LA IZQUIERDA SE DEVORA A SÍ MISMA. AHORA ¿QUÉ?
JUAN TORRES LÓPEZ
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la vicepresidenta primera y
ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño y la
vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz,
durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, a 10 de mayo de
2023, en Madrid (España).
Los resultados electorales del domingo pasado representan una derrota sin paliativos de las izquierdas que creo se pueden explicar por cuatro factores a tener muy en cuenta si se quiere que las generales recién convocadas de un vuelco y permitan renovar un gobierno progresista.
El primero de ellos
es el acierto del PP.
Sus dirigentes se
han limitado a asegurar la permanencia de su electorado tradicional y que el de
Ciudadanos se fuera a su cesta de votos. Para ello, han centrado la campaña en
un discurso muy elemental y conocido: Pedro Sánchez sólo ha buscado y busca
mantenerse en el poder por cualquier medio, para ello se ha aliado con quienes
desean destruir España y con los herederos de ETA en particular, y ha formado
un gobierno dividido internamente que destruye España.
Gracias a ello, el
Partido Popular ha obtenido 1,89 millones de votos municipales más que en 2019,
es decir, no sólo los 1,69 millones que ha perdido Ciudadanos, sino otros
200.000 añadidos que habrá quitado a PSOE, o incluso a Vox, gracias a la
radicalización de su discurso.
El segundo factor
es que la estrategia del PSOE (centrar la campaña en Pedro Sánchez con relatos
y propuestas de alcance nacional) no ha podido ser muy buena, pues ha obtenido
407.000 votos menos que en 2019.
Los dirigentes que
han perdido alcaldías o que han recogido menos votos de los esperados coinciden
en que eso explica su derrota. Pero no creo que eso sea achacable tan solo a la
decisión de su líder.
El problema, a mi
juicio, es que el PSOE está siendo en los últimos años un partido sin norte,
sin proyecto y con una militancia y organización de base (su gran valor y la
fuente de sus grandes éxitos electorales) desanimada, desmovilizada e incapaz
de hacer política al lado de la gente.
El PSOE, como otros
partidos de izquierdas, se ha convertido en una organización cesarista, en
donde ya no hay apenas debate y en donde la estrategia se determina al margen
de los órganos del Partido y, por supuesto, de la militancia. El partido
socialista, como las izquierdas en general, lleva muchos años sin ser uña y carne
de la gente de los barrios, sin vivir en el día a día sus problemas y sin
construir de su mano la esperanza en un futuro diferente. Y eso se paga con
paralización, lejanía y desafecto; y con menos votos.
Por añadidura, el
PSOE sigue siendo lamentablemente incapaz de deshacerse de unos pocos
oportunistas que suponen, sin embargo, un lastre insoportable para la inmensa
mayoría comprometida y honesta de su militancia.
El tercer factor
que a mi juicio explica los resultados electorales es la irresponsabilidad
histórica de los dirigentes de las organizaciones a la izquierda del PSOE.
Es una
irresponsabilidad la desunión con la que se ha acudido a estas elecciones
municipales y autonómicas porque se sabía perfectamente que esa división iba a
impedir que, en un número muy elevado de municipios y comunidades, la izquierda
del PSOE fuese la tercera fuerza o que, directamente, se superase la barrera
del 5% que la ley electoral establece para obtener concejalías.
Es una
irresponsabilidad histórica porque la alternativa a los gobiernos de centro
izquierda es una derecha que se radicaliza constantemente llevada de la mano de
los grandes grupos financieros y empresariales que la financian y a quienes la
democracia ya les viene grande porque sus negocios son cada día más
incompatibles con la transparencia, la competencia, las preferencias ciudadanas
y los derechos humanos.
Y lo más grave de
esta irresponsabilidad es que no basta con acudir a las elecciones en las
mismas candidaturas. Es necesario ir unidos que no es exactamente lo mismo. La
experiencia ha mostrado hasta la saciedad que no basta con sumar siglas ni
juntarse mientras unos ponen verdes a los otros. Y la realidad es que ni
siquiera se han dado tregua en las elecciones.
¿A quién le gusta
salir de copas o irse a cenar con una pareja que no para de discutir y se ataca
constantemente? A nadie en su sano juicio, y eso mismo es lo que le pasa a la
gente corriente cuando ve a las izquierdas dedicadas sin parar a criticarse y
hacerse zancadillas, a pelearse y condenar a los demás sin descanso.
Cuesta decirlo,
pero esa irresponsabilidad que ha implicado dejar en manos de la derecha cada
día más extrema a cientos de municipios y casi todas las autonomías provocará
el dolor de millones de personas, el sufrimiento y malestar de los españoles
más desfavorecidos. No vale criticar tanto las maldades del capitalismo y luego
actuar de modo que se facilite la llegada a los gobiernos de quien lo lleva a
sus últimos extremos y con menos escrúpulos.
Finalmente, hay un
factor, concomitante con los dos anteriores, que a mi juicio también explica la
derrota de la izquierda y que es achacable (no estoy seguro de en qué
proporción) a los socios que conforman el gobierno.
Como escribí hace
tiempo, este último viene tomando medidas que protegen a la inmensa mayoría de
los españoles y con las que estos manifiestan estar de acuerdo muy
mayoritariamente en las encuestas. Sin embargo, los partidos que forman el
gobierno no logran concitar suficiente apoyo electoral y más bien parece que
actúan en contra de la mayoría de todos los españoles.
A mi juicio, la
causa de esto es triple.
