martes, 28 de julio de 2020

TEMPORERAS DE LA SANIDAD


TEMPORERAS DE LA SANIDAD
Entre mayo y junio se han destruido 18.000 de los casi 35.000 contratos sanitarios creados durante los peores meses de la pandemia. Los sindicatos del sector denuncian trabajos temporales, itinerantes y mal pagados
LUIS MIGUEL BARCENILLA
Garazi –todas las sanitarias entrevistadas rehúsan dar sus apellidos por temor a represalias– es técnica de cuidados de enfermería y en 2019 tuvo cerca de 30 contratos en la sanidad pública. Garazi firma y vuelve a firmar. Firma por pocos días. El año pasado, casi sesenta veces. Los últimos meses ha tenido suerte. Suerte entre comillas: le han prorrogado el quinto contrato y, si todo acompaña, como mucho tendrá seis en 2020. “Son tantos que pierdes la cuenta”, señala y denuncia. Lo peor, quizá, es la costumbre. Les pasa a casi todas desde siempre. Y no se ve un cambio en la forma de actuar de la parte contratante, la sanidad de todos.



Marga también lleva unas cuantas firmas este año. Es enfermera y ha recorrido todos los hospitales de Bizkaia. Tiene que pagar un préstamo hipotecario y la temporalidad de sus contratos le hace pensar más en qué pasará cuando este termine que en el cuidado de sus pacientes. “¿Podré con la hipoteca cuando se me acabe este contrato?”, duda y pregunta al aire, inquieta, enfadada. “Porque trabajo hay, ¿eh?”, incide. Sin embargo, ella sigue acumulando colocaciones precarias pese a los años dentro de la bolsa de mano de obra de la sanidad.

En Europa, la ratio es de 8,8 profesionales de la enfermería por 1.000 habitantes, según la OCDE. El Estado español está en 5,6 enfermeras y enfermeros

Ane, también enfermera, lleva aún la L de novel, de learner, de aprendiz. Salió de la facultad en 2018. Sin embargo, ya es toda una experta en ser enfermera por días, por tardes, por semana, por semanas. Por todos aquellos espacios temporales cortos, por los mal pagados, por aquellos peor situados geográficamente. Ha aprendido lo básico: hoy estás aquí y mañana allá. “No sé hasta qué punto puedes acostumbrarte a cambiar cada día de lugar, con sus pacientes y sus patologías completamente distintas…”, reflexiona. Ane habla de intranquilidad diaria, de intranquilidad crónica.

Garazi, Marga y Ane no quieren ser temporeras de la sanidad. Temporales se saben. Y nómadas por contrato también. Itinerantes. De hospital en hospital. De centro de salud en centro de salud. A lo que se niegan es, ahora que asoman más de 200 brotes de coronavirus en toda España, a escuchar la llamada y presentarse allá donde las reclamen. Garazi, Marga y Ane no quieren ir de nuevo a apostar su vida por un contrato temporal. No quieren jugarse la salud por un contrato que, ni siquiera, cubre su tranquilidad: si van a jugarse el contagio, sin Equipo de Protección Individual (EPI) y sin descanso, que sea sin pensar en la hipoteca.

De los 34.900 contratos nuevos que se firmaron entre marzo y abril por el pico de una pandemia que desbordaba los hospitales, las residencias, las consultas de atención primaria y cualquier rincón sanitario o sociosanitario, 18.000 han desaparecido de la sanidad española entre mayo y junio.

Médicos, enfermeras, técnicos de enfermería y celadores fueron dados de baja. Así lo denuncia el sindicato mayoritario, la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF). Desde el sindicato de Enfermería SATSE han denunciado que no se prorroguen contratos: “Se entendía que ningún profesional sanitario sobraba trabajando, queríamos unas plantillas bien dimensionadas, dotadas de personal. Y así se podrían organizar las vacaciones de quienes han estado trabajando durante lo peor de la crisis sanitaria”.

Pero si se abstrae la pandemia de la ecuación, los sanitarios siguen pidiendo una contratación mayor en cantidad y en calidad: más personal con contratos más estables. En 2019, el sindicato de Enfermería SATSE puso el grito en el cielo por la falta de personal: “Es un mal que está afectando a todo el sistema sanitario y sociosanitario”.

Sanidad precarizada

Las ratios son vergonzantes si las comparamos con las europeas. España se sitúa muy abajo en el ranking. En Europa, la ratio es de 8,8 profesionales de la enfermería por 1.000 habitantes, según la OCDE. El Estado español está en 5,6 enfermeras y enfermeros por mil habitantes. En el caso de Euskadi son 7,6; en la Comunidad de Madrid 6,6; en Cataluña 6,2 y en Andalucía 4,3, según datos del INE. “¿Crees que cinco enfermeras pueden cuidar de 1.000 personas?”, se preguntan desde el SATSE. Se necesitan más de 135.000 enfermeras y enfermeros para alcanzar la media europea.

Amaia Mayor, secretaria provincial del SATSE Bizkaia, recuerda que se puso en marcha una iniciativa legislativa popular para llevar al Congreso de los Diputados. Se denomina Ley de Seguridad del Paciente y pretende alcanzar la media del resto de países europeos. Ni siquiera buscan llegar a los números de países nórdicos. “Situarnos en mitad de tabla, ¡qué menos!”, explica y reivindica que se abra de nuevo “el debate” en el hemiciclo, paralizado entonces con el estallido de la covid-19. “Para nosotras es importantísimo garantizar la seguridad de los pacientes”, asegura.

