LOS DOS BRIBONES
FRANCISCO BÁEZ BAQUET
A María Eugenia Negrete Negrete, en prueba de mi amistad y mi mejor predisposición.
Estimado lector, es evidente que no es lo mismo leer previamente el contenido de esta fuente: Joaquín Urías & Javier Pérez Royo “La monarquía española bribona”, 20/05/2022, https://www.sinpermiso.info/textos/la-monarquia-espanola-bribona, que no hacerlo.
Mi recomendación, por supuesto, es que sí se haga por los valiosos elementos de juicio que tal lectura previa proporciona para la correcta interpretación de mi propio texto y de cuanto en este último se viene a decir seguidamente.
Denominar “bribón”
a algo inanimado, como es el caso de un barco, en contraste con quien es
“real”, en la doble acepción del término, es un brindis a que las connotaciones
peyorativas en lo negativo que acompañan al calificativo de “bribón” le sean
aplicadas al citado regio personaje por parte de aquellos contemporáneos que
asumen, o que asumimos, firmes convicciones republicanas.
Habrá, por
supuesto, a quienes todo esto les importe más bien una higa, pero por nuestra
parte estimamos que el asunto merece dedicarle alguna atención en coincidencia
temporal con los erráticos deslizamientos, a nivel mundial, del “Emérito hoy
desmerecido” que avivan los sentimientos republicanos, siempre latentes en una
buena parte de la población española actual.
Podemos decir, ante
esta situación, que bienvenidos sean tales mimbres si con ellos se favorece lo
que eventualmente pueda venir a constituir, quizás, nuestras propias
convicciones republicanas.
No obstante,
posiblemente habrá quienes, a imitación en su día de Giuseppe Tomasi di
Lampedusa, prefieran actualmente que todo cambie justamente lo preciso, pero no
más, para que todo pueda seguir siendo igual.
Y es que en la
memoria colectiva de muchos, o de todos los españoles, permanece imborrable la
trágica memoria de todo lo que supuso en su momento -y por mucho tiempo
después, también- la cruenta ruptura del entonces vigente régimen republicano
español mediante una fratricida contienda bélica. Quienes así piensan -o
pensamos- quizás estimen que no es malo que el bribón de carne y hueso deambule
y se asiente, a su voluntad y placer, donde buenamente le plazca, dentro o
fuera de nuestras fronteras, con tal de que eso permita mantener libre de
sobresaltos y terremotos constructivos al cotarro institucional español.
Pensemos que a fin
de cuentas hay algo, por lo menos, respecto de lo que debiéramos de tenerle
eterno agradecimiento al encarnado bribón de marras, y que no es otra cosa que
su comportamiento y resuelto posicionamiento con ocasión de los acontecimientos
coloquialmente denominados como “el 23-F”. Aunque nuestras republicanas tripas
se revuelvan con ello, eso al menos, sí que debiéramos de reconocerle siempre,
salvo que se llegara a ratificar fehacientemente que sí hubo, por parte del
citado bribón regio, al menos un cierto grado de connivencia y complicidad en
la preparación y desarrollo de semejante “susto” colectivo de todos o casi
todos nosotros, los españoles que llegamos a vivir personalmente el precitado
sobresalto del conjunto de nuestra española sociedad.
Piénsese en general
que los plumíferos del aquel entonces, y también los posteriores con su
silencio cómplice, hicieron la vista gorda a los devaneos amorosos del bribón
monarca reinante, a su estable y arbitraria ocupación de diversas dependencias
urbanas del patrimonio nacional y a las
comisiones percibidas en el ejercicio de sus funciones de representación
nacional en compañía de las diversas “corinas” habidas a lo largo de su
dilatada trayectoria vital, con o sin forzado “aterrizaje” desde la grupa de
algún exótico elefante.
Devaneos amorosos
de los que la dinastía borbónica tuvo, como mínimo, a dos ilustres
representantes, Isabel II y su hijo Alfonso XII.
De “crápula” lo
tildó el que en su momento fue el alcalde de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz),
calificándolo así, al padre del monarca restaurado tras el obligado paréntesis
en la sucesión dinástica impuesto por la irrupción de la excepción dictatorial
franquista.
Pecar es de humanos
y el que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Por lo demás, a las
mencionadas comisiones señaladas habría que añadir, también, los valiosos
objetos recibidos como obsequios de las diversas representaciones diplomáticas
acreditadas en España y cuyas respectivas prebendas donadas eventualmente no
hayan sido devueltas por el “monarca-urraca” hispano, acreditado como bribón,
restituyéndolas al patrimonio público del pueblo español.
