jueves, 18 de mayo de 2023

PODEMOS Y LOS MEDIOS

 

PODEMOS Y LOS MEDIOS

JUAN TORTOSA - CANAL RED

La aparición en escena de Podemos les rompió los esquemas y desde entonces no se han repuesto. El nacimiento, hace ahora nueve años, de una formación política fresca, osada y resuelta pilló al universo mediático de nuestro país claramente con el pie cambiado. Acostumbrados como estaban a negociar a diario con sus fuentes de siempre, la súbita irrupción de una serie de jóvenes profesores universitarios que conectaban con la gente sin pedirles permiso a ellos, vacas sagradas de la comunicación habituadas a manejar el material informativo como les daba la gana, les desconcertó, no lo pudieron soportar. O sí, pero no estaban dispuestos a que el obsceno tinglado que tenían organizado desde hacía ya décadas corriera peligro.

 

El asunto venía viciado desde muy atrás. En la banca había una inercia tácita que garantizaba el sometimiento de los partidos políticos merced a préstamos que pocas veces se cobraban y la prensa, por su parte, sabía qué tenía que decir y qué callar si quería seguir mamando de esas sabrosas tetas llamadas publicidad y subvenciones. Nunca se hizo un reportaje, por ejemplo, sobre por qué los dependientes de El Corte Inglés no llevaban barba, ni se osaba jamás cuestionar el funcionamiento de empresas como Iberdrola, compañía que durante años financió generosos viajes a primeros espadas de muchos medios de comunicación.

 

Para formar parte de aquella obscena mesa de juego y poder sentarse a echar una partida parecía necesario pagar el correspondiente peaje y Podemos, la formación de aquellos jóvenes políticos recién llegados, no parecía dispuesta a hacerlo. Insoportable desvergüenza, como eso de negarse a pedir préstamos a los bancos, pero qué se habían creído.

 

Se decretó pues sin excesiva demora la caza y captura de la nueva formación política, “el tiro al podemita” podríamos llamarlo, y desde entonces no han parado. Cuando el Psoe descubrió que se les había acabado el chollo de vivir pareciendo de izquierdas sin serlo recurrieron a los medios que les debían favores para que le pusieran inmediatamente la proa a aquellos insolentes recién llegados que amenazaban una parte del pastel electoral. El PP, por su parte, no tuvo que esforzarse mucho para que sus incondicionales turiferarios de siempre se dispusieran también a ello. Y en cuanto a los sindicatos, pelín aturdidos ellos para variar, decidieron ponerse de perfil, sobre todo los mayoritarios. Ahí siguen.

 

«No hubo ni un solo medio público o privado que no considerara una amenaza la aparición de Podemos»

Les costaba entender que pronto alguien llevara la iniciativa en campos que hasta entonces habían sido un suculento y rentable coto cerrado. No tardarían en organizarse tertulianos, columnistas y directores de periódico para cerrar filas contra aquellos atrevidos jovenzuelos ¿Qué hicieron los periodistas en nómina de periódicos, radios y televisiones cuando vieron el panorama? Pues la mayoría someterse a los dictados de sus jefes y vender su dignidad por un plato de lentejas. Debieron entender que sus puestos de trabajo, o sus privilegios, estaban en juego si no se dedicaban a demonizar a conciencia a esos recién llegados, a los “radicales” de Podemos. Lo de los puestos de trabajo no era verdad, pero lo de la pérdida de privilegios era posible.

 

Años y años recibiendo cajas de vino y jamones por navidad en las secciones de Economía, discos y libros todo el año en las de Cultura, generosos sobres los cronistas de toros o viajes de ensueño en secciones de moda, deportes o motor, por poner solo algunos ejemplos, no es algo a lo que se pueda renunciar de la noche a la mañana porque aparezca una formación política predicando la decencia.

 

 

 

Cuando en 2016 Podemos se plantó en el Congreso de los Diputados con 69 escaños acabaron saltando todas las alarmas, y tanto políticos como periodistas se revolvieron visiblemente incómodos, llevaban dos años intentando cargárselos y habían fracasado. Intentaron entonces sin éxito colocarlos en el gallinero para quitarles visibilidad, y políticas como Celia Villalobos o periodistas como Pilar Cernuda llegaron incluso a decir que los nuevos diputados olían mal. Les molestaba su desenvoltura, su indumentaria, les fastidiaba en definitiva su existencia. Eran como agentes extraños que, para los periodistas y políticos que tan cómodamente habían coexistido por los predios parlamentarios durante cuarenta años, no encajaban en aquel plácido y alcanforado ecosistema.

 

Abdicó el rey, hubo golpes de estado internos en los partidos, del PP se desgajó una facción ultraderechista, nació y murió Ciudadanos, ese “Podemos de derechas” con el que bancos, eléctricas y petroleras quisieron contrarrestar el impacto de los morados, se repitieron elecciones generales en dos ocasiones, jueces por un lado y medios digitales fachas que se reproducían por esporas por otro pusieron en marcha un implacable lawfare al que acabaron sumándose los medios de siempre… Había no solo que diluir la capacidad de seducción del mensaje de un partido que al final había logrado calar hasta propiciar que fuera posible formar el primer gobierno de coalición en ochenta años, sino que había también que dedicarse a desprestigiarlo a toda costa hasta conseguir acabar con él.

 

El Gobierno de coalición cumplió en enero su tercer año de existencia y la gota malaya contra Podemos continúa. Contrarrestar sus efectos exige un esfuerzo enorme pero no es imposible. Saludo con todo mi afecto la aparición de Canal Red, me gusta mucho su trabajo y hago votos porque su manera de hacernos ver la otra cara de la luna permita, a tanta gente como la echa de menos, contar con una información a la que tiene derecho y que, a día de hoy, resulta muy difícil, por no decir imposible, encontrar en ninguna otra parte.

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