LA VENTANA 15(NARRATIVA)
DUNIA SANCHEZ
Nos despedimos cuando las estrellas duermen con la luna, cuando la madrugada es clara música del cosmos y el vacío. No pertenecemos a nadie, solo somos nómadas al encuentro de instantes pasajeros con el empeño perpetuo de la memoria. Hemos recorrido cada fragmento de nuestra reconditez y la desnude delata que somos hijos de las mismas semillas. Sí, esas que se esparcen cuando la primavera golpea con su aroma, con su vestido más colorido en los confines de este planeta. Nos miran extrañados y nos ausentamos a esos ojos que huelen a podrido, a esas murmuraciones que huelen a cloacas, a ese disimulo que hincha e hincha más y más nuestra pasión. Nos despedimos, aquí en el ártico, aquí donde los hielos asoman el vértigo de aurora boreales hechizantes. Continuamos nuestras vidas, cada cual en su camarote con la tranquilidad de esta atmósfera. Y hace frío…mucho frío. Una cierta nostalgia requema mi visión cuando me miro en el espejo que da a la ventana. Una luz especial me estrecha y soy recuerdo, fotogramas de la isla aprisionan mi mente y retraída me quedo en ese valle de dragos que daban calor a mis vistas. Una cierta nostalgia también me engulle y la desgana y la soledad
son cumbre que asciendo. Cuidadosamente sano mi
corazón, mi corazón esparcido y teñido de esperanza y paz en los campos donde
los dioses juegan con nuestro ritmo. Cómo serían los dragos de hielo, serían
cristales hirientes transparentando la sangre que corre por sus venas. Nos
despedimos, una sombra temblorosa es campana que se despliega en nuestro
corazón, un viaje de nuestra razón hasta donde el latido se hace más profundo.
Se escucha el canto de las ballenas, el canto de la agonía, el canto del
terror, las agrietadas manos que pisotean esta tierra. La tierra, danza en un
universo dual, en un universo que se expande y contrae con el ritmo de la nada.
Somos jóvenes, habrá que preguntar a las mentes sabias y ancianas por el
mañana. Ellos ya han pasado lo suyo y todo se repite de una manera distinta
pero que es lo mismo. Nos arrodillamos ante lo minúsculos que somos y tomamos
el rigor de la experiencia. Somos enanos en la inmensidad del cosmos, sin
embargo, cantamos como extranjeros en esta galaxia, como si fuéramos únicos y
no, conformamos un todo que va más allá de nuestros sentidos. Un todo encapsulados
en una minúscula rama de ese cosmos negro. Nos vemos grandes, gigantescas masas
corpóreas en un pensamiento freático, inconscientes de la dimensión que nos
cobija, aquí, en la vía láctea. Y en el reflejo del espejo se ve ese todo, esa
nada que nos aletarga en el egocentrismo, como si fuéramos epicentro del
universo y somos un todo y la nada. Se escucha el llanto de las
ballenas…CONTINUARÁ
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