ESPAÑA: RÁPIDA Y FURIOSA
AGUSTÍN FONTENLA
Con los medios y la dirigencia de derecha celebrando el “fin del sanchismo” y el triunfo del PP y Vox, Sánchez debió ser más veloz que nunca
La política española juega y corre con la misma velocidad y furia de la saga protagonizada por el actor Vin Diessel. Incluso, como la política en general, corre el riesgo de convertirse en un producto de entretenimiento.
El mayor problema es que, mientras algunos sectores del poder se llenan los bolsillos, las grandes mayorías ciudadanas sufren las consecuencias de una política que no está hecha para su beneficio.
Los mandatos se
acortan, y los oficialismos tienen cada vez más difícil la opción de revalidar.
Les pasó a Macri, Trump, Bolsonaro, y a unos cuantos primeros ministros del
Reino Unido, por citar solo algunos del último tiempo. Con o sin razón, las
sociedades no tienen paciencia, y el voto busca respuestas inmediatas.
En España, que
elegirá presidente en menos de dos meses, el marco electoral se presenta cuesta
arriba para el 'socialista' Pedro Sánchez, incluso con unos datos económicos
que bastarían para destacarlo por sobre el resto de sus contrincantes. Logró
reducir la tasa de desempleo en casi diez puntos, subió el salario mínimo, y,
junto a Unidas Podemos, aprobó una batería de leyes que mejoraron las
condiciones de la clase trabajadora. [Al mismo tiempo se convirtió en perrito
faldero de Biden, apoyó las sanciones a Rusia que le costaron mucho dinero al
pueblo español, aumentó el presupuesto militar disminuyendo los gastos
sociales, etc.].
Sin embargo, en
estos tiempos, la política está dominada por la furia, y la velocidad. Es algo
global. Buena parte de la dirigencia política no discute programas ni ideas. Se
dedica a insultar y descalificar, cuando no a mentir.
En efecto, uno de
los temas que dominó la campaña electoral para elegir el 28 de mayo autoridades
provinciales y municipales fue ETA, el "terrorismo vasco". Aunque la
organización lleva más de diez años disuelta, para la derecha política y
mediática del país ibérico, Sánchez es su principal redentor.
Con los medios y la
dirigencia de derecha celebrando el “fin del sanchismo” y el triunfo del
Partido Popular (PP) y Vox en los comicios autonómicos y municipales, Sánchez
debió ser más veloz que nunca.
A las once de la
mañana de este lunes compareció a las puertas de La Moncloa para anunciar que,
las elecciones previstas para diciembre, se adelantaban al veintitrés de julio.
Eso le permitió
frenar los preparativos de su entierro político, y evitar que, durante los
próximos meses, el Partido Popular y Vox siguieran cascoteando a un gobierno
que calificaron de “ilegitimo” casi desde sus inicios.
La izquierda, con
sus habituales luchas intestinas, no ha sido lo suficientemente veloz para
entender el tiempo político actual. Disgregada nacional y provincialmente, y
sin líderes definidos, ha pagado el costo en las urnas.
Unidas Podemos no
entró en la Asamblea de Madrid, y tampoco logró sumar en Valencia, que se había
convertido en una comunidad testigo del rumbo que tomaría la política nacional.
La jugada de
Sánchez los ha obligado a reaccionar de forma urgente. En menos de diez días
deberán presentar listas y ordenar un discurso y un liderazgo claro.
El PSOE, por su
parte, deberá analizar la conveniencia de haberle dado a la campaña el espíritu
de un plebiscito. La dinámica de saturar el debate público con agendas propias
que tantos éxitos le deparó en años anteriores, podría ser sometida a revisión.
En la España
actual, los gobiernos se forman en coalición. Para revalidar, el espacio
"progresista" necesita de un PSOE fuerte que lidere, y una
centroizquierda (Unidas Podemos/Sumar) que, justamente, sume una cantidad
considerable de diputados. Lo mismo sucede del otro lado de la horquilla.
Muerto Ciudadanos, el PP deberá obtener mayoría absoluta o pactar con Vox.
Y, hablando de
pactos, esa será una de las claves de las elecciones generales del veintitrés
de julio. ¿Qué prefiere la sociedad española, un gobierno del PSOE, que pacte
con partidos de corte independentista como ERC y EH Bildu, o un Partido Popular
que pacte con la agenda ultra y reaccionaria de Vox? Previsiblemente, todo se
decidirá en un marco de furia y rapidez.
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