domingo, 19 de mayo de 2019

LA SOMBRA


LA SOMBRA
DUNIA SANCHEZ
LA SOMBRA

1
Temprano se asoma el sol en este planeta. La primavera brinda un paisaje a mis ojos gris, melancólico, de dejadez. Ahora embriagada de un parto donde el dolor es imprevisible, es inexacto, es fatigador, son latigazos que solo los siente la que haya pasado por esto. Por esto y sola, aquí, en una choza de lata, donde la miseria abulta más y más mi desesperación, mi sudor frío inacabable. Yo, María, hija de un mal destino estoy dando a luz en una pobreza de cuchillos. Dolor, mucho dolor. El, se ha ido. Ha desaparecido tras la cortina de una vida nutriéndose de la mía. En busca de otra para someterla a sus torturas, al alquiler de su sexo, de su cuerpo por horas ¡Ah¡ El dolor es agónico, sal ya de este vientre mío. Parezco que mi conocimiento se evapora, que mis fuerzas están quebradas ajenas a lo que pueda suceder después. Llevo un hijo, una hija , qué se yo, dentro y ya es la hora.
Me ciño a un pañuelo y muerdo hasta sangrar por la boca. Grito y grito y nadie me escucha. Estoy aislada en la asquerosidad de esta existencia. Me desoriento y un puente me lleve  a las sombras de mi vida, una vida hundida en la droga, en el alcohol, en los guarros. Me doy asco, ahora, cuando el parto ha venido ¡Qué será de esta criatura¡ Sola, en no sé dónde. Hay que sobrevivir ¡cómo por Dios¡ El dolor hace agujeros a mi verticalidad. No, no puedo. Tal vez la muerte esté rondándome. Respirar hondo, jadear ¡sal ya de mi¡ ¡Ya¡ ¡Ya¡ Estoy desquiciada, inmersa en una angustia que clava con sus agujas ardientes mi estómago ¡Usada¡ ¡Solo he sido usada¡ ¡Usar y tirar¡ Tengo frío, mucho frío. Nadie viene por mucho que chille, solo, el desahucio, la marginación. Sola. No hay amigos, no hay amigas, no hay nada ¡Ahhhh ya¡ con mi conocimiento mermado siento un llanto, un llanto de un niño. Estoy cansada, muy cansada. Qué la mierda de vida me dé un tirón para verlo, para verla. Quiero y deseo ¡No¡ Gotas caen sobre mí. Está lloviendo en esta choza de mierda, con toda la basura a mí alrededor. No quiero dormir, no quiero dormir pero un peso superior a mi cae en mi cuerpo y siento que me voy. Frío, tengo mucho frío. Su llanto, su llanto interminable. Está vivo, está viva. No me puedo mover ¡Muévete¡ ¡Muévete cuerpo mío¡ ¡Ay¡ No puedo más ¡No¡ no puedo más, mis pensamientos se cubren de oscuridad, mis ojos caen y caen vertiginosamente en una bruma mortal.


2
Las horas crecen, una fina lluvia resbala por su tez y despierta con la fatiga prieta en su pecho. No oye nadie. Intenta levantarse y recuerda que ha dado a luz. Se mira, corta el cordón umbilical y el pequeño comienza a llorar. Su rostro sucio más el mal que recorre su espalda desaparecen en medio de un sonrisa de sus sentidos. Se incorpora y el temblor de su cuerpo en esa cabaña del infierno le evoca una cierta firmeza ante aquel bebe. María..María, así es como ella se llama envuelve al niño en un manda deshecha, derruida. María, María da unos paso con el bebe en brazos y se detiene. En sus muslos de mujer rajada con el tiempo la sangre no deja de correr. Se esfuerza y María sabe que en algún lugar seguro lo tiene que dejar. No, no quiere cuidarlo, ni puede. Sale de esa maldita cabaña y la llovizna juega con una neblina que no le permite concretar sus pasos. María, María aunque no puede, aunque la fatiga le ingesta la fatalidad, camina sin rumbo ¿Qué buscas mujer? El delirio con su bebe en el pecho no la vence, no la condiciona para continuar ¿A dónde vas mujer? Otra vez esa voz impertinente en sus pasos, en su andar desbaratado, desequilibrado. Parece que va a desmayar, un mareo navega en sus venas. No deja de sangrar y sangrar. Voy dónde este niño quede protegido, voy donde la maldad se acto de desgana, voy donde los retorcidas miradas no adviertan de donde viene, voy donde dejarlo y yo poder descansar. Me da igual todo, está ciudad me pesa, pesa demasiado. La basura me consume, tanto, que este es único bien que haré y después…y después no sé. No puedo, no puedo. Mi estado me rompe, me patalea desmesuradamente. Y caigo, caigo en un pozo donde la sombra de mi ayer me corroe ¿Dónde? ¿Dónde dejarlo? Ya no puedo más...¡no puedo más¡ Pero de sé de una clínica cercana ¡Aparece ya¡ ¡Débil¡ Estoy muy débil, en cualquier momento caeré y después…y después no sé. No sé si sobreviviré. Ahí está. María pierde el equilibrio pero deja el pequeño en la puerta del hospital. Ella, sin saberlo, huye y huye, corre con la sangre en sus muslos, corre en un sudor punzante que la aleja de la zona, corre con el convencimiento de que nadie la ve, corre por las aceras cenizas sin dejar rastro de su llanto, de su dolor. María vuelve a la choza. No sabe cómo ha llegado y se tumba en su miseria.


