EDUARDO SANGUINETTI
FILÓSOFO Y POETA.
Más que nunca, se impone hablar
francamente, sin dobleces: sentir, pensar y decir, son la consigna. Mantener la
lucidez, no desesperar y soportar con dignidad este tiempo de transición.
Impedir que muera el genio. No dejarse llevar por la embestida del aparato
represor. Y quizá, lo único que se le escapa a este tiempo sin tiempo, es una
actitud plena de dignidad y ética, en temple y conocimiento de revelación
apocalíptica. Esta es la coherencia, la fuerza de cohesión que nos sostiene. Un
instante de verdad equivale a la eternidad, es la eternidad en un instante,
enfrentada al instante mercantil descartable, desechable y perentorio.
Me abstengo de buscar un sentido
de contrición a la existencia, se trata de un plano meramente humano sin la
respuesta de trascendencia y sentido que se podría encontrar en la religión y
las deidades a la carte. A través de mi agnosticismo humanista, solo deseo
consumar el placer de imprimir en términos de mi propia experiencia, la
realidad que me pertenece.
El hecho de preguntarnos día a
día si tiene algún sentido simplemente actuar en el mundo nos lleva hacia el
‘absurdo’ y un misticismo bajo presión pandémica. Absurdo ante una falta de
comprensión cabal del mundo que nos rodea en un punto extremadamente
existencial y personal. Manifiesto que el hombre está dotado de una manía
irreparable de buscarle un orden, un sentido a las cosas, origen del absurdo y
del final de juego, donde comienzan a accionar los que huyen del planteo de
preguntarse ¿qué hacemos aquí?… son los que han construido un mundo para pocos,
juntando bibelots, son los parásitos colonizadores, que, cual virus de infecciones
asintomáticas, en la ubicuidad de su ser y estar, lo degradan todo.
La ambición mediática, al no
poder afiliarse a un ideal o una ideología política, sin causas éticas que
defender, ni demandas sociales que satisfacer, va por acumular dividendos
cuantiosos… mercenarios infiltrados en estas corporaciones económicas, hacen y
deshacen la vida de los pueblos, ¿caben dudas?… tantos nombres para dar,
tantos… lo dejo para lanzarlos en el momento preciso en que la crisis ya
instalada, sea irrefrenable, no falta demasiado.
Infinidad de ciudadanos de las
más diversas latitudes, desde las redes sociales, denuncian el espionaje y el
control ejercidos por el Estado, pero sin embargo son muy pocos los ciudadanos
que critican la vigilancia ejercida por las empresas privadas. Y no dudo que es
tan peligrosa esta como la de los estados, pues no cabe duda de que no haya
diferencia entre el Estado y las grandes empresas o corporaciones. Están unidos
por los mismos intereses de poder y sojuzgamiento de los pueblos… lástima que
no caen en la cuenta de que están unidos en un destino fraguado en usinas de
inteligencia.
Frente a las corporaciones
mediáticas, donde prevalece el optimismo, fomentado por la banalización de la
verdad. Corporaciones mediáticas que cantan la liberación de la mentira,
inmortalizan la “manipulación ideológica” y el “control social” detrás de sus
aparatos de producción cultural, meras herramientas de encuadramiento y
sujeción.
La dominación entonces: la
comunicación. La lógica interna de las industrias culturales implica sin
embargo la promoción de lo singular, lo sorprendente, incluso lo “anormal” de
modo que el estereotipo consumidor, se nutre de una incesante y siempre azarosa
fabricación de prototipos (discursos políticos, culturales, películas,
canciones, vestimenta, gastronomía, delitos).
Los medios privilegian el momento
técnico de la transmisión. A sus ojos, “medium is mesage”. De Edison a Bill
Gates, de Bell a Negroponte, se confía únicamente, con una temible disposición
en las propiedades intrínsecas de los dispositivos, postulando la mentalidad
política del medio emisor. Se olvidan de las tendencias para hablar de
performances.
El elogio del canal civilizador,
oculta la naturaleza de los flujos y sus efectos de avasallamiento. La transmisión
digitalizada y comunicada por las redes de la web, nos dicen hacen obsoletos el
Estado-Nación, pero se reemplazan las disputas territoriales por las batallas
de normas entre competidores -versión tecnológica eufemizada de la expansión
nacionalista-.
Rechazo proclamado de la
ideología, en realidad extremadamente ideológico, como es patente hoy en día en
la exaltación euforizante de Internet y la salvación por la autopista de la
información elevada a categoría de conocimiento: redes sociales y demás artilugios
demonizantes de la verdad y la vida.
La conexión digital de todos con
todos, se presenta como panóptica panacea, camino por fin descubierto hacia la
expansión planetaria del individualismo democrático. La inclusión en la red
como remedio imaginario a la exclusión, que en la realidad permanece más que
nunca en la historia, sirve para enfriar en la asepsia técnica una cuestión
caliente, claramente u oscuramente política.
La empresa mediática tal como se
da actualmente, es un capricho megalómano y no un intento de saber reflexivo,
sin siquiera examinar sus propias debilidades (lo que le hace obligatoria la
modestia, mal que le pese).
El trabajo de desencantamiento no
tiene fin, por suerte. ¿Cómo dudar que llegue el día en que algunos métodos de
análisis incongruentes llegaron a sustituir a la Cultura y la Política, por la
técnica?
Vivimos en un mestizaje de
dominios, una desfiguración de lo “sublime” por lo “trivial”, ‘catástrofes’ y
‘parábolas’ que desestabilizan todas las categorías intelectuales. Toma
‘status’ de religión, la ambición mediática, que, al no poder afiliarse a tal o
cual estadio del conocimiento ni a ideología política alguna, sin causa moral
que defender, ni demanda social que satisfacer, busca refugio en un purgatorio
perennis, entre el domicilio universitario perdido y el refugio “seguro” del
poder financiero megalómano. A partir de allí, cobra sentido la necesidad
epistemológica y hermenéutica de definir y establecer una nueva lectura:
estamos ante una realidad compleja, y dentro de registros y códigos de saberes
que fueron dejados de lado.
Vayan a hablarle de papiro y
códice a un exégeta de Plotino y Descartes, o a preguntarle a un lacaniano, que
sucedía con el “estadio del espejo” antes de los espejos… contratiempos
previsibles, que no impedirán encontrar algún estímulo maníaco en las palabras
de Hegel: “Si la realidad es inconcebible, será preciso que forjemos conceptos
inconcebibles”. ¿Cómo dudar, ante la canibalización de la humanidad, que ha
llegado el día en que algunos métodos de análisis incongruentes, llegaron a sustituir
a la Cultura por la técnica?
Establezco a través de mi
apocalipsis personal, la más formidable revelación de la inmundicia
plutocrática, burguesa… nada nuevo, sólo una rutina que calará hondo en el
devenir de esta tierra pródiga en exhibicionistas, chivos emisarios,
traficantes de la muerte.
Enemigo de las conveniencias,
oportunismos y especulaciones, fui, soy y seré irrecuperable para la burguesía
de izquierda o de derecha… jamás me acomodaré bajo las faldas de esta señora,
donde están empantanados entre olores fétidos, las lacras que dominan el
mundo... aún en el imperio del Covid-19... y no lo olvidemos: “Ellos mandan
hoy… porque tú obedeces”, Albert Camus.
(*) filósofo y poeta.
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