LA CHUECA ANDALUSÍ
ANA SHARIFE
Hubo en la Córdoba
Omeya un barrio rico y distinguido habitado casi exclusivamente por
homosexuales. Estaba situado en una zona de huertas, cerca del molino de la
Albolafia y la mezquita principal, a mano de los centros de poder, junto al
puerto fluvial y el puente romano (zona de intercambios), lindando con la
muralla en la ribera derecha del Guadalquivir. En Derb Ibn Zaydun el amor entre
hombres volaba por las laberínticas callejuelas y la sexualidad se vivía con
total libertad, escapando a todo control humano.
La homosexualidad y
el lesbianismo era consentido bajo la tolerancia coránica hacia el erotismo y
el placer sexual, se cantaban los placeres del vino y la embriaguez pese al
reproche de alguna escuela jurídica, y en toda Al Ándalus florecía la poesía
homoerótica (mudakarat). Mientras “el reino visigótico se caracterizó por una
fuerte oposición a estos comportamientos sexuales, castigados con la castración
y el exilio”, escribe Alejandra Agustina en Homosexualidad en Al Ándalus, con
la dinastía Omeya (siglo VIII) y el fin de la dominación visigótica, se empezó
a hablar libremente del tercer sexo. El propio Avicena (siglo X), médico persa
de enorme autoridad en todo el mundo árabe, decía que la sexualidad homosexual,
lésbica y heterosexual eran la misma.
Las antologías de
poesía medieval de todas las capitales árabes muestran la misma corriente de
poesía homoerótica que se encuentra en Córdoba, Sevilla o Granada. Al Ándalus,
que ocupaba una mayor extensión que la actual Andalucía, “se constituiría como
civilización refinada y cosmopolita desde el siglo VIII al siglo XIII, e
incluso se mantendría parcialmente hasta el siglo XVI en el reino de Granada”.
Abderramán I (Palmira,
731-Córdoba, 788) “tenía un sentido ecuménico de la vida, y cuando entra
triunfante en Córdoba con su espléndido caballo blanco, libera de la esclavitud
a una visigoda a la que desposó y fue la madre de Hisham I”, señala Manuel
Francisco Reina en el estudio preliminar de Antología de la Poesía Andalusí
(2007). Con Abderramán II (Toledo 792- Córdoba, 852), el árabe llega a superar
al latín. “Aquel emir iniciaría una inmensa biblioteca, para la que encargó le
trajeran de Oriente los ejemplares más interesantes y de mayor aportación al
saber, atrayendo a Córdoba a los más ilustres sabios de su época”.
Córdoba se
convirtió en una de las capitales mundiales con mayor relieve social y
cultural. “En dimensiones, servicios, cultura y economía, no tenía rivales en
Europa occidental, y en Oriente solo Constantinopla podía parangonársele”,
escribió el historiador estadounidense Stanley Payne en La España medieval
(1985). Fue la primera ciudad de la península con las calles pavimentadas y
alumbrado público nocturno, que se distribuía mediante una red perfectamente
organizada, y alcantarillado (Francisco Azorín), y su topografía se puede
estudiar a través de sus almunias, molinos y sus 96 fuentes árabes (Jesús
Zanón). La monja alemana Roswita von Ganderheim diría maravillada en el siglo
X,: “Córdoba, joya brillante del mundo, celebrada por sus delicias”.
A la antigua Chueca
andalusí se le llamó Derb Ibn Zaydun, en honor al mayor poeta neoclásico de Al
Ándalus, quien había concebido el amor como una religión
La obra de los
peregrinos, eruditos y científicos europeos, relataban fascinados la
naturalidad de la homosexualidad entre los refinados musulmanes y la
aristocracia judía de la Córdoba de Al Ándalus, la suntuosidad de los edificios
públicos, la abundancia de bibliotecas y colegios, incluso la comodidad y
limpieza de sus jardines y 600 baños públicos. En el siglo X, “la Granada zirí
era el centro de cultura aristocrática y distinguida que involucraba junto al
individualismo romántico una exploración intensa de todas las formas de
sexualidad liberales, bisexualidad y homosexualidad”, señalan los antropólogos
Stephen O. Murray y Hill Roscoe en Aspectos de la cultura judaica en la Edad
Media.
