LAS ELECCIONES Y LAS LEYES
DE LA FÍSICA
JUAN CARLOS ESCUDIER
Además de ofrecer
alguna que otra lección de matemáticas –del España Suma que resta del PP en
Euskadi al me multiplico por cero de Podemos en Galicia-, las elecciones de
ayer domingo han permitido comprobar las tres leyes de la física de Newton que
los líderes políticos suelen ignorar porque, en su mayoría, son de letras.
La primera es la de
la inercia, aquella que plantea que un objeto en movimiento no se frena de
manera espontánea o porque esté de Dios, sino que precisa que se aplique sobre
él una fuerza que le obligue a ello. De la misma manera, es imposible abandonar
el estado de reposo o de letargo sin el empuje adecuado. Es la que explica que
Feijóo y Urkullu hayan revalidado holgadamente sus mayorías ante la ausencia de
otros proyectos que se les opusiesen, o que el PSOE haya sido incapaz de salir
del pozo en el que cayó y al que parece haberse habituado hasta el punto de
ponerle cortinas. "Hemos consolidado un camino de largo recorrido que
emprendimos hace seis años", explicaba su candidata en el País Vasco,
Idoia Mendia.
La segunda ley es
la de la dinámica, aquella que establece que el cambio de movimiento y la
aceleración de un cuerpo es directamente proporcional a la fuerza que se le
administra. Una de las aplicaciones más evidentes de este principio es la caída
libre, que es la que experimenta un partido como Podemos cuando, gracias a su
guerra interna permanente, ve pasar a cuatro secretarios generales en cinco
años en el País Vasco, o renuncia incluso a articularse como partido, tal es el
caso de Galicia donde desde ayer es una fuerza extraparlamentaria. Por eso de
que a la fuerza ahorcan ha dicho Pablo Iglesias que les toca "aprender de
los errores" que "sin duda" han cometido.
Pero vayamos a la
tercera de las leyes del padre de la física clásica, también conocida como
principio de acción y reacción. Literalmente, reza así: con toda acción ocurre
siempre una reacción contraria, que tendría que ser igual pero que a veces es
muy superior. Se entiende mejor con un ejemplo práctico. Un líder
inconmensurable como Pablo Casado decide fumigarse por floja a la dirección de
su partido en el País Vasco para colocar en su lugar a un candidato del
Cretácico Superior como muro de hormigón contra el independentismo y reclamo
para la ultraderecha local (acción). Pues bien, pese a su intento de propulsar
el muro con todas sus fuerzas (coalición con Ciudadanos), este, lejos de
avanzar, retrocede estrepitosamente (reacción). ¿Efectos? Líder amortizado y
Vox con escaño; dicho de otra manera, un pan con unas hostias.
Pero no todo han
ido confirmaciones de mecánica clásica. Los comicios han puesto en cuestión
principios que se creían muy asentados, como el de los vasos comunicantes, ese
que tan útil resultó a los romanos en su sistema de acueductos. Hubiese sido de
esperar, por tanto que los socialistas recibieran en sus cisternas el aporte de
la sangría de Podemos, algo que no ha ocurrido. ¿Qué demuestra? Pues que los
electores entienden que los postulados de izquierdas en ambos territorios se
defienden mejor desde posiciones nacionalistas como las del BNG o abiertamente
independentistas como las de Bildu. El mundo de los trasvases es apasionante.
La última enseñanza
tiene que ver con Ciudadanos y la física cuántica y la demostración empírica de
que la nada no existe. En cualquier momento, algo puede aparecer de ella y
recibir masa. Los de Arrimadas eran en Euskadi la nada más absoluta y hoy
gracias al PP tienen, como Vox, representación en el Parlamento vasco. No hacía
falta ningún colisionador de hadrones para probarlo. Ahí donde le ven, Casado
es el verdadero campo de Higgs.
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