3
Estoy delirando, no puede ser, todo se vuelve blanco…muy blanco. Paredes blancas, sábanas blancas, silencio blanco. Todo es limpieza y miro a mi derredor y solo logro halcanzar una ventana donde la luz que penetra incide en mis ojos. Intento incorporarme pero mis manos están atadas al hierro de esta cama. Sí, estoy en una cama donde el olor no se distingue. Parece que me recupero, pero si no mal recuerdo me hallaba en una choza de techos de plásticos y más plásticos, pero si no mal recuerdo había parido un niño, una niña no sé, pero si no mal recuerdo la deje en alguna puerta para salvar su vida, pero si no mal recuerdo volví bajo a mi cueva. Ahora estoy aquí, en un lugar donde la nitidez es evidente, alguien abre la puerta y entra con bata blanca. María hospitalizada, la han traído en el chillar incesante de una sirena. Alguien ha seguido sus huellas y la ha encontrado. Ella, en medio del caos no se ha dado cuenta. María observa todo y se siente en paz, una paz inundando su respiración que es rítmica, pausada. María no entiende que la hayan amarrado y deja de hacer el esfuerzo por desquitarse de esas cuerdas. María es mirada por un médico de blanco, por una enfermera de blanco y tras ellos alguien vestido de calle. María cavila más allá de su reconditez, aunque, perezosa de razonar , sabe a lo que han venido. ¿Qué será de ti? Ah, pobre desgraciada. Escucha María un sentido que la hace desdichada. ¡Qué será de mi¡ Y María espera a que ellos hablen, el médico de blanco, la enfermera de blanco, el vestido de calle. Has infringido la ley María, le dice el médico de blanco. Sí , la has infringido dice la enfermera de blanco y tras ellos el vestido de calle. Irás a la cárcel, no hay otra solución. No tienes nada, tu vida te ha llevado a esto, al final entre rejas. Y no te culpo a ti María, ¿María, es tu nombre? Veinte años María…veinte años entre rejas, no hay otra, no tienes nada. Me pongo en su situación María y la comprendo. No, no llore. El comisario quiere hablar con usted, quiere saber lo que sucedió. Sabemos que aún está muy frágil María, ¿puedo llamarla así? Aunque aquí todos imaginamos la situación, su vida por…Pero dígame por qué no pidió ayuda antes, usted tendría que saber que estaba embarazada. Me va decir que existen fuerzas mayores a su estado. Me va decir que lo ignoraba. Me va decir que se lo impedían. Me va decir que creía que todo sería distinto, que todo cambiaría. No, María, el humano cuando es engullido por la maldad lo sigue siendo. Le da igual todo, incluso su muerte María ¿Quiere decirme algo? Sus ojos están repletos de incomprensión,  de un sin saber el por qué de su destino. La cárcel María, ha dejado abandonado un bebe. Veinte años María. Ya el mañana dirá, no quiero hacerle daño más de él que le han hecho. Pero María no huiste cuando debías de huir, de ese chulo lleno de hipocresía. No me pregunte por él. No sabemos nada, estará con otra. Usted es lo único que nos importa ahora. La hemos encontrado en una chabola con un charco de sangre a su alrededor. No diremos quien no los dijo. Pero fíjese usted, recién a dada luz y andando sin orientación en esta ciudad ante la mirada de los que pasaban al lado suyo. No, no se dio cuenta en su razón eclipsada en esos instantes.  María deja de mirarlos , guía sus ojos hacia el techo. Un recorrido maligno, desagradable, incómodo es imagen de toda su vida hasta ahora. Cierra los ojos y se siente cansada. María, sabe de este camino arduo que le espera, un camino que no sabe si será peor o mejor que la otra vida que llevaba. María pierde el control y llora y llora ¿Qué va ser de ti María?....


4
Me dicen que el niño ha muerto ¡No¡ Yo lo oí llorar y llorar. Me dicen que la imprudencias de la vida se pagan ¡Si¡ Pero mi vida vertiginosa no tiene nada que ver con él ¡No¡ Yo lo oí llorar y llorar. Me siento hastiada, me siento herida, me siento rabiosa, me siento descender en un abismo donde mi vientre se encoge, se engarrota, se asoma a un precipicio de tumba. Me dicen que el niño ha muerto, me lo reiteran una y otra vez. Y yo le digo ¡No¡ Yo lo oí llorar y llorar ¡Mi vida¡ ¡Mi vida, ay¡ involucrada en las miserables manos de la droga, en las manos tétricas, demoniacas de la prostitución ¡No¡ no me quieren decir la verdad, me dicen que el niño ha muerto. Yo no tengo la culpa ¡No¡ no soy culpable ¡Sí¡ si soy culpable. La duda se encara a mí y un muro de ortigas me balancea al vacío. Vacío vientre, vacía existencia. Yo lo oí llorar y llorar. No, no me escuchan. Solo dicen sin mirarme a los ojos que ha muerto. Mis ojos, vagos, febriles, petrificados, cansados. Y no me mira, yo quiero que me mire ¡Míreme mujer¡ La mentira absorbe la verdad, la mentira hace una tapia de enredaderas punzantes donde no tiene cabida los ojos frente a otros ojos. Yo lo deje en una puerta ¡Sí¡ un hospital. A lo mejor es este, pero mujer ¡míreme¡ No me niegue la verdad. Y estaba vivo, yo lo oí llorar y llorar. No se marche, al menos desáteme las manos. No voy a escapar ¿para qué? No hay salida en mi vida. No tengo nada, ni a nadie. ¡No¡ no se vaya. Solo quiero escucharla ¿qué va a ser de él? No me entiende, yo soy la madre. Sí, la madre aunque ahora no lo pueda ver, aunque no lo pueda acariciar, aunque no me quiera decir nada ¡No comprende¡ ¡No¡ no me diga más que está muerto ¡Vírese¡ ¡Deténgase¡ ¡Dígame, por muy puta que sea tengo derecho a saber¡ ¡No’¡, no me entiende, usted es la única que me puede ayudar antes…Ya sabe, antes que ingrese a prisión. Solo quiero saber si está bien, solo eso. Está muerto, son las únicas palabras que revela. Yo no le voy hacer daño, compréndame. Solo soy una desgraciada de la vida. No tome prejuicios falsos de porqué soy lo que soy. Póngase en mi lugar , un hijo, el abandono, la dejadez, la droga y todo lo que se mueve a su alrededor cuando solo hay hambre, ¡mucha hambre¡ ¡No¡ no soy culpable ¡Sí¡ si soy culpable. No puedo más, deme un vaso de agua, la fatiga me arrebata el aliento. María pálida. María vencida. María rajada pero a la vez inconclusa. La enfermera le trae un vaso de agua pero no la mira. No quiere mirar el dolor, no quiere mirar la miseria humana, no quiere mirar la pena reventando a María…