A la antigua Chueca
andalusí se le llamó Derb (camino) Ibn Zaydun (Córdoba, 1003-Sevilla, 1071), en
honor al mayor poeta neoclásico de Al Ándalus, quien había concebido el amor
como una religión. Zaydun se convirtió en el favorito del emir de Córdoba y en
ministro con el último abadí de Sevilla, Al Mutamid, un rey taifa que gobernó
con tan inteligencia y elevada sensibilidad estética que en su reinado la
cultura floreció y la poesía sevillana adquirió un nuevo grado de exquisitez y
belleza formal. Junto a Ibn Ammar de Silves (el Abenamar de los cristianos)
gobernarían Sevilla los amantes, como rey y ministro.
La obra El círculo
de los muchachos en blanco (2001), de Magdalena Lasala, recrea las vivencias de
un grupo de adolescentes estetas y estudiosos que durante el tercer califato de
la dinastía Omeya vivía en dicho arrabal, en un tiempo en que el espíritu era
cultivado con el mismo esmero y cuidado que una campiña. Entre aquellos jóvenes
se encontraba el historiador y “padre de la religión comparada”, Ibn Hazm
(Córdoba 994-1064), autor de El collar de la Paloma, una de las obras más
original y completa jamás escrita, y una verdadera joya de la literatura
andalusí.
Reina señala en su
Antología que El collar “recoge una detallada visión de la tolerancia del Al
Ándalus y supone una valiosa fuente de información social, política y
urbanística de la Córdoba de época califal, así como una inigualable antología
de poesía amorosa (diwan) andalusí, empedrada de composiciones elegantes y
refinadas”. Una obra donde “el amor heterosexual se intercala con historias de
hombres que se enamoran de otros hombres”. Para el poeta el amor sería una
especie de naturaleza, “lo que los musulmanes llaman al-iftitān bi-l-suwar
(trastorno del alma)”.
Fiestas de vino y
poesía
No lejos de la
Puerta Osario (Puerta de los Judíos durante el período andalusí) había un jadín
donde bajo la noche estrellada se celebraban fastuosas fiestas y certámenes de
poesía. Acudía la gente más cultivada del momento, maestros espirituales y
mozárabes cristianos, intelectuales judíos y musulmanes –entre ellos, el visir
de Badajoz al-Qabturnuh, o lbn Jáqán, secretario del gobernador de Granada–,
amantes del verso y el vino, que tenía sus ritos para beberlo, y sus distintas
clases de copas y jarras y modos de escanciarlo.
En la Córdoba
andalusí hubo una docena de romances memorables entre mujeres, “habiéndose
perdido un destacado Tratado sobre el lesbianismo del sIX”
A estos encuentros
también asistían poetisas. En la Córdoba andalusí hubo una docena de romances
memorables entre mujeres, “habiéndose perdido un destacado Tratado sobre el
lesbianismo (Kitab al-Sahhakat) del siglo IX, y trabajos posteriores sobre
erotismo árabe lésbico”. La mayor parte de la literatura andalusí se destruyó a
manos de los conquistadores, como la gran quema ordenada por el cardenal
Cisneros, con la que ardió parte de la memoria de Al Ándalus, poco después del
destierro de los judíos.
“A los cristianos
del resto de Hispania les escandalizaba el libertinaje andalusí, especialmente
el homosexual, al que consideraban una enfermedad contagiosa e incurable”,
escribe Reina. “Un torrente de pasiones sexuales y hedonistas similar al mundo
griego y romano”, sin entender que “en Al Ándalus, homosexualidad y devoción
religiosa estaban combinadas. Una experiencia mística con Dios en términos
eróticos de la que beberían también los místicos castellanos”.
A las citas
poéticas accedían efebos y esclavas no concubinas, liberadas del velo y el
harem, que en el amor eran libres. La sodomía impuesta, sin consentimiento, es
decir, la violación, era castigada por la autoridad y atacada y ridiculizada
por los propios poetas.
Te abrazaba la
cintura tierna,
bebía de la boca
agua clara.
