miércoles, 22 de mayo de 2019

MADRID CON MÁS SALSA QUE NUNCA


MADRID CON MÁS SALSA QUE NUNCA
GERARDO TECÉ
Los que somos periféricos sabemos lo pesado que es que cuando llueve en Madrid la noticia sea que llueve en España. Pero, si hablamos del 26M, por muchos municipios y autonomías que haya en disputa, hay que empezar por la capital. No por capitalidad, ni mucho menos, sino porque las elecciones a la Comunidad de Madrid tienen más salsa que cualquier menú mexicano. Cuando en la cuna del Tamayazo las encuestas auguran un empate técnico que podría propiciar un cambio de color, es imposible resistirse a seguir la historia de cerca.



El Grupo PRISA organizaba el que iba a ser el único debate con los seis cabezas de cartel sobre un mismo escenario. Ángel Gabilondo por el PSOE, Isabel Díaz Ayuso por el PP, Íñigo Errejón por Más Madrid, Isabel Serra por Unidas Podemos, Ignacio Aguado por Ciudadanos y Rocío Monasterio por Vox. La primera gran decepción, la ausencia de Díaz Ayuso. Los fans de la autora de tesis políticas del tipo “en Madrid se echan de menos los atascos” esperábamos ver a Díaz Ayuso improvisar ideas en directo y sin guión frente a sus rivales, como si se tratase del último suspiro de Juego de Tronos. Hubiera sido histórico, pero no ha podido ser. Díaz Ayuso ha argumentado que anoche ya fue a otro debate y que buff, mucho jaleo me parece a mí ya esto.

Junto a la silla vacía de Ayuso se las vieron los otros cinco. Tres de ellos con opciones de ser el próximo presidente de la Comunidad de Madrid según las encuestas que auguran una foto finish en el sprint final. PP, PSOE, Más Madrid y Ciudadanos andan a codazos en un intervalo de menos de diez escaños de diferencia. Ángel Gabilondo empezó el debate como buen profesor que es: pedagógico, tranquilo, intentando enriquecer aquello, con buen tono. A medida que la lucha argumental le iba obligando al duelo con los candidatos de Ciudadanos y Vox, el profesor parecía languidecer, como languidecen los profesores que en mayo descubren que sus alumnos llevan desde el principio de curso sin escucharles. El momento álgido llegó cuando Gabilondo, como un maestro que aún tiene esperanzas por salvar al de la última fila, le preguntó a Rocío Monasterio si ella consideraba que organizaciones como Cáritas o Save the Children eran “chiringuitos”. Tras un periodo de reflexión de aproximadamente medio segundo, la candidata de Vox recordó que era la candidata de Vox y que ese cargo te permite responder lo que te salga del nacionalcatolicismo. Si se hubiera bajado los pantalones meando sobre el escenario, la cara de Gabilondo hubiese sido la misma que con la respuesta que recibió. “Pues sí, también son chiringuitos”, respondió Rocío Monasterio. Detrás de las gafas, los ojos del candidato del PSOE decían “baja por depresión”.


El proceso del candidato madrileño de Ciudadanos, Ignacio Aguado, por ser Albert Rivera, se está completando con éxito. Ya está clonado al 80%. Le falta soltura a la hora de sacar cartelería, pero la gesticulación, los tonos verbales, el manejo de la comunicación con las manos y el estilo de debate pasivo agresivo los tiene perfeccionados. Aguado se dirigía a Gabilondo exactamente como Rivera lo hacía con Pedro Sánchez en los debates de las Elecciones Generales. La idea de abrir franquicias de Rivera en cada uno de los candidatos naranja sería un éxito de no ser porque ver a Aguado enfrentarse de esa forma tan impulsiva y ultra excitada a Gabilondo resultaba chocante. Uno esperaba que, de un momento a otro, hiciera un chascarrillo con el Falcon de Gabilondo o con sus tonteos con la ETA. La inteligencia artificial acaba de nacer, no hay que perder la esperanza. Pero, de momento, no funciona.

Si Aguado pretendía hacer de Rivera en los debates, quien lo consiguió –si por conseguirlo nos referimos a llamar mucho la atención– fue Rocío Monasterio. Suyos fueron la mayoría de hits de la velada. Sin importar el porqué ni el contexto, se refirió a Pablo Iglesias como “el marqués de Galapagar”. Para entender el gusto innato de la ultraderecha por el espectáculo es obligatorio explicar que Rocío Monasterio no es contraria a los chalets ni a los marquesados. De hecho, ella es dueña de una mansión en Chamartín y esposa del hijo del Marqués de Valtierra. En un bolo anterior, la candidata de Vox contó la anécdota de aquel día que llevó a su hija al médico y en la sala de espera se encontró con 160.000 inmigrantes guardando turno. Claro, le dieron las tantas. En este último bolo, Monasterio ha vuelto a tirar de infancia para denunciar que a los españoles ya no les dejan contarles a sus hijos ni el cuento de Caperucita ni el de la Bella Durmiente. Cuando ella sea alcaldesa eso cambiará. Como broche del conjunto de medidas para los madrileños, la candidata de Vox ha propuesto que los eurodiputados de Podemos vayan en bicicleta a Bruselas porque el avión es contaminante. Ahí se vería la coherencia de los rojos. Si el Madrid que madruga no apoya masivamente a esta mujer, es que España ha perdido la cabeza empezando por la capital.

Isabel Serra y Errejón se sentaron separados. Entre ellos, un Ignacio Aguado enriverizado hacía de muro y entretenimiento frente a la tensión de ver un partido partido en dos. Como en el pressing catch, se lanzaron poco y sin tocarse. Casi ni se miraron. Tras la enésima barbaridad salida de la boca de la candidata de Vox, Errejón agarró del brazo a Ignacio Aguado y le preguntó: ¿en serio estás dispuesto a gobernar con ellos? El programa informático de Aguado le devolvió a Errejón una respuesta del tipo “pues a vosotros os gusta Lenin”. Isabel Serra casi se atraganta de la risa con eso de Errejón y Lenin en la misma frase.

Del debate salió la confirmación oficial de lo que ya se sabía: las tres derechas y las tres izquierdas irán en bloque para formar Gobierno en Madrid, de uno u otro signo. El partido que nació del 15M para cambiarlo todo trae la incertidumbre de si los escaños por la izquierda serán suficientes o no para que algo cambie. El domingo sabremos si la división del Podemos madrileño en dos partidos será una anécdota aritmética o un drama matemático.

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