EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA.
Cuando los
cabalistas hablan de Adán y Eva, se refieren a dos trinidades. La primera
masculina -la eternidad masculina- la clásica trinidad de padre, hijo y
espíritu... y la segunda femenina -el eterno femenino- que corresponde a las
facultades que la trinidad despliega: providencia, voluntad y destino.
Los eternos mitos
de cultura y naturaleza se circunscriben a este sexteto, incluso en las más
recientes discusiones: Mujer, paisaje y animal: hijo, padre y espíritu... tres
soles y tres lunas después, el destino se tornará fatalidad, la voluntad
abulia, la providencia inanidad, en una nueva inversión simbólica cuyo
resultado sigue siendo la atribución demoníaca de la mujer: un nuevo seis y un
nuevo sexo: Lilith, la otra mujer de Adán, la seductora, devoradora, a quién se
le denomina la "la ramera, la falsa, la perversa e incluso la negra".
Los ángeles -en el
Libro de Enoc- se hicieron demonios tras bajar a la tierra para gozar con
mujeres: la mujer fue no sólo el contagio -el virus patógeno-, sino además la enfermedad
-el espíritu maligno- . Lilith, por su parte no fue expulsada del paraíso, sino
que, -como recuerda R. Graves- tras abandonar a Adán, huyó hacia el cielo,
donde convivió con el diablo, engendrando una estirpe de demonios. Con su
cuerpo de serpiente, atestigua los vínculos ancestrales entre la mujer y el
demonio. Un sol y tres lunas después, dos trinidades sexuales, dos ternarios, o
mejor un ternario duplicado e invertido para desarrollar el celibato de la
eternidad.
La apuesta de
Lilith demoníaca es por la vida y la muerte, contra la eternidad. Lilith es
también la sagrada luchadora de la igualdad y mártir de la contracepción... el
impulso de libertad y conciencia de límite.
En plena explosión
industrial y demográfica, en la incipiente lucha de la emancipación de la
mujer, los autores del siglo XIX se interesaron por la pareja María-Eva. Pero
es necesario añadir a Lilith, para completar una nueva trinidad: reproducción
sin sexo, sexo y reproducción, sexo sin reproducción. Una trinidad que transfiere
la naturaleza de Eva hacia dos imágenes invertidas: la pureza de María
(Mariaan, Mari, Marianne, Mirtea, Mirra, Mar) y la hibridez de Lilith.
El demonismo es un
momento altamente evolucionado del culto a la eternidad. Paradójicamente, el
demonismo está más relacionado con una explosión reproductora sin sexos, la
imagen invertida de Lilith, en esa eternidad célibe y fértil de María.
Las llamadas venus
de la fertilidad, desde Lespugue a Wilddendorf, están más cercanas a Lilith que
a María. Lilith es la diosa aziliense de la contracepción, la apuesta por la
conciencia frente a la producción.
Cada cultura
primitiva, como ha explicado Marvin Harris, basa su supervivencia en un férreo
control demográfico, para lo cual debe especialmente regular el número de la
población femenina. Ello explicaría ancestrales modos de discriminación. Pero
esta razón, ecológica en origen, se traslada en la cultura occidental
(hebraico-judeo-greco-cristiana) a un simple principio, a un dogma, legitimado
en mitos que han olvidado su origen ecológico. Y cuando existen ya otros medios
para atender a esa razón ecológica de control, se continúa recurriendo a
innecesarias formas más o menos brutales o sofisticadas de discriminación.
Como
ensimismamiento, inversión y desvanecimiento de lo demoníaco, pero también como
hiperrealización de lo divino, el demonismo convive con la discriminación de la
diferencia y con la superfertilidad. Resulta curioso que la presión demográfica
se encuentre también entre las causas fundamentales de las desorbitadas
necesidades productivas de los sistemas económicos, y también que, de las
diferencias entre las curvas de población de las distintas razas y continentes,
resuciten las sospechas y las guerras raciales, como viene ocurriendo en
Estados Unidos y Europa.
De poco sirve
repartir DIUs a un pueblo cuyos ritos de control han sido desacreditados en
nombre de la cultura humanitaria que paradójicamente ha explotado todo control
demográfico. Al final, devienen dos problemas conectados: la falta de
rentabilidad de un sistema que no permite la regeneración de los recursos por
una presión demográfica y la estimulación de esa presión, provocada por el
pánico ante los desequilibrios de crecimiento entre las llamadas por los
escribas del imperio: las terceras razas (o razas del Mundo Tercero) y las
primeras (o razas del Mundo Civilizado).
Lilith es una venus
de la contracepción, el testimonio del control demográfico junto a la
emancipación. Pero el demonismo no es exactamente el imperio de Lilith, sino su
ensimismamiento hasta su aniquilación, su conversión en divinidad, su
perversión: Es un celibato ultrareproductor de la eternidad, una reproducción
contra los sexos. Aquí se expresa postergando el conflicto, proyectándolo hacia
el futuro, delineando la muerte futura que nos salve de la crisis de la
eternidad célibe. El demonismo es Lilith invertida, transfigurada en Eva y
María, invertida y convertida en culto, en simulacro. La Cicciolina de Jeff
Koons, su romance "Made in Heaven", es la culminación de esa
confusión, de esa inversión simbólica en la superficie.
(*)Filósofo y
poeta.
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