Yo me contentaba
con lo permitido,
pero tú querías
aquello que no lo es.
Expondré aquello
que ocultas:
¡Oh gloria de la
caballería!
Defendiste las
aldeas,
pero violaste a las
personas
El islam andalusí
consideraba necesario que la persona amada (ya fuese sirviente, esclavo o
cautivo) tuviera la libertad de otorgar su amor
El islam andalusí
consideraba necesario que la persona amada (ya fuese sirviente, esclavo o
cautivo) tuviera la libertad de otorgar su amor, y estos asumían, tanto en la
literatura como en el mundo real, el papel de señores y dueños de sus amantes.
“Este recurso refinado de sublimación neoplatónica y ambigua castidad, llamado
amor udrí, daría comienzo con el jurista y literato persa Ibn Dawud y su Libro
de la flor, de quien los andalusíes (judíos, musulmanes y mozárabes cristianos)
aprendieron las reglas del juego del amor cortés, que se asemeja al
romanticismo de caballerías de la Europa cristiana”, señala Rubiera Mara en La
poesía árabe clásica en al-Andalus: época omeya (1992).
El lord Byron
andalusí
Al amparo de la
dinastía Omeya, florece la obra de cientos de autores de enorme magisterio,
entre los que citaremos tres que hacían gala de su homosexualidad (o
bisexualidad) y destacaron por su aportación y el atrevimiento de su lírica.
Como Ibn Šuhayd (Códoba, 992-1035), un lord Byron andalusí que “cultivó los
géneros modernistas y se convirtió en uno de los más grandes líricos y
filólogos de Al Ándalus”.
Nuestra borrachera
era tan grande
que nos empeñamos
en hacer lo prohibido;
arrojamos al suelo
nuestros bonetes
y arrastramos los
cabos de nuestros turbantes.
Su teoría y crítica
literaria Epístola de los genios es una obra maestra y, a su vez, “una
antología de los poetas en árabes que le precedieron, en forma de un viaje
sobrenatural, semejante a la Comedia de Dante”, escribe Miguel Pérez Rosado en
La época Omeya. Historia de las literaturas hispánicas. “Se le asocia con el
estoicismo senequista por su poesía culta y original, donde muestra un espíritu
crítico e inconformista, en contra de lo establecido”. Su cuerpo sería
enterrado al lado de su amante el visir y también poeta al-Zayyalĩ. “Jamás se
vio, junto a la tumba de una persona, tanto llanto y tanta lamentación como se
vieron junto a la suya”, describiría lbn Bassám.
Los poemas del
judío converso Ibn Sahl (Sevilla 1212-1251) eran de tal belleza que aparecen en
Las mil y una noches. Su obra se cantó en todos los confines del mundo islámico
como ejemplo de poesía amorosa. Cuando Sevilla fue tomada por Fernando de
Castilla, en 1248, Ibn Sahl tuvo que abandonar la ciudad. Sus versos gozaron
tanto del aprecio del gobernador almorávide ceutí Ibn Khallas que lo convirtió
en su secretario. Cuando murió en un naufragio, el gobernador exclamaría “la
perla ha vuelto al mar”. La antología de Ibn Sahl contiene ejemplos de la más
refinada poesía andalusí, casi exclusivamente homoerótica, dedicada a un
muchacho judío a quien amaba hasta la locura.
Has cortado mis
noches con la espada del insomnio
hasta el punto que
se han convertido,
mirada de tus ojos
negros, en un esclavo ladrón.
Elegante,
irreverente y tremendamente atractivo, Ibn Quzman (Córdoba 1080-1160) se alejó
de las corrientes clásicas, de las casidas y los cánones del verso clásico
árabe, llevando a su más alto nivel el zéjel (un tipo de moaxaja), un estilo sin
remilgos y profuso en situaciones eróticas que celebraban el vino, la fiesta y
el amor hacia mujeres y hombres. Su obra está recogida en la traducción que
hizo el filólogo y arabista Emilio García Gómez de su obra completa Todo Ben
Quzman (1972).