En primer lugar, el
Gobierno no ha gestionado bien la comunicación social para contrarrestar la
desinformación y las mentiras constantes de los medios privados. Lo ha hecho
mal porque en España se ha producido un caso posiblemente único en el mundo: en
lugar de apostar por su democratización, el Gobierno deja los medios públicos
en manos de su oposición. Algo que se puede comprobar fácilmente viendo sus
contenidos informativos y el tipo de opinión mayoritaria que difunden. Y,
además, porque al mismo tiempo no crea ni despliega un sistema de mediación
social (la organización y militancia de los partidos) alternativo al que
sostienen los capitales privados. El resultado es que el relato dominante
desvirtúa y falsea la información y hace que la población actúe verdaderamente
a ciegas.
En segundo lugar,
el Gobierno se ha dejado llevar y no ha dejado de meterse continuamente en
charcos y de hacer un ruido con asuntos de segundo orden, echando por alto sus
logros más transversales, importantes y valiosos. Y, digámoslo claro de una
vez, porque ha tenido una agenda legislativa al servicio de intereses o
planteamientos periféricos y minoritarios claramente contrarios al sentir común
de la mayoría de los españoles. Si este Gobierno ha roto al movimiento
feminista o está haciendo que se abran varios frentes en su seno, o que sus
socios se den la espalda en asuntos fundamentales, ¿cómo se puede esperar que
se mantenga unida en torno a él la mayoría de la población? En particular, el
Gobierno ha dado giros para la gente incomprensibles (como ante Marruecos), ha
elaborado leyes sobre principios para la mayoría social inasumibles y se ha
empeñado en hacer creer que para garantizar la gobernabilidad de España hay que
someterse a la voluntad de quienes afirman que esta "le importa un
comino". O todo eso se explica bien, o se produce un roto electoral
irresoluble.
En tercer lugar, yo
creo que la gente corriente no puede entender que unos socios del Gobierno
digan cosas tan fuertes sobre los demás y sigan ocupando ministerios, que se
muestren las desavenencias en público y no se sea capaz de arreglarlas en los
despachos.
Cuando todo esto
ocurre y, al mismo tiempo, se quiere que la situación nacional condicione el
voto municipal o autonómico, es lógico que los resultados sean nefastos.
Ahora qué
La reacción del
presidente del Gobierno no se ha hecho esperar, convocar inmediatamente
elecciones. La decisión es sorprendente por varias razones.
En primer
lugar, porque -aunque la decisión
corresponde al Presidente del Gobierno- parece lógico que hubiera valorado los
resultados y consultado la estrategia con su Ejecutiva. No es la mejor forma de
desprenderse del cesarismo que tanto daño hace a la izquierda; más bien lo
agudiza.
En segundo lugar,
parece una falta de respeto a la normalidad institucional que se haga coincidir
la constitución de ayuntamientos y parlamentos y gobiernos autonómicos con
nuevas elecciones. En tercer lugar, produce un efecto de imprevisibles
consecuencias en el funcionamiento de la presidencia europea. No es fácil
entender que se haya dado lugar a que esta se desarrolle con un gobierno en
funciones. Y, finalmente, porque la decisión de convocar elecciones cuando el
adversario está más fuerte y pletórico parece políticamente incomprensible.
Como también lo es que se renuncie a medio año de puesta en valor de lo
realizado a lo largo de la anterior legislatura. A primera vista, la decisión
del Presidente Sánchez parece que equivale a un sálvese quien pueda, a un salir
corriendo de la quema sin apenas recoger los papeles. Y eso, si no lleva
consigo la renuncia a volver a presentarse.
¿Podrán tener las
elecciones del 23 de julio un resultado diferente a las de ayer domingo?
Quizá eso pueda ser
posible pero, desde luego, no actuando de cualquier forma.
Obviamente no hay
tiempo para hacer planteamiento de medio o largo plazo.
El Partido
Socialista tiene muchos años a su espalda, está curtido en mil batallas y si
algo tiene su actual secretario general es determinación y coraje. No sería la
primera batalla dada por perdida de antemano que termina ganando. En unas
semanas veremos si su partido ha podido recomponerse instantáneamente, algo que
sólo será posible si prevalecen la unidad y la movilización de su militancia.
A su izquierda las
cosas son más difíciles que nunca. No hay tiempo sino para presentar
candidaturas de unidad que no sean, otra vez, el resultado de un mero acuerdo
desde arriba. La única posibilidad de que la izquierda del PSOE recupere
electorado (a su vez, quizá la única de que haya un nuevo gobierno progresista)
es que, liderada por Yolanda Díaz, actúe con inteligencia y generosidad y
presente candidaturas unitarias, de amplio liderazgo social, que reflejen el
compromiso, la inteligencia colectiva y la lucha por la defensa de los
intereses de las mayorías sociales, atractivas, un espejo donde se refleje lo
mejor de nuestra sociedad.
Y, por supuesto,
que se haga una campaña en la que se dé prioridad a lo que une a las
izquierdas, en la que se coopere y no se divida.
Es imprescindible
tener presente, ahora más que nunca, que una estrategia política nunca puede
llegar a ser mayoritaria si se centra en planteamientos, intereses o
identidades periféricos. Si la izquierda quiere ser la columna vertebral de la
transformación social debe basar su discurso en lo que afecta y preocupa a las
mayorías, en el sentido común de la gente y en planteamiento transversales. Una
cosa es reconocer y defender los derechos de las periferias y otra confundirse
con ellos.
Las izquierdas no
pueden renunciar a vertebrar a España ni avergonzarse de que ese ha de ser su
principal objetivo. Deben ofrecer un proyecto de interés nacional, única forma
de enfrentarse al nacionalismo español y a los periféricos que polarizan sin cesar
la actividad política y degeneran la vida social.
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