5
María , la prostituta de la planta cinco insiste en ver a su hijo, qué no está muerte me ha repetido incesantemente. Yo, doctor, no he podido mirarle, plasmar la mentira me traiciona, me columpio en grietas de donde emana la lástima. Siento lástima por esa mujer ¿ No es posible Doctor decirle la verdad? Sé que es duro y tal vez no se lo merezca. Ella no tiene la culpa. El caos, el desequilibrio de su vida la ha llevado hasta las sombras, hasta la oscuridad, hasta una cueva donde no ve la luz. Ella, quiere verlo, quizás Doctor podríamos hacer algo. Que no se enteren la justicia, solo verlo. Usted me mira con su pregunta ¿Cuál será la reacción? No lo sé, veo a esa chica, María, una buena persona donde vaya usted a saber las turbulencias que ha habido en su existencia desde que vino al mundo. No creo que le haga daño al crío. Además está atada. No sé lo que es lo mejor. Usted quiere evitar drama y espectáculos en el hospital. Pero hay que comprender que es su hijo. Qué mala suerte el pequeño. Que mala suerte la madre. El destino de él no se cual será, alguna casa de acogido para después en adopción, esperemos que dé con buena gente. Ella, entre rejas por una larga temporada, después saldrá. Ya lo entiendo, después saldrá y puede que vaya en su búsqueda.  A no ser que su vida exista un giro, creo que esto la ha hecho pensar muy profundamente e irá a su encuentro, no lo dude doctor. A esa mujer, no puedo engañarla más. Me presiona. Le dejo en su cavilar lo quiera hacer, si que lo veo o no. Vaya primavera doctor, todo se altera. Hasta yo que nunca me he visto en esta situación me deprimo. La lluvia parece que no va cesar hoy, una lluvia estrambótica, destructiva. Si digo yo que ya no sabemos cuándo hay inviernos, otoños, primaveras, veranos. Si digo yo que el curso que nos entabla la vida es difícil. Yo doctor, solo soy una simple enfermera, un personal más que trabaja en esta clínica. Pero este caso me clava, no me deja distraerme, solo soy fijo pensamiento en esa mujer, María. Sí, doctor, se llama María. Porque hay que llamarla por su nombre provenga de donde provenga, a mi eso, me es igual. Estoy hablando de una persona que ha cometido muchos y muchos errores, creo que todavía existe el cambio de camino como las que cubren este mundo. Malas amistades, malas vivencias, malos todos. Qué aquí no nos salvamos ni nosotros, no dejamos ver a su hijo ¡Muerte¡ ¡Muerte doctor¡ Me mira y yo le miro, ¿qué hacemos? Una pequeña trampa, un pequeño trato de silencio por parte de ella. No sé, me siento confundida doctor. Sé que es muy arriesgado. Ya sé que no se fía de ella. Pero, hombre, qué puede decir. Nadie la creerá. Y que injusto es eso, de que nadie te crea. Me erizo, tiemblo, ya me dirá usted. Sabe de que esté recuperada ingresará en prisión después de juicio. No lo ha pensado…


6
Hoy en la mañana, una mañana que parece risueña en el canto de los pajarillos le he dicho que su hijo está vivo, qué está bien pero que no lo puede ver. Uhm…doctor ya está totalmente recuperada, pronto será el juicio. De la clínica a juzgado, del juzgado a la cárcel. Me ha mirado con cierta nota de tristeza, he presentido un quejido en su reconditez aunque ella no sepa ¿cómo es la vida doctor? Esa pobre mujer con sus torpezas, con sus vaivenes dislocados…no creo que sea culpa de ella, aunque la ley es la ley. La han llevado hasta el fango otros…vaya a usted a saber. Su familia, esos hombres de mirada afilada, de mirada de mortandad, de mirada marmórea, de mirada neutral, de mirada gélida la habrán manipulado y así ha terminado. Pero aun vive, le espera un largo recorrido. Quizás en la cárcel se desintoxique, quizás allí se alimente de buenas tonadas para respirar de la vida. Los años pasarán y volverá a la calle, ella tendrá tiempo de decidir lo que desea, es joven aún. No dijo nada cuando le dije lo de su hijo, su hijo está vivo. Una sonrisa alboroto su rostro repuesto, un suspiro emano en su silencio, en su callada manera de resignación. Me sorprendió y me dejo tranquila. Yo estaba muy nerviosa, no sabía como ella iba actuar. Sabe doctor, me da mucha pena, demasiada. No estoy preparada para estas cosas. Mire que me encontrado casos y casos, casos reales donde los críos han fallecido. Pero la mentira doctor…compréndame. El sol ha salido, se ve la isla de enfrente, esto quiere decir que va a llover. Por un momento nos deja un cierto respiro como ella en su calma. Después llegará la tormenta, una tormenta que no se avecina. Mientras seguimos en la cotidianeidad, ahora me tengo que ir, sigo con las pacientes. La enferma sale de la puerta del despacho del médico, el se queda solo, meditativo. Uhm, se dice, no sabe si la decisión tomada es acertada o no. Solo, piensa en la pesadez de su profesión, en lo difícil que es ante algunas situaciones. Uhm…ya llueve y con fuerza y con constancia y con severidad. Se queda mirando la ventana y observa como el agua engulle el asfalto, las aceras, todo lo que está a su paso. Uhm..piensa, no le gusta que la policía merodee entorno a él, al hospital. Aquí solo hay enfermos, gente recuperándose para lanzarse a la calle, a la vida. Uhm..se dice a si mismo, iré a  ver la paciente María. Quiere saber cómo va a actuar en su presencia, quiere saber de sus palabras ante la noticia de que su hijo está vivo.


7
Hoy es el día. Un día donde todo será alboroto y desazón. Pero voy tranquila, sé que está vivo aunque me han prohibido verlo. Quién cuidará de él, no sé, espero que alguna buena persona. Yo no tengo nada…nada. Solo este corazón que late ya sano, solo estás manos esposadas, esperando a que vengan a buscarme para ese juicio perdido. Solo trámites antes de entrar en prisión. Mi salud anda bien, mis emociones confusas, perdidas en el vaivén de los vientos bruscos de la vida. Me da igual quien lo eduque, quien lo cuide, solo espero que sea buena gente y que haga de el libre ave que surca los caminos bonancibles, benevolentes. No, yo no estoy preparada, me parece bien que lo hayan dado en adopción, en una casa de acogida, lo que sea con tal que emerja con el valor suficiente para enfrentarse a esta existencia, para que nadie lo pise, para que nadie hunda su mazo sobre su espalda. Valiente hijo mío, sé valiente, solo pido eso. Qué la mierda que me ha condenado a mi no roce tu tez, tu verticalidad. Oigo pasos, ya viene la policía. Me llevan sin casi tocarme, yo con mi propias piernas y serena los sigo ¡No¡ no soy culpable. El juez no para de preguntar y yo digo ¡No¡ no soy culpable. Me grita y grita, me trata mal…muy mal con su voz mortal. Respiro hondamente y pienso en mi hijo, en ese hijo que ha vivido. El juicio ha sido rápido, me declaran culpable. Culpable por muchas cosas que no logro entender en este mundo de abogados y jueces. Solo sé que soy culpable. Me conformo, mi hijo está vivo. Yo no soy la persona adecuada para educarlo ¡No¡ no lo soy. Solo soy un desecho de esta sociedad. Solo soy una marioneta de los hilos que han gobernado mi vida y ahora, sola, a prisión. Me pondré bien hijo mío, tal vez en un futuro, en un mañana incierto te conozca, te vaya a buscar ¡Ahora no¡ tengo que estar entera, tengo que estar curada, tengo que ser yo, tengo que recorrer un largo camino hasta que quizás pueda ir a buscarte. No para que vengas conmigo, solo un beso, solo una mirada, solo una caricia. Yo ya en tu vida no soy nada, solo un telón que no lograrás pasar. ¡No¡ no quiero que pases si algún día te dicen …sí, te dicen la verdad. Yo no lo deseo, me avergüenzo, como te haría comprender que estaba ciega, que yo tuve la culpa. Una llovizna fina cae de camino a la cárcel. Todos vamos en silencio. Mis ojos hartos de esta situación la mira y la mira. Soy como la lluvia caigo y desaparezco en las alcantarillas, en las cloacas. Esa ha sido mi andar por la vida. ¡María estás perdida¡ escucho los latidos del alma ¡María estás perdida¡ escucho el resoplar de mis  emociones.