Es necesario
recordar que, en 1927, el gran mecenas y bibliófilo aristócrata egipcio Ahmad
Zaki Pasha le entregó a un jovencísimo García Gómez un importantísimo
manuscrito de poesía bajo el nombre Libro de las banderas de los campeones, del
poeta andalusí Ibn Sa‘id. Traducirlo constituyó la base de su conocimiento de
la poesía andalusí y de su primer gran éxito editorial, los Poemas
arabigoandaluces (1930), de enorme influencia e inspiración en Lorca.
Harenes masculinos
Córdoba, Sevilla y
Granada tenía harenes masculinos consentidos por sus reyes y califas, algunos
abiertamente homosexuales, como Abderramán III (Córdoba, 891- 961) y Alhakén II
(Córdoba, 961-976), quien murió en brazos de su eunuco preferido, además de por
visires y soberanos nazaríes, o el último rey de la taifa de Granada, Abd
Allah, un hombre pacífico e impresionable, nada aficionado a las mujeres.
Claudio Sánchez-Albornoz, en unos de sus ataques de homofobia llegó a decir que
“sin la reconquista, habría triunfado la homosexualidad, tan practicada en la
España mora”.
Córdoba se
convertiría en la Atenas de Occidente con Abderramán III. Su figura como
soberano es recordada por los historiadores como la más tolerante de su
dinastía
Sin embargo, en los
harenes, salones de carácter privado y cuidadosamente custodiados, se
concentraban también los planes militares y las estrategias políticas de los
Estados y reinos (“harenes políticos”). Incluso refiriéndose a la Sevilla del
siglo XII, un importante tratado del jurista sevillano Ibn Abdūn señalaría que
los espacios de libertinaje más frecuente eran “los baños públicos” y “las
iglesias cristianas”, pobladas de sacerdotes “libertinos, fornicadores y
sodomitas” (Sevilla a comienzos del siglo XII: el tratado de Ibn ʻAbdūn,una herramienta indispensable para
el estudio de la sociedad de Al Ándalus).
Córdoba se
convertiría en la Atenas de Occidente con Abderramán III. Su figura como
soberano es recordada por los historiadores como la más tolerante de su
dinastía. El califa crea la primera academia de medicina en toda Europa, una
universidad y una escuela de traductores del hebreo y del griego al árabe.
Funda 70 bibliotecas públicas y llegan a Córdoba, desde las naciones más
alejadas, estudiosos, copistas y libreros, convirtiéndose la capital en el
cerebro del mundo.
Sin embargo, fue
Alhakén II (Códoba 915- 976) el mejor de los reyes de cuantos han existido.
Rubio, de ojos negros y tremendamente culto, la historia le recuerda como un
político pacífico, tolerante y muy preocupado por el bienestar de sus súbditos,
que convierte a Córdoba en la primera ciudad de la Península que tuvo
pavimentadas sus calles, alumbrado público y alcantarillado. Funda 27 escuelas
públicas en las que los eruditos enseñaban de forma gratuita a los pobres y
huérfanos a cambio de atrayentes salarios, y decreta la enseñanza obligatoria.
Sabios y eruditos
de toda la Europa cristiana viajaban a Toledo o Córdoba para realizar sus
estudios. Toda esta estimulación provocaría una revolución en el pensamiento y
en las ciencias por parte de los eruditos de la época como fueron Ibn Masarra,
Ibn Tufail, Al-Gafeqi, Averroes o el judío Maimónides, entre otros, que
destacarían, sobre todo, en medicina, matemáticas y astronomía.
Alhakén
incrementaría la biblioteca universalista de sus predecesores con más de
400.000 volúmenes que abarcaban todas las ramas del saber. Tenía anejo un
taller de escribanía con copistas, miniaturistas y encuadernadores, la mayoría
mujeres, y agentes que ojeaban y compraban libros en El Cairo, Bagdad, Damasco
y Alejandría. Al frente de la biblióteca puso a la intelectual Lubna de
Córdoba.
“Pasaron siglos antes de que se reuniera en
España una biblioteca como la suya, sólo porque escribía, perdonaba, protegía a
los filósofos y pagaba a todos los poetas, incluso a los más desvergonzados”.
Alhakén, el mejor de los reyes que han existido, moriría en brazos de su amado
eunuco.
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