La mayor bribonada
española fue, durante siglos, el expolio colonial para boato y disfrute
predominante de nuestra clase social superior, generando allende de nuestras
fronteras prosperidad estable vehiculada por el comercio de paños, telas,
joyas, etc.
La corrupción en
España ha sido una constante temporal desde tiempo inmemorial. Desde, por
ejemplo, cuando Roma no pagó a traidores al caudillo lusitano Viriato, quizás
el primer mártir de la corrupción en nuestra “piel de toro”. Presumiblemente en
otras naciones también ocurrirá algo similar. También ellos tendrán su
respectiva corrupción patria, esto es, teniendo sus propios bribones.
A partir de tal
comienzo, el rastro de la corrupción en España se ha venido deslizando hasta
nuestros días.
El seguimiento por
nuestra parte de ese rastro, caso a caso y en orden cronológico, será a grandes
rasgos nuestra próxima tarea, a partir del presente momento de nuestro relato.
Tendremos así, en
primer lugar, el de un caso acontecido durante el reinado de Felipe III.
Encontramos los
primeros vestigios históricos de corrupción en el Siglo de Oro, por medio de lo
narrado en la literatura picaresca castellana.
El período en que
el duque de Lerma ejerció el gobierno de España en nombre de Felipe III, fue
uno de los más notoriamente corruptos.
Se destacaron los casos dePedro Franqueza y, finalmente, el del propio
duque de Lerma.
Pedro Franqueza y
Esteve, conde de Villalonga, fue un burócrata español que, con el favor del
duque de Lerma, ascendió en la administración de Felipe III hasta acumular las
secretarías de los consejos de Aragón, de Castilla, de la Inquisición y de
Estado y de las juntas de Hacienda de España y Portugal. La utilización que hizo de sus cargos para su
enriquecimiento personal motivó que fuera inhabilitado y condenado a prisión
perpetua, por fraude, cohecho y falsificación.
Francisco Gómez de
Sandoval-Rojas y Borja, más conocido como Francisco de Sandoval y Rojas, fue el
V marqués de Denia, Sumiller de Corps, Caballerizo mayor y valido de Felipe III
(1598-1621), I duque de Lerma (1599), I conde de Ampudia (1602) y cardenal
(1618).
Gómez de
Sandoval-Rojas nació en Tordesillas y fue educado en la corte de Felipe II. Su
abuelo materno era Francisco de Borja (es decir, San Francisco de Borja) y
pertenecía a una familia con tradición en el cargo de Adelantado de Castilla,
desde el año 1412. Fue el hombre más poderoso del reinado de Felipe III. Se
hizo inmensamente rico a costa de saber manejar el tráfico de influencias, la
corrupción y la venta de cargos públicos.
En el siglo XIX la
reina regente María Cristina de Borbón se hizo célebre por su participación en
negocios turbios que favorecieron el rechazo entre el pueblo y los políticos.
Participó en operaciones de especulación con la sal, con los ferrocarriles, e
incluso con la ilegal trata de esclavos, en los que participaba también
Narváez. Se llegó a afirmar que no había proyecto industrial en el que la Reina
madre no tuviera intereses. Su fortuna se estimaba en 300 millones de reales.
El 5 de octubre del
año 1931 Joaquín del Moral, posteriormente Inspector de Presidios y Prisioneros
durante la dictadura de Franco, implicado en el golpe militar del año 1932 e
íntimo amigo de Sanjurjo, dio una conferencia titulada Inmoralidad Política, en el
Ateneo de Madrid (y posteriormente recogida en su obra Oligarquía y enchufismo)
dando cuenta de las sumas acumuladas por las minorías del Gobierno, en total el
PRR, el PSOE, el PRS, AR y ERC se repartían 24 millones de pesetas, anualmente.
El escándalo del
estraperlo y el asunto Nombela (1935) supusieron el derrumbe del Partido
Republicano Radical de Alejandro Lerroux.
El origen de este
acrónimo, estraperlo, está en un escándalo político, producido como
consecuencia de la introducción de un juego de ruleta eléctrica de la marca
Straperlo, nombre derivado de los apellidos de quienes promovieron el negocio y
que habrían aportado al acrónimo letras en cantidad proporcional a la
participación en la empresa (otras versiones, afirman que el término
procede solamente de los dos primeros nombres).
