LA CENSURA DE LOS OFENDIDITOS
POR MANUEL
CARMONA CURTIDO
Si hablamos de “Censura” a muchos nos vendrán a la mente imágenes en blanco y negro de una de las épocas más oscuras de la historia de España. Durante cuarenta años de dictadura franquista, el Estado se vio en la obligación de “velar” por la moral del pueblo español, evitando así una sociedad crítica que cuestionara los parámetros que regían el nacionalcatolicismo imperante. Pero la censura no fue un hecho exclusivo de la dictadura franquista, todos los regímenes dictatoriales la han aplicado de una u otra forma, pero no han sido los únicos en hacerlo, son muchas las “democracias liberales” las que han implantado algún tipo de censura, dirigiendo así la mentalidad de la población y evitando la crítica y el cuestionamiento del orden establecido, son famosas las imágenes de la quema de libros “subversivos” durante la “caza de brujas” (persecución de comunistas) en Estados Unidos durante los años cincuenta, o la condena a artistas españoles por cantar contra la monarquía.
La Real Academia de
la Lengua Española define “Censurar” en su segunda acepción como “Corregir,
reprobar o notar por mala alguna cosa”, por lo tanto, la persona o Estado que
practica la censura se ve con el poder de decidir que es o no es bueno para la
población, actuando de forma paternalista como si la población no tuviera la
capacidad para distinguir entre el bien y el mal. La Censura por tanto siempre
está de parte del poder establecido perpetuando los valores preestablecidos sin
opción a crítica.
En la actualidad
son muchas las voces que piden censurar tal o cual discurso, por norma general
se solicita censurar aquellas opciones que no están en consonancia con aquellos
valores o ideas con los que nos identificamos y como protesta se plantean
acciones contra expresiones ofensivas, dando pie a un nuevo colectivo social
“los ofendiditos”.
La “Censura” como
tal es profundamente antidemocrática, ya que coarta la libertad de expresión,
manipula la libertad de pensamiento, elimina la capacidad de analizar,
objetivar y criticar una acción establecida. Son muchas las personas y
organismos que, con el fin de no “ofender” a una parte de la población,
practican la autocensura, evitando así ser atacados por los “ofendiditos”.
Las cuestiones “censurables”
suelen estar enmarcadas en los ámbitos de las ideas, como: literatura; hace
poco se planteaba la cuestión de si era buena idea reeditar “Mi lucha” de Adolf
Hitler. Discursos políticos; apología de todo aquello que cuestione el status
quo establecido bien sea por la derecha o por la izquierda. Música; apología
del terrorismo, machismo, etc. Cine; películas donde aparece sexo explícito,
aunque en ningún caso se pone en cuestión aquellas películas con violencia
explícita donde los conflictos se resuelven a base de tiros o puñetazos.
La solución estaría
en formar ciudadanos críticos que tengan la capacidad de analizar, objetivar,
criticar, plantear alternativas, etc., en vez de tratar a la población como
niños inmaduros a los que hay que guiar y mostrarles que deben y no deben
pensar o hacer. La censura siempre es una opción más cómoda que invertir en
educación y formación. Entre otras cosas porque deja intacto los valores
prestablecidos por las clases dominantes.
“No hay dos formas
de ser libres, o se es enteramente, o se vuelve a ser esclavo” M. Robespierre.
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