jueves, 18 de mayo de 2023

EL ENCANTADOR José Rivero Vivas

 

EL ENCANTADOR

José Rivero Vivas

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 (40)

José Rivero Vivas

TILDE – Obra: NC.15 (a.89)Novela-

Ilustración de  la cubierta:

Detalle Place Belle Alliance

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

(ISBN: 978-84-16759-19-4) D.L. TF 727 - 2016

Ediciones IDEA. Islas Canarias. Año 2016.

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José Rivero Vivas

TILDE

Fragmento:

Cap. XIII; Págs. 139-142

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Un mal trae el otro, por donde los efectos secundarios, a imitación de los especiales en el cine actual, suelen ser de grave incidencia en la salud del paciente; ello lo pone fuera de combate, lo cual lo entristece y lo hace reflexionar como nunca antes le hubo sucedido.

Melancólico y vagaroso, apesadumbrado inquiere:

¿Cómo librarse de las consecuencias de un mal paso?

He aquí el dilema que por doquier se presenta a quien actúe con descuido.

Hoy, mintiéndose a sí mismo, el hombre se ha propuesto enmendar el atroz yerro cometido, por considerar haber roto el compromiso con la madre tierra, depravada conducta que lo lanza al abismo, donde irremisible cae en lo insondable de la sima profunda que rodea su lar insignificante. Sin embargo, atrofiada su sensibilidad y roma su perspicacia, yace ajeno a debate y controversia, por donde pudiera descubrir el perverso reclamo, exhibido impunemente en la valla publicitaria que otrora cercara el ámbito municipal bienhadado.

Los medios de comunicación desoyen la llamada de socorro lanzada por el ser más poderoso de la región. Pudo templar su efectividad porque, en su seno, el hombre apunta más lejos, cual logro infinito para el entendimiento, entre partes contratantes de empresas magnas.

Lo de más allá apenas concierne a quien desestima el esfuerzo de alguien que cultiva flores, cumpliendo su oficio de jardinero. Acaso sus amigos de siempre estén a la altura de las pruebas, lo que facilitaría su intervención en la lid que a Pausidio inquieta. Sin más preámbulos, Artemio comenta:

-Tierra de calor excesivo, donde la orilla del mar se anticipa a quien llora por el desastre ocurrido, ruina de todos aquellos que, sin temor ni recelo, se afincaron en el sentimiento que el dolor del prójimo despierta en torno.

-Aterrados -dice Damián- escuchan el horrísono aldabonazo de las fuerzas telúricas desplegadas en sísmica catástrofe alrededor del globo terráqueo.

-¿De dónde arranca el suspiro embaucador del desastre?

- ¡Quién sabe en qué lugar reside el quid desatendido!

Vayan todos a doblar la rodilla frente al sol de amanecida. Su lenta ascensión hacia su cenit es impresión que empequeñece al ser humano, petulante criatura que, ensoberbecido por su pretendida sabiduría, osa desafiar el numen envuelto en el misterio de la divinidad omitida.

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José Rivero Vivas

EL ENCANTADOR

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Pablo Rodríguez halló su felicidad en el mundo del trabajo, y, con orgullo, decía:

-Soy un encantador.

Rosario, su mujer, sabiamente le corrige:

-Eres un limpiador.

-Limpio, adecento y abrillanto: pisos, muebles, lunas y espejos, en salones de actos y banquetes, en pasillos y recepción; en definitiva, proveo, en su interior, al hotel, con maquillaje y afeites, sanidad y buen olor, disimulando las miserias que el mundo deja detrás.

Satisfecho de su labor, en un pequeño hotel, lujoso y de alto rango, no lejos de Lancaster Gate, Pablo se aplica en ella de firme, provocando la admiración de sus jefes y la inquina entre sus colegas, que ignoraban el motivo de aquel afán en destacar, realizando una tarea inferior; no hallaban lógica su dedicación, ni la busca de fortuna, a través de su rendimiento productivo, les suponía válida explicación. Pablo, por su parte, actuaba sin complejos, atento a su misión de mantener aquellas dependencias aireadas y en pleno fulgor.

Los clientes, recién llegados, miraban con asombro el decoro, y quedaban fascinados con el esplendor en torno, el aroma expelido en habitaciones, baños y corredores, salas de juego y de general diversión.