8
Mis piernas pasan mi nueva vida, entre rejas, entre gente que a veces me mortificarán, que a veces me alegrarán. Todo puede ser. No sé si he hecho bien, le he dejado una carta a  la enfermera ¿por qué a ella?, me interrogo y las dudas me asaltan. Porque ella me lo dijo, me dijo que estaba vivo. Una corta carta para que se la a quien sea, a quien lo rescate de la suciedad, de la miseria. Estoy satisfecha, porqué no. Aunque no veré la luz de la ciudad durante años me recuperaré. Seré normal como dictan las reglas de la existencia. Ausente de las drogas y tal vez esta rehabilitación me ayude a levantar mi destino. Un trabajo, una techo erecto donde guarecerme…Me hubiera gustado verlo, no puede ser en estas condiciones por muy inocente que él sea, por muy pequeño. Me lo han prohibido, me lo han quitado como quien arrebata el bien a una persona no digna. Tendré que aguantar mucho, mucho…Asaltar mi conciencia y erigirme donde los vientos suenen bien. No, no estoy asustada. Sé que de este lugar seré transformación, huida de todo mal. Creceré y creceré, sola, acompañada. No sé cómo pero alargare mis virtudes, mis cualidades para una mejor calidad de vida. Entro y las presas me miran, no quiero que sepan de mi pasado, a nadie le interesa. Ahora soy yo, más vital, más crecida. Me quitan las esposas, me revisan, me examinan pero no me preguntan nada. Ya saben todo ¿Le llegará la carta a lo largo de los años? Sí, cuando su madurez sea vertical. Confío en esa enfermera de mirada ahuyentada ante mi desesperación. La lluvia se ha ido y un sol en su plenitud enseña su lengua broncínea, su lengua cálida en mis sentidos. Es curioso, cuando voy a mi celda, veo un huerto, hay mujeres trabajando en la tierra. Pero yo no. Pero yo sí. Haré todo lo posible, incluso estudiaré en la medida de lo posible para cuando vea las luces de la libertad conducir mis pasos por una vereda reconfortante. No será fácil, pero la crueldad, pero lo duro, pero los errores ya han pasado. Seré veraz, seré horizonte de esperanza, seré yo. Ese yo cautivo, desconocido en mi reconditez. Sacare lo mejor de mi sin que alguien me manipule. Me caigo. El vértigo repentino de las alambradas me causa cansancio. Pero podré superarlo, todo es acostumbrarse mientras edificamos un nuevo arco iris, una nueva etapa en las curvas que tiene la vida. Ahora que no soy de nadie, tendré que respirar, tendré que abrazar al rumor de la brisa que impregna mi rostro. Solo yo, sola comienza la curación, las raíces nuevas que crecerán a mi sombra.


