LA MELANCOLÍA NO GANA ELECCIONES
VIRGINIA P. ALONSO
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y
ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante una sesión de
control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, a 22 de febrero de 2023,
en Madrid (España). EUROPA PRESS
No hay muchas vueltas que darle. Se mire por donde se mire, el batacazo de la izquierda este 28M es monumental. En el espectro progresista tan solo se salvan EH Bildu –gracias a una eficaz campaña del PP, todo sea dicho— y BNG; ganan 137 y 134 ediles, respectivamente. Para el resto, la ruina.
El desastre del
PSOE no lo es tanto en número de votos: el PP le saca unos 760.000, cuando en
2019 los socialistas obtuvieron 1.500.000 papeletas más que los de Casado. Los
de Pedro Sánchez pierden apenas unos 433.000 frente a los anteriores comicios,
aunque los populares obtienen en torno a 1.870.000 más; es decir, logran
capitalizar el 100% de los electores de Ciudadanos, que certifica su defunción.
D.E.P.
La debacle
socialista llega, sobre todo, en forma de coladero de concejales y de pérdida
de bastiones: se deja casi 1.660 ediles, frente a los 2.903 que gana el PP y
los 1.685 que suma Vox. Y pierde los gobiernos del País Valencià, Extremadura,
Aragón, Baleares, La Rioja y Cantabria (donde tenían la vicepresidencia en
coalición con Revilla), aparte de las ciudades clave de València y Sevilla, a
las que hay que sumar otras simbólicas, como Valladolid.
En total, de las
doce Comunidades en las que gobernaba, el PSOE sólo conserva Asturias,
Castilla-La Mancha (su única mayoría absoluta) y posiblemente Navarra (depende
de un acuerdo con EH Bildu). Y de las 23 capitales de provincia que logró en
2019, mantiene cinco y otras cuatro están en el aire, pendientes de posibles
acuerdos con socios minoritarios (Tenerife, Jaén, León y Cuenca).
Pero la debacle no
es solo socialista. La coalición Podemos-Izquierda Unida se hunde: de 47
diputados autonómicos logra retener tan solo 15. Desaparece del mapa en Madrid
(ciudad y Comunidad), País Valencià y Canarias, aparte de perder también el
Gobierno de Baleares y Aragón. En definitiva, sólo pueden entrar en el
Ejecutivo de Navarra. La barrera del 5% se ha tornado finalmente insuperable.
Así, el PP no solo
ha ganado estas elecciones, sino que su campaña electoral en clave
antisanchista y trumpista ha resultado ser un éxito, y la foto panorámica del
voto municipal se dibuja claramente azul. La derecha gana en todas las grandes
ciudades; también en Barcelona, donde Xavier Trias logra la victoria con Junts.
Además, el PP
ahonda en la herida por la que más sangra el PSOE y se hace con todas las
grandes ciudades andaluzas. La derivada de este vuelco es que los socialistas
pueden perder en su histórico Eldorado seis de las ocho diputaciones que tenían
en su poder, uno de sus peores temores, con los cuantiosos presupuestos que
manejan estas instituciones.
Mientras, Vox se
suma al impulso internacional de la extrema derecha: dobla el número de votos,
consigue presencia en todos los Parlamentos que se elegían este 28M y convierte
su traspiés de las elecciones andaluzas en una mera anécdota. Si algo queda
claro es que el experimento de Castilla y León no ha pasado factura a los de
Abascal. Tanto es así que la única Comunidad que se resiste a los ultras es
Galicia... al menos hasta 2024, cuando celebrará elecciones.
Este pésimo
resultado para las fuerzas progresistas aventura un cambio de ciclo a apenas
siete meses de unas elecciones generales en las que Pedro Sánchez se lo juega
todo, con un Feijóo revitalizado gracias a los resultados del 28M y en las que
la figura de Yolanda Díaz cobra un interés bien distinto.
Porque la izquierda
aliada con Yolanda Díaz pierde. La izquierda que se pelea con Yolanda Díaz
también pierde. Y, entre medias, una maraña de siglas y la fragmentación de
marcas han convertido el voto en estas elecciones en una auténtica yincana para
el votante progresista.
Una yincana de la
que Yolanda Díaz ha sido buena ilustradora durante la campaña con su desdoble a
la hora de apoyar a unos y a otros. Ada Colau, su gran aliada, no ha ganado
Barcelona. Joan Ribó (Compromís) no se ha hecho con València. Héctor Illueca
(Unidas Podemos) no ha logrado el Govern valenciano. Y en Madrid, Más Madrid,
Podemos e IU no han conseguido arrebatar ni la mayoría absoluta a Ayuso ni la
Alcaldía a Almeida.
Se acabaron los
juegos florales. Ya no se trata solo de lucir liderazgo, sino de ejercerlo en
una esfera muy compleja, tal vez incluso más que la de un ministerio o una
vicepresidencia: la del ensamblaje de grupo diverso al que muchos llegan
heridos; y no sólo por el resultado electoral.
El viento sopla en
contra y la sensación de derrota no es buena aliada para levantar un nuevo
proyecto político como Sumar. Si Podemos aspiraba a ejercer una posición de
fuerza a la hora de negociar su participación en la iniciativa de Díaz, esta se
ha eclipsado. Y, sin embargo, su integración en Sumar es hoy, si cabe, más
necesaria que nunca. Eso sí, que los malos rollos no traspasen las paredes de
la negociación, por favor. Gracias.
Solo un
recordatorio: según un análisis de 40DB para El País previo al 28M, si Podemos
y Sumar concurrieran juntos a las elecciones generales, desplazarían a Vox como
tercera fuerza política y el bloque de la izquierda sumaría en total 152
diputados, 14 más que si Podemos y la plataforma de Díaz fueran por separado.
Al PSOE le han
pasado factura cinco años en el Gobierno, los cuatro últimos repletos de
adversidades. Tras este domingo, hay quien vuelve la vista atrás en busca de una
brizna de optimismo y rememora no sin cierta esperanza cómo en las generales de
2008 José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones con un millón de votos de
ventaja sobre el PP tras haber perdido las municipales de 2007, en las que el
PP sacó 155.000 votos más que el PSOE.
Si la izquierda
quiere mantener el Gobierno central en diciembre, no lo logrará mirando al
pasado; tampoco aferrada al presente. La melancolía no gana elecciones.
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