TE MATO EN AGOSTO
DAVID TORRES
El presidente del
Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña de las elecciones
del 28M en Barcelona. EFE/Enric Fontcuberta
"La maté en agosto, la caló apretaba". Es una de las grandes frases de Chiquito de la Calzada, un cigoto de copla que comienza con un asesinato y de ahí para arriba, aunque el segundo verso se pierde en detalles circunstanciales y no hay manera de saber cómo continua la letra, si es que había letra. Era una frase absurda, por supuesto, como tantas otras del humorista, como "lago negro, lago blanco", "de esta no te libra ni Perry Manso", "eres un fistro de bambino", "grijandemore" o la más breve de todas "gromenauer". A veces cuando contaba uno de esos chistes suyos, interminables y barrocos, a Chiquito le entraban ganas de cantar y soltaba lo de "la maté en agosto, la caló apretaba"; otras veces no tenía ganas de cantar y decía simplemente: "Te mato en agosto".
Es lo primero que
me vino a la cabeza cuando oí la fecha de la convocatoria anticipada de
elecciones generales, un sintagma que aunaba calor, mucha calor, un proyecto de
asesinato y un deseo radical de terminar con todo, hasta con el propio
pescuezo. También pensé que Pedro Sánchez estaba contando un chiste, que en
cualquier momento iba a curvar el espinazo, agitar las manos y empezar a decir:
"No puedo, no puedo, no puedo". Convocar elecciones la penúltima
semana de julio, cuando las ranas van con cantimplora, media España está de
vacaciones y la otra media espera ansiosamente pirarse a cualquier parte, suena
a disparate mayúsculo o a tiro en el pie, a últimas medidas desesperadas, no
digamos ya si el día anterior te han barrido en las urnas. Es difícil saber si
el presidente quiere revalidar su cargo por las bravas o si pretende batir el
récord mundial de abstención al aire libre.
No es la primera
vez que Sánchez sorprende con decisiones a bote pronto que parecen sacadas de
una galleta china de la suerte. No le dio la gana de formar gobierno con Unidas
Podemos a la primera votación y esperó a hacerlo a la segunda, con una
hemorragia enorme de escaños propios, sus futuros socios partidos por la mitad,
la ultraderecha inflada de anabolizantes y obligado a montar una coalición por
retales. Decían que detrás de esa decisión estaba Iván Redondo, el Fouché del
Caprabo, pero pudiera ser que le hubiera aconsejado la ouija o que lo hubiera
decidido mediante el pito pito gorgorito. Vaya usted a saber.
El caso es que esta
convocatoria inesperada -con Abascal sacando pecho y Feijóo más fuerte que
nunca- repite el órdago de Pedro Sánchez en su propio partido el día en que los
barones pidieron su cabeza y prefirió darles a todos un buen corte de mangas.
Le salió bien, sí, pero de milagro. A Sánchez siempre le ha gustado ir al
límite, jugando a la ruleta rusa con cinco balas en lugar de una, y por eso
también ha elegido el momento en que sus aliados están tirándose los trastos a
la cabeza y pegándose amistosas cuchilladas por la espalda. A lo mejor
espabilan o a lo mejor se estrellan del todo y se reducen a su mínima
expresión, como es tradicional en los partidos zurdos. Al final, el PSOE es lo
único que queda flotando después de estos naufragios fratricidas.
Al salir en su
comparecencia en La Moncloa, el presidente bien podía haber mostrado una bomba
con un temporizador y adelantar la hora de la explosión cuatro o cinco meses.
Para algunos analistas, se trata de una estrategia cojonuda que evita el
desgaste ante los medios: Batman arriesgándolo todo frente al Joker, el
Pingüino y Hiedra Venenosa; para otros, el acto final de un kamikaze, un
harakiri por poderes en el que va a destriparse junto a toda la izquierda. Lo
que es seguro es que el 23 de julio la calor va a ser tremenda y no sólo en los
termómetros. Habrá que relajarse físicamente, moralmente. Hasta luego, Lucas.
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