centro de salud. A lo que se niegan es, ahora que asoman más de 200 brotes de
coronavirus en toda España, a escuchar la llamada y presentarse allá donde las
reclamen. Garazi, Marga y Ane no quieren ir de nuevo a apostar su vida por un
contrato temporal. No quieren jugarse la salud por un contrato que, ni
siquiera, cubre su tranquilidad: si van a jugarse el contagio, sin Equipo de
Protección Individual (EPI) y sin descanso, que sea sin pensar en la hipoteca.
De los 34.900
contratos nuevos que se firmaron entre marzo y abril por el pico de una
pandemia que desbordaba los hospitales, las residencias, las consultas de
atención primaria y cualquier rincón sanitario o sociosanitario, 18.000 han
desaparecido de la sanidad española entre mayo y junio.
Médicos,
enfermeras, técnicos de enfermería y celadores fueron dados de baja. Así lo
denuncia el sindicato mayoritario, la Central Sindical Independiente y de
Funcionarios (CSIF). Desde el sindicato de Enfermería SATSE han denunciado que
no se prorroguen contratos: “Se entendía que ningún profesional sanitario
sobraba trabajando, queríamos unas plantillas bien dimensionadas, dotadas de
personal. Y así se podrían organizar las vacaciones de quienes han estado
trabajando durante lo peor de la crisis sanitaria”.
Pero si se abstrae
la pandemia de la ecuación, los sanitarios siguen pidiendo una contratación
mayor en cantidad y en calidad: más personal con contratos más estables. En
2019, el sindicato de Enfermería SATSE puso el grito en el cielo por la falta
de personal: “Es un mal que está afectando a todo el sistema sanitario y
sociosanitario”.
Sanidad precarizada
Las ratios son
vergonzantes si las comparamos con las europeas. España se sitúa muy abajo en
el ranking. En Europa, la ratio es de 8,8 profesionales de la enfermería por
1.000 habitantes, según la OCDE. El Estado español está en 5,6 enfermeras y
enfermeros por mil habitantes. En el caso de Euskadi son 7,6; en la Comunidad
de Madrid 6,6; en Cataluña 6,2 y en Andalucía 4,3, según datos del INE. “¿Crees
que cinco enfermeras pueden cuidar de 1.000 personas?”, se preguntan desde el
SATSE. Se necesitan más de 135.000 enfermeras y enfermeros para alcanzar la
media europea.
Amaia Mayor,
secretaria provincial del SATSE Bizkaia, recuerda que se puso en marcha una
iniciativa legislativa popular para llevar al Congreso de los Diputados. Se
denomina Ley de Seguridad del Paciente y pretende alcanzar la media del resto
de países europeos. Ni siquiera buscan llegar a los números de países nórdicos.
“Situarnos en mitad de tabla, ¡qué menos!”, explica y reivindica que se abra de
nuevo “el debate” en el hemiciclo, paralizado entonces con el estallido de la
covid-19. “Para nosotras es importantísimo garantizar la seguridad de los
pacientes”, asegura.
Desde el sindicato
de Técnicos de Enfermería (SAE), recuerdan que en Europa se contabilizan tanto
enfermeros como técnicos de cuidados de enfermería –las obsoletamente conocidas
como auxiliares–. Por este motivo, aseguran, las ratios deberían ser objeto de
estudio y revisión.
Isabel Lozano,
secretaria de organización y comunicación del SAE, explica que, con una
población tan envejecida como la española, con patologías crónicas como la
diabetes, “lo que se necesita son cuidados fundamentales y no tanto cuidados
enfermeros”.
“En el sistema de
salud español debería haber más técnicos de cuidados de enfermería que
enfermeras”, puntualiza Lozano desde el SAE. “Las plantillas están mal
estructuradas. Las enfermeras tienen cada vez más trabajo burocrático y los
técnicos de cuidados de enfermería están cada vez más ocupados en las
atenciones”, concluye.
Temporalidad
“Muchos sanitarios
se han quedado sin vacaciones por la pandemia. Osakidetza (el servicio vasco de
Salud) anuló a través de la instrucción 7/20 toda licencia de descanso”,
denuncia Amaia Mayor, secretaria provincial del SATSE Bizkaia.
