INVITACIÓN A LOS
CLÁSICOS
(Una
lectura de Imitación de clásicos
de Antonio
Lorenzo)
CECILIA DOMÍNGUEZ LUIS
Fue una sorpresa encontrarme con un libro de
poemas del profesor y académico, Antonio Lorenzo, al que siempre tuve por un
excelente profesor e investigador sobre Dialectología, pero nunca pensé que
escribiera versos, como él mismo afirma en su epílogo: « Hace mucho tiempo que escribo versos. He intentado averiguar
por qué…», y yo me pregunto no el porqué lo hizo sino por qué no los había
publicado antes, aunque «Nunca es tarde si la dicha
llega».
Porque Imitación de clásicos, libro
publicado recientemente por Ediciones IDEA es, al menos para mí, una invitación
a volver a reencontrarnos con ellos. He aquí mi razón para afirmar tal cosa:
El libro empieza con una parte que, ya desde su
título, A la sombra del mar, que toma de un libro de Manuel Padorno, nos
habla de su pertenencia a un lugar. Y esa pertenencia que se reafirma en voces
como gánigo, Teide, guaydil, o la presencia incontestable del mar y su maresía,
se une a la tradición literaria de los
clásicos, de tal modo que esa unión entre persona, territorio y evocación de
lecturas- unas más lejanas en el tiempo que otras- nos despierta el deseo de
volver a esas estrofas clásicas en la que los grande poetas nos hablan de las
preocupaciones fundamentales de la humanidad: la vida, el amor, el paso del
tiempo, la muerte.
Y es que los poemas de este libro,- escritos su
mayoría en sonetos y metros clásicos- donde la isla aparece como un lugar donde
estar y ser, Con su mujer de siempre y sus amigos… En el rito ancestral de
la vendimia, nos hacen volver la vista hacia aquellos que han prevalecido
en la memoria literaria y emocional de su autor, en el que veremos las
reflexiones de un Calderón o un Quevedo, la ironía de este, de Lope de Vega, o
de Cervantes en su Autorretrato, el carpe diem de Garcilaso, etc.
Y así nos encontramos con un soneto que comienza
con ¿Catorce versos hacen un soneto?, que nos remiten inmediatamente al
de Lope Un soneto me manda hacer Violante, o al Calderón de La vida es
sueño en otro soneto donde en uno de los versos afirma Antonio Lorenzo: La
vida es sueño y un sueño no se olvida. Este verso, después de haber leído,
en el poema anterior uno tan impactante- y para mí lorquiano- como Moribunda
a la noche le clava el gallo un pico, nos pone en aviso de que el poeta no
va a hacer concesiones a su memoria ni a sus preguntas sobre la vida, como la
que hace en el soneto que comienza con Quién
no se ha preguntado qué es la vida/ Qué o quién aviva la materia inerte! que recuerda poemas de Quevedo como ¡Ah de
la vida!...Nadie me responde…
Se suceden los guiños a poetas como Rubén Darío
y, si hablamos de poetas canarios, nos encontraremos con evocaciones a Domingo
Rivero: Este cuerpo en que vivo como puedo/ y a que a pesar de todo quiero y
cuido, o Arturo Maccanti y su poema Amor o nada, al que Antonio
Lorenzo responde con un soneto en cuyo final afirma: Porque todo es amor y
amor ya es nada.
Todo el libro Imitación de clásicos es un
recorrido emocional y reflexivo no solo por estos poetas sino, y sobre todo,
por la existencia de autor, con sus momentos de claridad, de amor, de reafirmación en el vivir y sus momentos de
ausencia, de despedidas dolorosas, de la constatación del paso del tiempo,
donde no falta la comparación manriqueña de los ríos con la vida, en un hermoso
soneto en el que dice: Yo no soy como un río, soy un río, que pertenece
a una parte de libro que titula La vida es triste, amarga y pesa, donde
sorprende un poema que dedica a su sillón: Este sillón que me recibe/ con
los brazos abiertos….Se quedará vacío, olvidado/ el día que me vaya
/definitivamente. Versos que nos remiten a Juan Ramón Jiménez y la certeza
de la permanencia de lo demás, cuando ya no estemos.
En Memorias, la penúltima parte de este
libro. Antonio Lorenzo hace un repaso breve pero intenso de su vida, con
aquellos episodios y personas, - sus padres, sus amores- que más lo marcaron y
que le hacen escribir versos como: De un solo golpe me hizo, me hice
hombre,/ el grito aquel,/ aquel grito revuelto con mi nombre.
Este recorrido vital y literario culmina con El
fin no es el final, donde cada poema es una nueva reflexión sobre el amor,
la existencia y el paso del tiempo, y en donde descubrimos Todo el dolor que
la verdad nos cuesta. El tú y el yo ante la presencia de Dios: El gran
ausente, que le hace preguntarse sobre la naturaleza de la verdad y sobre
la poesía misma de la que acaba afirmando que: De todo lo que siente el
corazón habla la boca.
El poeta se despide de Imitación de clásicos
deseándole a su libro lo mejor, como lo haría un padre ante la necesaria marcha
de sus hijos: Que salgan a la calle a ver si son capaces de valerse por sí
mismos. Y así nos deja.
Iris Murdoch, en su magnífico libro de ensayos La
salvación por las palabras dice: «El escritor
siempre ha sido importante, pero ahora es que es absolutamente esencial, porque
dice la verdad y defiende las palabras.» Dos
características que van muy unidas al ser y el hacer de Antonio Lorenzo.
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