BOLIVIA: PARÓN A LA DICTADURA
ÁNGEL GUERRA
La derecha se está radicalizando, sobre todo en América Latina y el Caribe y, por supuesto, en Estados Unidos. Es muy común que realiza acciones cada vez más contrarias al “imperio de la ley” que tanto cacarea. Pero recibe duros contragolpes, como lo verificamos con el 10 por ciento de sus fondos de pensión arrancados por los chilenos al insolente Piñera; los oídos sordos, cuando no indignación, de muy amplios sectores populares mexicanos y argentinos a la feroz campaña -con ribetes claramente golpistas- de los medios e intelectuales de derecha contra los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández; la firmeza y audaces tácticas contra la brutal represión de Trump de quienes protestan en Portland y en otras ciudades. Por no hablar del heroísmo de venezolanos y cubanos ante las crecientes medidas de asfixia del magnate ocupante de la Casa Blanca, “dictador de segunda” según Noam Chomsky. En esta perspectiva se inscribe el tremendo parón popular del martes pasado en Bolivia. La Confederación Obrera Boliviana (COB) y el Pacto de Unidad, aglutinador de las organizaciones indígenas y campesinas, convocaron a una movilización contra la dictadura de la autoproclamada Jeanine Añez y dieron un plazo de 72 horas al Tribunal Supremo Electoral (TSE) para que anulara su decisión de posponer las elecciones generales hasta el 18 de octubre y restableciera su convocatoria para el 6 de septiembre. De no hacerlo en ese plazo, estallarían una huelga general. Pero en cabildo abierto celebrado en la combativa ciudad de El Alto los participantes en una de las mayores movilizaciones contra el régimen de facto, decidieron que la huelga entrará en vigor en ese mismo instante, combinada con ayunos y bloqueo de carreteras.
El TSE, bajo fuerte
presión de la señora Áñez y de la ultraderecha, ha venido amparándose en la
pandemia para posponer la celebración de los comicios alegando una supuesta
preocupación por la salud de los bolivianos. Pero esta en nada concuerda con la
extremadamente ineficaz y corrupta gestión de la enfermedad por el régimen de
Áñez, que -junto a otros muchos agravios contra los bolivianos y bolivianas- ha
provocado un enorme descontento y rechazo popular a su ejecutoria. Pruebas de
ello son no solo esta y otras movilizaciones realizadas el martes, como en
Cochabamba. También una encuesta en la que 71 por ciento de los consultados se
pronuncia por efectuar la elección el 6 de septiembre. Una idea clara de la
criminal y desastrosa actitud del gobierno de fuerza ante la pandemia la ofrece
el dato de 2.720 fallecidos por La Covid-19, y contando, de Bolivia, contra los
87 de Cuba, con aproximadamente la misma población. Si la victoria electoral de
Evo Morales hubiese sido respetada, no cabe ninguna duda de que el daño
infligido a su país por el coronavirus hubiese sido mucho menor. Y es que desde
el primer día en el gobierno la señora Áñez y su pandilla se dedicaron a
desmantelar y saquear las empresas públicas y la estructura estatal que hacía
posible el alto y sostenido crecimiento de la economía del país andino,
revertida en vastos programas sociales que protegían y elevaban constantemente
el nivel de vida de los sectores más vulnerables de la población. Hoy esos
programas se vienen abajo. Eso sí, en su primera semana de gestión los
golpistas desembolsaban 5 millones de dólares para las fuerzas armadas. De la
misma manera, han cancelado y obstruido los programas y mecanismos que
estimulaban y fortalecían el ejercicio de los derechos colectivos e
individuales de las comunidades y pueblos indígenas, mestizos y
afrodescendientes y hacían posible su participación e influencia política en
las acciones de gobierno. Lo que intentan los golpistas es volver a la
república oligárquica, donde solo una pequeña élite blanca y mestiza de ricos
tomaba las decisiones.
La tragedia de la
dictadura de Añez es que solo puede sostenerse en el poder con el estado de
excepción que la pandemia les ha propiciado arreciar. En todas las encuestas se
comprueba que la señora carece de apoyo popular y, a la vez, la gran aceptación
del candidato del Movimiento al Socialismo Luis Arce. De modo que de celebrarse
elecciones limpias, el partido de Evo Morales y sus candidatos resultarían los
grandes ganadores. La otra alternativa que le quedaría a los golpistas para
permanecer indefinidamente en el Palacio Quemado, como es su trastornado
objetivo,sería llevar a cabo un mega fraude electoral, que, previsiblemente, el
pueblo boliviano rechazaría con acciones muy contundentes.
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