Marga, enfermera
ahora en el hospital de Galdakao, apunta justo en la dirección opuesta: “Nos
obligaron a cogernos vacaciones en mayo porque sobrábamos, la pandemia estaba
calmada. Pero ahora el exceso horario no podemos usarlo, porque debemos estar
esperando al posible rebrote. Porque esperan un rebrote y claro…”. Sobraban, y
como sobraban, debían irse de vacaciones a sus respectivas casas.
Pero la realidad
es, sin embargo, que con las ratios tan mermadas falta personal a diario. Y con
un posible rebrote volverían a abrirse las costuras de la sanidad. “Tenemos
miedo de ponernos malas porque no tienen gente con quien cubrir esas bajas. Están
denegando hasta días de asuntos propios, que, por ley, nos pertenecen hasta
seis”, denuncia enfadada Marga.
Con las plantillas
tan mermadas falta personal a diario. Y con un posible rebrote de la covid-19
volverían a abrirse las costuras de la sanidad
La temporalidad en
los contratos de la sanidad es perjudicial y repercute en, como mínimo, tres
sentidos. Por un lado, en la calidad de la atención a los pacientes. También en
el entorno y el bienestar personal de los profesionales. De estos dos se deriva
un tercer problema que afecta a la atención de urgencias: cuando los atendidos
perciben mayores esperas y peor atención, pueden pagar su impotencia con los
sanitarios. De hecho, este es un colectivo muy afectado por la agresión física
y verbal.
Así lo explica
Amaia Mayor: “La temporalidad y falta de personal sanitario no sólo afecta al
personal atendido, al paciente. Hay una serie de costas que pagan los
profesionales. Se dan más episodios de estrés y de burnout (síndrome del
trabajador quemado). Incluso hay un porcentaje importante de abandono de la
profesión”.
También “hay
posibilidad de accidentes biológicos”, apunta Mayor. Una enfermera atropellada
por el tiempo o por los nervios de desconocer el entorno puede acabar
pinchándose con una aguja contaminada.
Ya que la
temporalidad afecta a las ratios, la iniciativa del SATSE exige que los 19
pacientes por enfermera en un turno de noche queden en el recuerdo. “Es
importante que se apruebe la proposición de la Ley de Seguridad del Paciente,
que establecería un máximo de 6 pacientes por enfermera”, concluye la
secretaria provincial del sindicato de Enfermería SATSE.
Nómadas, ambulantes
e itinerantes
“Cuando llegas
nueva a una planta, por ejemplo, cuando empiezas a aprender, tienes que irte.
Los contratos tan cortos precarizan. Y repercuten negativamente en los usuarios
que se atienden. Es importante adaptarse”, señala Isabel Lozano, del SAE.
Ello lo refrenda
Marga, enfermera: “Te hacen un contrato de una semana en una planta. De esa
planta te vas a otra completamente diferente otra semana. Atiendes peor porque,
por muy profesional que seas, debes integrarte en el equipo de trabajo. Sientes
que molestas, sientes que no conoces el lugar, no hay formación previa: sabes
de todo, pero no sabes nada”. Para Garazi “es normal” tener un contrato
temporal y reconoce que debe asumir contratos a turno para conseguir conformar
un sueldo digno.
Ane cuenta una historia
que ha vivido como enfermera y que es tónica general, sobre todo en los
primeros años trabajando para el sistema sanitario: “Te llaman un lunes a las
ocho y veinticinco de la mañana para preguntarte si estás disponible. Si lo
estás, te piden que vayas al ambulatorio de un pueblo perdido de la mano de
Dios. Además, te dicen que deberías haber entrado a las ocho en punto. Cuando
llegas, llegas con un retraso que tienes que asumir. Y lo asumes porque crees
que ese contrato te va a durar un tiempo. Pero no, es un contrato para cubrir
solamente esa mañana”.
La joven enfermera
dice que ahora está de retén y que así lleva unos meses. ¿Y qué es ser retén?
“Significa que hoy estás en Infecciosos, mañana en Psiquiatría y pasado en
Urgencias. Tienes que saber de todo, aunque las dinámicas y las patologías sean
muy diferentes”, trata de explicar.
¿Y qué pasa si no
sabes de todo? “Da igual: vales para todo. Tienes que valerlo”, sentencia Ane.
El contrato temporal que ha firmado incluye una cláusula fantasma que así lo
indica.
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