9
Libre , soy libre. Se me han hecho corto los años, todo pasa rápido. Salgo de este enjambre de barrotes a otra vida y no me arrepiento del ayer. La educadora me ha echado un gran cabo. He estudiado, me he liberado la mierda y ahora puedo decir que soy humana, que soy mujer. Libre, soy libre. La emoción está en mi piel erizada, el temor porqué no también ¡Qué será¡ ¡Qué será de mi vida¡ Llevo una maleta más bien llena de libros, llevo una dirección donde me hospedaré hasta que alquile una casa, llevo un trabajo, en un supermercado. No me he maquillado, ello me hace presa del pasado. No, no quiero pintura de labios, de unas, de lo que sea para demostrar mi verticalidad. No tengo que demostrar nada a nadie, solo, tal como soy. Ahora la batuta la llevo yo, tomo dirección al hostal que creo saber donde se encuentra, en frente de un parque de grandes árboles, Sencilla y humilde, así soy. Basta ya de ser espejo de los demás. Cojo un taxi, el frío es afilado. Estamos en inverno, de repente comienza a granizar, siento el romper de las bolitas minúsculas en el coche. Mejor, así no me mojo y le doy la dirección a donde voy. El chofer no pregunta nada y es que nada debe preguntar, a que le importa mi vida, porque lo he cogido en las puertas de la prisión. Llegamos a hostal y me bajo. Me ofrece ayuda para la maleta pero arranco yo sola con ella y le pago, nada más. La granizada a cesado y todo en la pensión, el hostal , como quiera que se llame. Me abre y entro, se ve pulcro, limpio, claro. Le doy mi nombre y el recepcionista me da una llave con número. Cojo el ascensor hasta la tercera planta y entro donde será mi cueva durante un tiempo indeterminado, según me vayan las cosas. Una mesa con flores, una cama, un espejo, una ventana. No es muy grande pero es cómodo, confortable y silencioso. El silencio es lo más que adoro. Mucho ruido desordenado hubo en el ayer. Dejo mis cosas y me asomo a la ventana, da al parque que yo recordaba. Como escampa bajo escaleras abajo y cruzo. Me pierdo en ese inmenso parque donde árboles hermosos, grandiosos me cubren de la desnudez de las secuelas. Libre, soy libre. Sola, estoy sola. Recorro su camino de tierra batida, ahora fangosa pero me es lo mismo. Libre, soy libre. Nadie me llamará la atención. Solo hay en él un vigilante, me saluda y me siento en uno de sus bancos mojados. No pienso en el mañana, me produce nervios, una inquietud de que si lo haré bien o lo haré mal. Da lo mismo me dijo la educadora, en esta ruta de la vida siempre tenemos que aprender sin tener en vigencia la edad. Hace frío, mucho frío…pero es tan reconfortante este lugar, con sus árboles, con sus flores…muchas flores de cuyo nombre no sé. Me levanto y ahora que el segurita no ve me abrazo a un árbol, parece un laurel, este si lo se distinguir. Su olor me llena, inspiro y espiro, espiro e inspiro y me siento como en casa ¿en casa? No, no me equivoco. La casa llamada planeta tierra, he aprendido muchas cosas en prisión. Tantas, que duele. Duele que esta casa esté herida. Me han dicho del deshielo, de extinción de especies, de subidas de mareas, de enfermedades que antes no existían corriendo hacia su víctima, de temporales crueles, de un mar alimentado de plástico. Medito y no recuerdo, todo ello he aprendido. Lo voraz que puede ser el ser humano. La educadora me ha dicho que en mis tiempos libres estudie, me implique en cosas buenas aunque la fuerza brusca de la atmósfera descuidada que nos rodea vaya contra nosotros. Sí, soy libre. Sí, estoy sola. Auxiliare por esas mujeres de ojos vacios, de ojos blancos, de manos rotas, de muslos sangrantes a que salgan. Estamos a tiempo, a tiempo de nacer de nuevo. Se nace todos los días. Sí, todas las mañanas cuando el reloj sol nos advierte que debemos continuar en la vida, en nuestros sueños. Antes yo ciega. El segurita viene otra vez, siento sus pisadas y dejo de abrazar el árbol. Me ha transmitido tanta entereza, tantos secretos inconfesables que me emociono. Soy libre, si. Me gustaría gritarlo, pero no, me consideraría una loca, una desvariada, una borracha, yo que sé, una drogadicta. Además, no hay que alzar la voz muy alto, sino tímidamente, apocadamente para que todo salga bien, para sujetar lo que no está. No quiero tormentas en mi vida, lo evitaré de manera serena, con calma. Me siento de nuevo en el banco, no sé cuantas horas llevo aquí. Me da igual, el tiempo es relativo según se mire. Para mí solo ha pasado un pequeño instante que se reflejará eternamente en mi memoria. Para el segurita serán muchas horas, las horas deseas de terminar su trabajo. Y hace más frío, la noche viene. No, no quiero estar ya en él para que , la noche puede ser terrorífica, vibrante en miedo ¿Soportaré esta noche se soledad y silencio? Me ha dicho la educadora que escriba, que lea, que aleje ese jardín yermo de malos pensamientos de mí y entonces todo será luz, todo será vida. Leeré hasta quedarme dormida con la lentitud del nocturno, de las horas.  Todo son pruebas que hemos de saltar para salvarnos y no caer en el quejido de la oscuridad. Menos mal que es invierno, me no más que este frío metálico me estrecha, así descansaré mejor. Vuelvo a la pensión, cojo el ascensor hasta el tercero, cierro la puerta con llave, cierro las ventanas y con la maleta en el suelo la abro…


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Son pocas mis cosas, las cartas escritas a mi hijo durante los años entre rejas desbordan la maleta. Todo cambia hijo mío ¿no lo sabías? No se puede ser certero en el mañana, es como el tiempo variable, su curso puede cambiar en un instante dado sin darte cuenta, solo , la sorpresa. No te conozco, pero supongo que estarás bien. Estoy aquí en la ciudad de nuevo , he venido de un largo viaje que ha servido para renovarme , para nacer de nuevo. Quisiera abrazarte, lo he soñado, lo idealizado tanto…que no sé, ahora, en este lugar y en este momento si podré, si podrás, si se hará realidad. No grito ese roce donde una madre y un hijo se expanden en complicidad, tengo miedo, un temor a que no me quieras. No, no grito las ganas de verte la complejidad del proceso dirá que sí, que no, que tal vez pueda verte, pueda descubrirte y tu descubrirme a mí. No lo que te habrán dicho, no sé si te dieron aquella carta de letra temblorosa y mala. No, no lo sé, lo único que acierto es que estoy aquí, en la ciudad de nuevo como mujer nueva, envuelta en las palabras que años tras año he edificado para estar aquí, para llegar hasta ti. Siento en este día tan frío exteriormente y tan cálido en mis adentro el viento. El viento golpea la ventana, arranca las hojas como almas vivas y se muestras como caras rasgueando en su cristal. El viento con su  osadía, hace una cierta música aguda, afilada, flauta que se balancea en mis oídos en su monotonía. Las nubes se disiparán, arrastrará la tormenta invernal a otros lugares ciertos o inciertos, pero la llevará. No me gusta el viento hijo, se lleva las cosas. Aunque meditándolo bien, que se lleve, que se lleve todo mal de mi pasado. Estoy sola, mi mente recuerda vagamente algo de ese ayer , pero todo es podrido, corrosivo, incoherente. Yo no quiero que tu lo sepas, en este cambio nadie me conocerá. O , quizás, quieras saber en el caso que me conozca. Fue la ruta de la ceguera hija. Fue la ruta de la sordera. Fue la ruta de la ignorancia. Fue la ruta de la sociedad. Y me dirás porqué hijo mío y yo te diré no lo sé. Simplemente no lo sé. El viento sigue y yo no quiero chillar, se estampida de esta existencia que es el hoy, espíritu que flota con un aroma nuevo. Sí, hijo, he venido con floras nuevas, flores recién podadas para besarte, para abrazarte Y¿el pasado? ¿Qué es el pasado? Es la nada, es el vacío, hogueras donde solo quedan restos de cenizas de lo que fue, ahora disueltas en el trepar con esfuerzo de mi vertical. Y me preguntarás, y solo te diré que antes era una mujer de labios torcidos, de ojos embarrada en negro, de cuerpo desfigurado. Y no diré más, para que más hijo mío. Lo que vale es el hoy, el ayer es el aliento del hoy , un hoy valiente, un hoy erecto, un hoy ascendiente  en una apaciguada respiración. Y el viento se calla, me asomo y un firmamento con luna llena me embelesa. Miro las cartas esparcidas en el suelo y no sé qué será de ella. Es la madrugada y he de dormir, a primera hora he de presentarme en el trabajo. Pero me incomoda pensar en ti hijo mío, cuando salga iré a ese hospital ¿estará o no estará aquella enfermera que le deje la carta? Yo me hago ilusiones y  sonrío. Un soñar despierta, un nerviosismo de curiosidad de amor, de curiosidad de comenzar de nuevo, de curiosidad de este día que ya me cerca…



