¡POBRE JUAN CARLOS, QUÉ MALA ES CORINNA!
ANA PARDO DE VERA
Este lunes, 22 de mayo, se estrena en España la docuserie Juan Carlos, la caída del rey en la plataforma británica SkyShowtime. La cinta, que ya se ha paseado por el Berlinale Series Market y por Cannesseries, cuenta ya, sin haberse emitido en nuestro país, con una buena cantidad de detractores capaces de adivinar que el documental, pese al prestigio de sus responsables, es más de lo mismo: una pataleta de una despechada Corinna Larsen, examante del rey Juan Carlos durante varios años y, sobre todo, exsocia en los negocios ilegítimos (como mínimo) de quien fue nuestro jefe de Estado durante casi cuatro décadas (1975-2014)
Juan Carlos, la
caída del rey, que en Alemania se estrena como Juan Carlos. Amor, dinero,
traición, es una serie producida por la prestigiosa GebruederBeetz
Filmproduktion, con varios premios internacionales a sus espaldas y que es
propiedad de Christian Beetz, insigne director de documentales que ha rodado
hasta 120 películas. Beetz ha creado la serie junto a Anne von Petersdorff y
Georg Tschurtschenthaler y todos han trabajado junto al productor y director
español Pedro Barbadillo. Los productores ejecutivos de Sky Deutschland son
Christian Asanger y Felix Kempter, y de Sky Studios, Barnaby Shingleton.
Como pueden
comprobar por sus trayectorias, los nombres citados no son los de principiantes
superficiales y frívolos que quieran limitarse a retratar el despecho de una
mujer abandonada que aspiraba a ser reina de España, como he leído por ahí la
semana pasada en diarios serios y de relumbrón. El documental de GebruederBeetz
Filmproduktion es diferente a todo eso con lo que pretenden diasudirles de
verlo los detractores de Larsen ... ¿O debería decir los defensores -mayoritariamente
hombres- del emérito, que los sigue teniendo pese a todas las barbaridades
probadas y asumidas por Felipe VI, su hijo rey o rey hijo, que hemos conocido
en la última década?
La mejor prueba de
que ver los cuatro capítulos de Juan Carlos, la caída del rey merece la pena
nos la suministraron, antes de que su rodaje se pusiera en marcha, esos mismos
detractores/defensores/guardaespaldas/sicarios ... del rey emérito. Lo contamos
en Público, naturalmente, y se recogió asimismo en otros medios españoles; no
muchos ni, mucho menos, todos: "Sacar la docuserie sobre el emérito
adelante no ha sido una tarea fácil: Christian eetz, productor ejecutivo de
Juan Carlos: la caída del rey, ha contado al medio estadounidense Deadline
Hollywood que la producción del documental ha sido "una pesadilla".
Según Beetz, el equipo que ha trabajado en la elaboración de Juan Carlos: la
caída del rey ha recibido amenazas anónimas por teléfono. Además, Beetz ha
comentado que tanto él como sus colaboradores se sintieron "seguidos y
espiados" durante la realización de la cinta (...) "Alguien se sentía
claramente preocupado por lo que estábamos haciendo, lo cual era buena
señal", concluye Beetz".
La imagen de
España, de nuestras instituciones, de la libertad de prensa, expresión y el
derecho a la información, por lo suelos (otra vez), gracias a un rey que aún
cuenta con protección, pese a saberse lo que se sabe, porque se trata de
hacerle un daño controlado que no afecte a su hijo, al actual jefe de Estado,
que no se habría enterado de nada de las corrupciones de su padre ... Porque no
es Juan Carlos, ni Felipe, es la monarquía como pilar central de un régimen que
ha contado y cuenta con grandísimos privilegiados. Parece, no obstante, que la
salida a la luz de docuseries, libros, etc. está fuera del control que quienes
urdieron la operación salvar a Felipe matando a Juan Carlos.
Gracias a la
coautoría del ensayo La armadura del rey, junto a Eider Hurtado y Albert
Calatrava, que nos publicaron Roca Editorial, en castellano, y Ara Llibres, en
catalán, me llamaron para participar en Juan Carlos, la caída del rey. La
profesionalidad de sus trabajadores, la profundidad conocedora de Barbadillo
-que me hizo la entrevista-, la factura técnica, el sigilo y la discreción con
la que llevaron todo durante meses, en pandemia y a presión de las presiones
relatadas, me dieron la seguridad de que iba a salir un producto tan bueno -y
con el que se complementa a la perfección- como lo ha sido Salvar al rey,
emitida en HBO Max, producida por Campanilla (Mandarina) y dirigida por Santi
Acosta. Sus ecos aún resuenan, pues sigue siendo uno de los documentales
líderes de plataforma.
La docuserie
alemana no es un producto cualquiera ni trata sobre despecho femenino alguno,
sino que aporta novedades y confirma mucho de lo publicado hasta ahora sobre la
corrupción económica, política y moral del emérito y su protectorado estatal,
pagado por usted y por mí: Larsen, una mujer poderosa, hábil, ambiciosa e
inteligente, fue socia del rey además de amante y pretendida futura esposa (era
él quien se moría por divorciarse de Sofía y hacerla reina de España, ante el
espanto de los gobiernos de entonces); conoce sus movimientos y secretos
acumulados durante años de relación asumida-y protegida- por el resto de
instituciones del Estado.
Larsen está inmersa
aún en causas judiciales y su responsabilidad en esa corrupción del exjefe del
Estado español la dirimirán los tribunales (o no). Desde el punto de vista
democrático, las responsabilidades de Larsen me importan poco en sí mismas: el
jefe del Estado era el Borbón y ahora, lo es su hijo; ambos, como tales,
inviolables; el rey, por tanto, es el responsable y culpable primero. Larsen
tiene una estrategia de defensa que seguir minuciosamente, estoy segura de que
asesorada por los mejores abogados, por lo que no creo que ese plan incluya
mentir contra un rey, sino mostrar, al menos, una parte de las
responsabilidades del emérito, en función de los intereses judiciales de la
alemana; cuidadosamente, públicamente. Mientras Larsen ve que su dinero ha sido
investigado hasta las uñas, Juan Carlos I mantiene una fortuna desconocida, y
seguro que abultada, bajo la vigilancia de un Estado antidemocrático y off
shore, Emiratos Árabes Unidos. Tratar de desprestigiar un documental que saca elementos
inéditos sobre el rey emérito, los que sean, pero que ayudan -pueden creerme- a
construir una historia de poder putrefacto es tratar de tomarnos, una vez más,
por súbditos imbéciles. Y cada vez son menos, aunque hagan mucho ruido.
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