Desde el sindicato de Técnicos de Enfermería (SAE), recuerdan que en Europa se contabilizan tanto enfermeros como técnicos de cuidados de enfermería –las obsoletamente conocidas como auxiliares–. Por este motivo, aseguran, las ratios deberían ser objeto de estudio y revisión.


Isabel Lozano, secretaria de organización y comunicación del SAE, explica que, con una población tan envejecida como la española, con patologías crónicas como la diabetes, “lo que se necesita son cuidados fundamentales y no tanto cuidados enfermeros”.

“En el sistema de salud español debería haber más técnicos de cuidados de enfermería que enfermeras”, puntualiza Lozano desde el SAE. “Las plantillas están mal estructuradas. Las enfermeras tienen cada vez más trabajo burocrático y los técnicos de cuidados de enfermería están cada vez más ocupados en las atenciones”, concluye.

Temporalidad

“Muchos sanitarios se han quedado sin vacaciones por la pandemia. Osakidetza (el servicio vasco de Salud) anuló a través de la instrucción 7/20 toda licencia de descanso”, denuncia Amaia Mayor, secretaria provincial del SATSE Bizkaia.

Marga, enfermera ahora en el hospital de Galdakao, apunta justo en la dirección opuesta: “Nos obligaron a cogernos vacaciones en mayo porque sobrábamos, la pandemia estaba calmada. Pero ahora el exceso horario no podemos usarlo, porque debemos estar esperando al posible rebrote. Porque esperan un rebrote y claro…”. Sobraban, y como sobraban, debían irse de vacaciones a sus respectivas casas.

Pero la realidad es, sin embargo, que con las ratios tan mermadas falta personal a diario. Y con un posible rebrote volverían a abrirse las costuras de la sanidad. “Tenemos miedo de ponernos malas porque no tienen gente con quien cubrir esas bajas. Están denegando hasta días de asuntos propios, que, por ley, nos pertenecen hasta seis”, denuncia enfadada Marga.

Con las plantillas tan mermadas falta personal a diario. Y con un posible rebrote de la covid-19 volverían a abrirse las costuras de la sanidad

La temporalidad en los contratos de la sanidad es perjudicial y repercute en, como mínimo, tres sentidos. Por un lado, en la calidad de la atención a los pacientes. También en el entorno y el bienestar personal de los profesionales. De estos dos se deriva un tercer problema que afecta a la atención de urgencias: cuando los atendidos perciben mayores esperas y peor atención, pueden pagar su impotencia con los sanitarios. De hecho, este es un colectivo muy afectado por la agresión física y verbal.

Así lo explica Amaia Mayor: “La temporalidad y falta de personal sanitario no sólo afecta al personal atendido, al paciente. Hay una serie de costas que pagan los profesionales. Se dan más episodios de estrés y de burnout (síndrome del trabajador quemado). Incluso hay un porcentaje importante de abandono de la profesión”.

También “hay posibilidad de accidentes biológicos”, apunta Mayor. Una enfermera atropellada por el tiempo o por los nervios de desconocer el entorno puede acabar pinchándose con una aguja contaminada.

Ya que la temporalidad afecta a las ratios, la iniciativa del SATSE exige que los 19 pacientes por enfermera en un turno de noche queden en el recuerdo. “Es importante que se apruebe la proposición de la Ley de Seguridad del Paciente, que establecería un máximo de 6 pacientes por enfermera”, concluye la secretaria provincial del sindicato de Enfermería SATSE.

Nómadas, ambulantes e itinerantes

“Cuando llegas nueva a una planta, por ejemplo, cuando empiezas a aprender, tienes que irte. Los contratos tan cortos precarizan. Y repercuten negativamente en los usuarios que se atienden. Es importante adaptarse”, señala Isabel Lozano, del SAE.

Ello lo refrenda Marga, enfermera: “Te hacen un contrato de una semana en una planta. De esa planta te vas a otra completamente diferente otra semana. Atiendes peor porque, por muy profesional que seas, debes integrarte en el equipo de trabajo. Sientes que molestas, sientes que no conoces el lugar, no hay formación previa: sabes de todo, pero no sabes nada”. Para Garazi “es normal” tener un contrato temporal y reconoce que debe asumir contratos a turno para conseguir conformar un sueldo digno.

Ane cuenta una historia que ha vivido como enfermera y que es tónica general, sobre todo en los primeros años trabajando para el sistema sanitario: “Te llaman un lunes a las ocho y veinticinco de la mañana para preguntarte si estás disponible. Si lo estás, te piden que vayas al ambulatorio de un pueblo perdido de la mano de Dios. Además, te dicen que deberías haber entrado a las ocho en punto. Cuando llegas, llegas con un retraso que tienes que asumir. Y lo asumes porque crees que ese contrato te va a durar un tiempo. Pero no, es un contrato para cubrir solamente esa mañana”.

La joven enfermera dice que ahora está de retén y que así lleva unos meses. ¿Y qué es ser retén? “Significa que hoy estás en Infecciosos, mañana en Psiquiatría y pasado en Urgencias. Tienes que saber de todo, aunque las dinámicas y las patologías sean muy diferentes”, trata de explicar.

¿Y qué pasa si no sabes de todo? “Da igual: vales para todo. Tienes que valerlo”, sentencia Ane. El contrato temporal que ha firmado incluye una cláusula fantasma que así lo indica.

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