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María se duerme entre cartas y cartas eclipsadas en sus pensamientos. A las siete se levanta, aturdida, con la molicie que tiene dormir sobre una alfombra en el suelo. María ha soñado y se siente rejuvenecer. María va al baño, se ducha, se mira en el espejo –el único espejo- que tiene el baño y con su mano sutilmente roza su tez. Aunque no se maquilla por la corriente nefasta del ayer se siente en buen estado. María ha recuperado su naturaleza, es selva virgen que tendrán otra vez que introducirse pero esta vez con una delicadeza, con sensibilidad, con una sutil acaricia que ella valorará. María toma su pasado como nave naufragada, como muertos desperdicios que se pierden con el paso del tiempo. Los ojos de María se agudizan y frente a frente al espejo ve cierta estabilidad, cierta belleza renovada. María se viste como le han aconsejado. María sale de la pensión. María va al lugar donde tiene el trabajo caminando, le apetece. La jornada se ha engendrado azul, un sol tronador se extiende hasta sus poros, hasta su andar y la anima, la anima a seguir. María observa la ciudad, limpia, caótica, refugiada en edificios abatidos por la polución. Todo es cemento. Todo es asfalto. Todo es jardín de alquitrán y gases asfixiantes.  Pero María se alegra de vivir en una isla, en un pequeño o grande según se mire. María ve el mar y lo ve de forma distinta a antaño. Ahora ve el mar y su rumor acompañado de su olor la hipnotiza. Mar verdadero. Mar esfera de sus ojos.  Por un momento se detiene, mira atrás y puede divisar con embeleso algo de las montañas, de la cumbre que tanto nos regala con sus pinares. No lo distingue bien pero se lo imagina. Tras un suspiro de libertad continua. María continua hacia la costa, ahí está su trabajo. No quiere dudar. No quiere temer. No quiere ser reconocida por ello no se maquilla. No quiere ser mujer rota ante los demás. María es acero. María es el balanceo fenecido en estaciones pasadas. María se halla segura. María mira esa marea ya ante su figura en calma, en serenidad. María está ante la puerta del trabajo, espera, y su respiración pausada habilita lo soñado. María rescata el sueño de la madrugada, de esas dos horas donde se concilió con su subconsciente. Se fija en sus manos, están cuidadas. María tiene manos de mujer trabajadora, de mujer luchadora, de mujer decidida, de mujer emergida después de las tempestades. María respira hondo y toca, espera a que le abran. Es temprano pero le da igual, no se esconde, no teme.  Y a María le abren, le abren con una verdadera sonrisa y ello la motiva. María la drogadicta, María la puta, María la desorientada se afirma y ante el velo al ayer entra.


12
Son las dos y María sale del trabajo. En su faz se dibuja el esplendor,  se talla la confirmación, se bosqueja el alivio. Su yo se centra en la aceptación de sí misma, unos pasos lentos que la lleva por toda la urbe con sus ojos de paz. En un momento se da cuenta que está pasando por delante de aquel hospital donde estuvo hace 20 años. Se da cuenta que 20 años no son nada comparado con la libertad, con el beso fervoroso de lo que la vida la prepara en ahora, en el mañana. María se siente feliz. María se siente dichosa. María se siente sonreír. Todas sus dudas se han esfumado. María es ahora la verdadera. María es ella en toda su verticalidad, en toda su horizontalidad. María se siente valerosa en esta ciudad, en este mundo donde somos nada. María entra en el hospital, ojea como gente de blanco va para adelante, va para atrás. María se crece, no hay recuerdos en las mentes de aquellos. Sin embargo, la mujer de la recepción, de la entrada, de admisión la sostiene en su memoria del día que se fue de allí directa a prisión. No ha cambiado, el mismo rostro. Ella la mira y la mira y una nitidez de que es ahora otra y no la reconoce la hace emigrar a la tranquilidad. Rumbo a ella va decidida, fuerte pero sosegada. La saluda y en ese saludo le atraviesa una cierta gratitud a la existencia, a su existencia. Ella también la saluda y le dice que desea. Al principio se queda en blanco, luego tartamuda y después como corriente de frases donde pronuncia el nombre de la enfermera sin dejar huella del pasado. Veinte años interioriza, han pasado veinte años y ahora está ahí, en el hospital al encuentro de su hijo.  Le dice que no se encuentra, que ha librado y si quiere dejar alguna nota para ella, para la enfermera. María se despide. María con sus sienes explosivas se va. María le entra un halito de calma, al menos la enfermera existe, está todavía en ese hospital. María mira el cielo invernal pero hoy está celeste. María sigue caminando pausadamente y no sabe que arrebato le da que le entras ganas de saludar, saludar y evaporarse por las aceras. María llega a la pensión y frente el parque, allí hay una cafetería. Y María recuerda que no ha comido nada, que el estrangulamiento que sentía en su estómago se ha ido y tiene ganas, muchas ganas de ingerir algo. María con un soplo de alivio se siente en esa pequeña cafería y pide algo. Solo bebe agua, el único líquido permitido en su nueva vida. María se fija a su alrededor y los pajarillos revolotean en su feliz trinar. Un mirlo se posa en su mesa y María estática y María encantada lo deja. Le traen un plato de comida y el Mirlo se disuelve en su vuelo, no muy lejos, en una rama de los arboles que pueblan el parque. María lo ve, lo observa y sin pensarlo más come ¡Uhmm María¡ ¿Has despertado?...Uhmm María estás despiertas, muerte y vida se te han cruzado y ahora agarrada a tu respirar pausado surges como mujer de la nada, como mujer del todo. Uhmm María , brinda…brinda a la vida, a la felicidad..