Durante esta época
el Gobierno republicano, enfrentado al embargo de armas impuesto por el Comité
de No Intervención, tuvo que recurrir a dudosos canales de compra, lo que hizo
que sus agentes tuvieran que gastar enormes sumas de dinero parte del cual se
desvió de forma irregular en la compra de armas y suministros en el extranjero,
siendo los casos de corrupción más sonados los de la Comisión de Compras de
París y de la CAMPSA Gentibus.
Indalencio Prieto,
Juan Negrín, y varios de sus hijos, habrían estado presuntamente implicados en
estos casos de corrupción.
Según el anarquista
Diego Abad de Santillán «Si el Gobierno Negrín hubiese tenido que responder de
su gestión política, económica y financiera, habría tenido que terminar ante el
pelotón de fusilamiento».
Según don Francisco
Largo Caballero «El señor Negrín, sistemáticamente, se ha negado siempre a dar
cuenta de su gestión (…) de hecho, el Estado se ha convertido en monedero
falso.
¿Será por esto, y
por otras cosas, por lo que Negrín se niega a enterar a nadie de la situación
económica (…)
Desgraciado país,
que se ve gobernado por quienes carecen de toda clase de escrúpulos. (…) con
una política insensata y criminal han llevado al pueblo español al desastre más
grande que conoce la Historia de España.
Todo el odio y el
deseo de imponer castigo ejemplar, para los responsables de tan gran derrota,
serán poco.
Diversos autores
califican también de corrupción el episodio del Tesoro del yate Vita contado
por el socialista Amaro del Rosal, exdirector de la Caja General de
Reparaciones.
El Vita fue un yate
construido en el año 1931 en Kiel (Alemania) por la firma Germania Werft GmbH
con el nombre de Argosy. Se trataba de un yate de propulsión diésel con una
eslora máxima de 62,20 m, por 9,20 de manga. Fue vendido a un ciudadano
filipino navegando bajo pabellón estadounidense.
En el año 1934
cambió su nombre al de Vita, siendo adquirido durante la Guerra Civil Española,
por Marino de Gamboa, simpatizante del nacionalismo vasco que lo puso al
servicio de las autoridades republicanas en los momentos finales de la
fratricida contienda española. Fue empleado para transportar objetos incautados
por la Caja General de Reparaciones al término de la Guerra Civil Española a
instancias del presidente del Gobierno republicano Juan Negrín.
Durante la guerra
España sufrió un hundimiento de la producción agrícola e industrial adquiriendo
una gran importancia el mercado negro, llamado estraperlo, en recuerdo de aquel
famoso escándalo.
La corrupción
económica, el clasismo y el nepotismo fueron rasgos básicos de la dictadura
franquista y estuvo muy extendida la implicación política en los mismos hasta
los máximos niveles. Fue absoluta. En algunos casos por la propia participación
directa de altos cargos y en otros por la protección que los estraperlistas
recibieron desde el poder.Todo ello, en medio de una total impunidad. Las
repercusiones de la corrupción fueron socialmente muy graves.
Para los corruptos
y su clientela supuso un rápido enriquecimiento, mientras que para la mayor
parte de la población implicó privaciones de todo tipo: carestía, ignorancia,
hambre, ruina y miseria.
Los bribones de
turno dispusieron siempre en España de “espejos” en los que poder verse
reflejados. Así tendremos, por ejemplo, que la lasciva ninfómana reina Isabel
II, con su irrefrenable apetito sexual, presumiblemente ponía en un compromiso,
con los eventuales remilgos, por parte de sus seleccionados “amantes
temporales” forzosos, doblegados, hipotéticamente, ante la perspectiva de
previsibles represalias en el supuesto de un potencial rechazo a la fugaz
coyunda fáctica.
Nos fijaremos,
finalmente, en esos monos que habitan cornisas y tejados de templos y palacios
de la India y de otros similares destinos exóticos. Centremos nuestra atención en uno cualquiera
de tales animalillos. Roba, pero no mata. Él también es un bribón. Es un bribón
incardinado entre todos los poseedores de carne y hueso, como ocurre con todos
nosotros los humanos, y entre los que se encuentra también, por
consiguiente…“el emérito bribón” o “bribón emérito”, que aquí también el orden
de los factores no altera el corrupto producto.
Rebelión ha
publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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