 Sin embargo, no era Pablo Rodríguez quien recibía la enhorabuena, la felicitación ni fabuloso pourboire. A la hora que los huéspedes transitaban arriba y abajo del hotel, él residía en el subsuelo, prolongando su acción decorativa hasta extenuado acabar su jornada.

Sus compañeros en la brega, restantes empleados, camareros y doncellas, reunidos en la cantina, durante la pausa del lunch, con acritud maleva y aviesa mordacidad, comentaban su fidelidad y devoción a la empresa: no faltaba un día, no hacía novillos, no mataba la araña ni le daba vuelta al aire, sino firme, industrioso, esforzado y leal, totalmente aficionado al desarrollo de su cometido diario, lo convertía en paradigma de acción y entrega.

Como consecuencia de la fecha fatídica, anunciada en el calendario de las naciones, tras punto de inesperado declive, grave y desastroso, para la economía global, la cadena hotelera se vio asimismo afectada por el tremendo desbarajuste, y, poco después empezó a escasear la clientela. Así, ante el riesgo de cierre total, hubo perentoria necesidad de clausurar algunas dependencias, medida que produjo regulación de plantilla, con lo cual, unos fueron a reciclaje y, otros, quedaron cesantes; en especial, aquellos desprovistos de cualificación, o de aval, que les permitiese continuar en activo. De modo que, Pablo Rodríguez fue primero en quedar parado.

Inmerso en finiquito y papeleo, con objeto de acogerse al subsidio por desempleo, hasta pasadas varias semanas, no tomó este hombre conciencia de su nueva situación.

Una mañana, al levantarse, sin sufrir ningún tipo de metamorfosis, cayó en la cuenta de no importar a nadie ni estar ya para nada, y se hundió en honda depresión. Así, pues, quedó sonado, como sonámbulo, yendo y viniendo dentro del reducido espacio de su casa –apenas una habitación, con derecho a baño y cocina-, aun cuando, lo más del tiempo, lo pasara sentado.

Rosario, comprensiva y cariñosa, no lo tiranizaba; al contrario: lo sacaba de paseo, lo acompañaba al bar, lo introducía en grupos de amigos y conocidos... Pero Pablo se hubo desmoronado: se vino abajo, quedó derruido y hecho un guiñapo.

La buena de Rosario no hallaba a mano nada que despertara su entusiasmo y le devolviera sus ansias de vida, aunque sólo fuera para seguir en su fiel propensión al trabajo, ya que no era capaz de disfrutar su actual estado, que suponía completo abandono de su mismo ser.

*

Los más avispados de entre sus compañeros y sus vecinos, suelen aventurar que son gajes aprendidos en el oficio de vivir. Lo cierto es que, arrumbado, por inepcia, en el borde del camino, sufre el hombre el golpe de gracia que lo sume en pérdida de conocimiento, lo deja trastornado, insomne, nulo, vacío, incapaz de reflexión y pensamiento, relativamente anonadado frente al destino, que le impone su huella y aciaga abdicación.

Luego, Pablo Rodríguez, pese a su mudez, confirma que, el esfuerzo de cada cual, se ve menguado por falta de estímulo en el ejercicio de su facultad, se trate de escribir un libro, de pintar un cuadro o de vender vinagre, como vino afamado de gran reserva.

No obstante la complejidad del momento, hoy se percibe mejor disposición y mayor eficacia en la actividad general, pues, se advierte cómo las personas de menos edad, al estar mejor preparadas -más alta programación, tal vez-, se lanzan al mercado laboral con un potencial negado a sus padres y abuelos, acaso por suspicacia de quienes regían entonces el cúmulo maltrecho, al par que, por propia iniciativa, se erigieron en directores de un insoportable concierto inacabado.

En la actualidad, estos jóvenes aparecen rebosantes de genio, compostura, efectividad y determinismo, ante un escenario que, sin ser de ampuloso límite, no entraña tampoco necesidad de abrumarse por despejar incógnitas que, de improviso, lleguen a presentarse en un horizonte, acaso iluminado.

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EL ENCANTADOR

José Rivero Vivas

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(40)

José Rivero Vivas

TILDE – Obra: NC.15 (a.89)Novela-

Ilustración de  la cubierta:

Detalle Place Belle Alliance

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

(ISBN: 978-84-16759-19-4) D.L. TF 727 - 2016

Ediciones IDEA. Islas Canarias. Año 2016.

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Tenerife

Islas Canarias

Mayo de 2023

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