13
Soy libre y hoy , en este presente que me ampara me lo asegura. No hay nada que debatir solo los sueños que nacen de mi mente mientras miro el parque desde esta ventana de la pensión. Sí, soñar despierta , ahora que nadie me ve, ahora que mis adentros son follaje exuberante de tranquilidad. Caigo en mis manos, cuantas penurias y violentos almas han pasado…pero ahora, las miro, y me siento regocijarme en la madurez, en el absoluto recolectar de los días venideros. He cogido sin que me viera el vigilante unas margaritas en el parque y las he puesto sobre la mesa de esta pequeña habitación. Margaritas blancas, margaritas plenas, margaritas irradiantes de luz…una luz que atrapa mis ojos mientras miro el parque desde esta ventana. Y aunque invierno, todo me parece luminoso, pletórico. Y ahora qué, sí, mi hijo ¿Cómo estará? Lo conoceré o no, lo veré o no. Pero me gustaría saber de él, la más nimia información me reconfortaría. Y sueño , y sueño despierta mientras la voracidad del cemente se traga el oleaje, sesga todo lo que es bello, la naturaleza. Aunque en la ciudad también es bonita, según como se mire, su inmensidad en hermosos y exactos edificios te puede atrapar. Por un instante vierto mis ojos al suelo…ay, esas cartas. ¿Qué hacer con ellas? No, no se las entregaré a nadie, ni si quiera si llego a tener alguna noticia a mi hijo. No vale la pena, los lamentos no valen la pena. Es el hoy el que cuenta, este día y el mañana donde nos encontramos acogidos a los senderos que elijamos. Sueño y sueño y un resquicio del ayer me viene, doloroso, agudo. Si yo he podido alzar mis pasos, otras, tal vez lo puedan lograr. Nadie tiene derecho en gobernar sobre nuestros movimientos, nuestros cuerpos, nuestras formas, nuestras maneras de ser ave de este mundo. Libres y libres sin los golpes, sin el tropiezo de alguna fuerza humana brusca, brutal. Soñar y soñar…sí, despierta. Me veo dándole la mano a él , a mi hijo con sus veinte años ¡Veinte años¡ ¿Será ya un chico maduro? Espero que sí, comprenderá mi historia. Eso es muy incierto y me preocupa, me da una cierta angustia que quiero apartar de mi ¡Apártate¡ ¡Déjame en paz¡ Cojo una de las cartas de cuando estaba en prisión y la leo en la distancia de acantilados ciñéndose a mí. Por un momento todo me pesa y caigo derrumbada ¡No¡ Qué el ayer no me mortifique pero , está ahí. Solo quiero saber que está bien. Solo quiero quererlo aunque sea en la distancia. Solo saber de él y como es. Solo saber…Me estremezco, un calor sube por mi cuerpo hasta la cabeza. Me lo imagino. Sí, imaginar en este sueño como un muchacho inocente ¿Cómo será su familia? No, no quiero pensar pero él es mayor de edad y decidirá. No sé porqué se me vuelve todo confuso, complicado, oscuro. No es tan sencillo ahora que lo pienso. Pero hay que intentarlo, moverse entre las sombras donde quizás se encuentre algo de luz. Necesito descansar mi cerebro, este cavilar constante me agota, este rumbo tengo que anudarlo a mis sueños, fuerte…muy fuerte.


14
La tarde toma postura, una postura temblorosa. Sí, lo he sentido. Todo se ha estremecido. No olvido que esta isla la engendro erupciones submarinas en el amplio camino de los siglos. Y hoy, en esta tarde noto su cimbrar. No es mucho pero dice que aun los volcanes están despiertos, como en un duermevela  que llega a la realidad y tiene que abrirse con su magma, con sus humaredas, con sus cenizas, con sus fumarolas a lo largo de no sé dónde. No me preocupa, es una costumbre de años, de un tiempo que cualquiera sabe cuando gritará. No hay miedo, solo un respeto ¡Respeto¡ esa es la palabra. Ahora que la pronuncio me llega mi hijo, distante. Ello me ocasiona un quejido en la inmensidad de mi espíritu, de mis ánimos. No sé, si dejarlo en paz y no buscar donde no me han llamado. Y si lo sabe, ¿qué sentirá? Odio, resentimiento…tal vez hacia mí o la nada. De todos modos tengo que estar segura, en vertical ante las piedras que me puedan echar. Hay que soportar todas las noticias, sean buenas, sean malas, todo corretea hasta el final del llanto. Un llanto, ya sea de felicidad y desencanto. Todo pasa. Aprender de los errores, de la fatalidad del pasado. Me presento y que digo, yo soy tu madre. Sí, yo, una cualquiera en el ayer. Una prostituta en la ignorancia de quien es tu padre. No me había  hecho esta cuestión. Y seguro me preguntarás por tu padre. Y yo te diré, la nada, la duda, la vida perdida en aquellos años. Todo se me complica y otro temblor sacude este edificio, sus calles. Se oye el jaleo de la ciudad provocativo, ansiosos de algún suceso para disparar sus bocas y con ellas su lenguas, sus gargantas, sus alarmas inexistentes. Sí, hijo, fui puta y he estado en la cárcel. Esta desorientación me está llevando demasiado lejos, muy lejos. Estoy desvariando en mis pensamientos sin saber lo que pasará ¡Basta¡ ¡Basta¡ no lo nombraré más hasta que descubra, hasta que sepa algo de él…si puedo saberlo. Las sirenas suenan, el pánico corre como el viento, viene y va.


15
Quietud, así se puede decir después de la jornada anterior. María erige sus pisadas de nuevo al hospital. María se traslada en un deseo ferviente de alguna noticia. María deja que la gelidez de la estación invernal la acoja. María pregunta por la enfermera. María se encuentra cara a cara con ella. La enfermera al verla no la reconoce, solo cuando sus palabras le preguntan. En un instante los ojos de cada una se entremezcla en una visión del ayer, en una memoria que las hace temblar. María espera algo, ya no sabe el qué, algún indicio en su mirada. La enfermera sabe quién es y sin más le dice que espere, que tiene que hacer algunas llamadas. María y la enfermera se despiden. La enfermera con lo lento de sus piernas parecen que le han echado hormigón sobre sus hombros, sobre su cabeza. Pero la enfermera despierta, siempre se ha acordado de su caso, único en la clínica. La enfermera en la conversación que han tenido la ha dispuesto a fiarse de ella. La enfermera se quiere informar y le dará alguna noticia. La enfermera sigue en su labor. María se ha quedado con un suave aroma a tranquilidad, confía en ella. María sigue su ruta con otra mirada. De nuevo la ciudad se menea al son de los movimientos sísmicos. María mira el horizonte, allí, donde una humareda alienta el vértigo. María piensa que no pasará nada, que es algo normal. Está lejos, muy lejos ese volcán que infunde las tinieblas en las gentes. Será un río de lava que correrá hacía el océano. María aparta sus ojos de lo que está sucediendo sin prestarle importancia y se afinca en su hijo. María ha sido capaz y ello la fortaleza, la hace inmune a todos los golpes del día a día. María presiente que el momento está cerca…tan cerca que sus ojos se llenan de lágrimas. Ella ve el aspecto bueno de las personas, sus actitudes y se reconforta ¡Uhmm María lo has logrado¡ Ya no eres un trasto de usar y tirar , ahora eres humana, con capacidad de opinar, de hablar, de decidir ¡Uhmm María, el sol de la tarde te da la bienvenida¡ Tendrás que tener paciencia, pero todo viene, tu juicio es equilibrado, orientado a los propósitos que te propongas ¡Uhmm María¡ Cada vez más próxima, cada vez más ella, cada vez más independiente de las cadenas del pasado. Pues sí, así me gusta María ¡Uhmm María¡ Ya sé que tienes ganas de cantar, de chillar bien alto pero te detienes, cavilas en tu razón y una risa tonta te encuentra y tú la encuentras a ella ¡Qué más da María¡ la alegría no es mala, no atenta contra ti. Y María va al parque, y María se sienta en su banco de madera donde el sol vivo calienta más. María en la distancia observa como escupe ese nuevo cráter y siente que la naturaleza es bella. Pero María se para, y  no cree que este mundo se invierta, que la vida de una multitud de especies se desvanezca por el martillazo descomunal de nuestras manos. Y María se queda en que eso es así, muerte y vida, vida y muerte están en conjunción, unidas en el ritmo  diario que toma la tierra.



16
Me han llamado. Sí, me han llamado a media mañana y era ella, la enfermera. Una conversación amena y como si fuéramos amigas de toda la vida me invitó al sosiego, a la armonía evocadora del triunfo. Me ha llamado y me ha dicho que está tarde está la visita concertada con él, con mi hijo. Sí, mi hijo. Hijo solo de sangre, de venas que penetran en mi vientre y me hace columpiarme en la alegría. He pedido permiso para salir antes, para arreglar el lugar que me alojo y me marcho del trabajo. Una lluvia fina escarba en mi cabeza, en mis hombros pero me es igual. Hoy lo conoceré después de veinte años. Qué decirle, ya no soy su madre, solo un estómago vacío donde el ayer albergo su cuerpo, solo su cuerpo ¿Cómo será? La enfermera me ha dicho que el muchacho esperaba este momento, que está  preparado. En dirección noreste , en la cumbre el humo no deja de estrangular el aire. Huele azufre, huele a un magma venturoso de los mares, como yo pensaba. La población no está en peligro, es un espectáculo digno de observar, de examinar. Solo más gases a esta atmósfera asfixiada. Voy con prisas, con el apuro de verlo, con el apuro de que todo esté perfecto, con el apuro de que no sienta vergüenza de mí, no más que eso. No sé cómo lo habrán educado, no sé de sus pensamientos pero podré explicarme, podré pedir perdón….Sí, perdón, que él no tiene la culpa de nada. La lluvia se intensifica, bien, así limpiara este ambiente que nos alberga. Estoy empapada, estoy tiritando pero mis piernas no se detienen, se mezcla todo con el sudor. Ya  en la pensión coloco, descoloco, ordeno, desordeno. No sé, creo que ya está todo correcto, qué más da. Todo se queda así. Cierro la ventana, la helada comienza, está granizando, espero que no sea impedimento para que venga….para que venga. Miro detrás del cristal y ante la granizada pasada la gente sale, veo pasar figuras extrañas, desconocidas ¿Quién será? , me pregunto repetidas veces. Mis ojos buscan su olor, mis ojos buscan un presentimiento, bueno, mis ojos buscan sus formas, mis ojos buscan algo y solo hallo personas de todas las edades que vienen y que van. Me afianzo en el horizonte y el humo por un pequeño instante calla y el parque se muestra bajo este cielo marrón triste ¡No¡ no quiero que me contagie, intento desviar la mirada pero sigo ahí, en el parque , con su vieja masa arbórea, con su pena. Está solo como yo. Pero es una soledad refrescante, tal vez en esta tarde donde lo espero, tal vez en esta tarde gris, todo tome vida, todo tome los singladuras de una luz que nos lleve a la cima de la felicidad.

17
Una llamada. Una llamada para María. Una llamada que es de la misma pensión. Una llamada para María que le dicen que hay un chico abajo preguntando por ella. Por unos instantes una respiración agitada la invade, se detiene, y de nuevo un respirar profundo la hace vital, hace segura, la hace suspirar. María cuelga y baja las escaleras del sexto piso que se encuentra. Cuando llega al tercero se para en seco. Mira por el hueco de la escalera y siente solo un silencio que la entorpece, no escucha la voz de su hijo ¡Ah María¡ ¡Ahí está¡ te queda solo unos pasos hasta albergar tus ojos con él, hasta albergar el sus ojos contigo ¡Ánimo María¡ Mariposa desnutrida en estaciones pasadas, muy pasadas y ahora vuelo real de tu personalidad, eres dueña de ti misma, eres ave que ha regresado al mundo de los vivos y por ello has de luchar y por ello tienes que ambicionar lo que más anhelas ¡Uhm María¡ No puedes dar media vuelta y regresar a tu cueva, un poco más mujer, se valiente. María toca el botón del ascensor y se abre, baja en el. La puerta se abre y de  espalda y apoyado en el mostrador ve un muchacho alto, delgado, bien vestido con el aroma de la inocencia. Eso percibe María. El chico escucha una tos y se vira…y se da la vuelta y ahí están los dos. Qué veinte años no son nada. Qué veinte años han transcurrido desde que lo dejo en la puerta de aquel hospital. El mira tímido, cohibido. Ella, María, hace todo lo posible por mantenerse en pie, en vertical. Se dan un beso en la mejilla y por un tic-tac lento, muy lento se miran. Y María habla, María le invita tomar algo en el parque. Y el chico asiente con una minúscula sonrisa ¡Uhm María¡ ya está. Van caminando hasta el parque con el callar de una tarde que termina, con el callar de un tiempo que parece que se ha detenido, cierto olor en el ambiente predice que vendrá la lluvia de un momento a otro. Ellos, el hijo y María, siguen hacía el parque ¡Ah…que contentos se les ve¡ Es como si los años no hubieran pasado, es como si se hubieran visto toda la vida. De pronto a María le entra una cierta congoja pero se reprime, atiende a su fuerza y sonríe. Se sientan en un lugar donde los arboles son mayúsculos y donde un riachuelo de gentes se va. La tormenta está cerca, truenos y relámpagos se aproximan mientras otro temblor emerge de la tierra. Ellos, el hijo y María, no se asustan, no se apocan ante lo que viene, ante lo que va, ante lo que transcurre, es el ahora lo que cuenta. Veinte años han pasado, veinte años que no son nada.  

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