LA PROMESA
GUILLEM MARTÍNEZ
Como el fake, la promesa es un arte. Un arte, para acabarlo de liar, negado a los artistas. Santiago Rusiñol –pintor, escritor, morfinómano; lo dicho, artista– a principios del XX tuvo un escarceo con la política. Según la leyenda urbana, su familia lo metió en la Lliga, para que se buscara la vida. Llegó a ser candidato a unas elecciones y, como tal, visitó en campaña un pueblo desconocido. Allí lo dio todo, y prometió a la audiencia un puente, lo más en la época. Lo que encendió como un mechero a la audiencia, que empezó a abuchearle con violencia. Rusiñol preguntó por toda esa ira al fulano que tenía al lado. “Es que aquí no tenemos río”, le dijo. Sin enmendarse, Rusiñol, segundos antes de dejar la política por piernas, prometió a los reunidos un río. Esta parábola, hermanos, explica que la promesa y el fake –en su único mitin, Rusiñol llevó a su extremo la una e inventó la otra– son peligrosos. No intenten reproducirlos en su hogar sin la ayuda de un profesional. O, incluso, con él.
Esta semana, Lola
García, en La Vanguardia, explicaba una lectura, escondida, fundamental de la
campaña. La siguiente, dos puntos, el PSOE invierte su tiempo de campaña en
promesas, mientras el PP lo hace en ideología. Lo que resume varias toneladas
métricas de campaña, y ofrece un subsiguiente y considerable ahorro de tiempo.
Que aún puede ser mayor, si observamos que el PP no invierte su tiempo en
ideología a secas, sino en el cultivo concreto del objeto ideológico más I+D
del siglo XXI, cuidadín. El fake, esa cosa pálida y viejuna cuando la conduce
Feijóo –un señor siempre a punto de prometer un río–, y esa cosa atómica,
ultrasónica, cuando la pilla el equipo de Ayuso y, gracias al fake, pulveriza
toda la agenda informativa, toda la campaña de la competencia, incluso casi
todo vestigio de vida. El fake es el suelo sin techo, sin límite, en el que se
ubica la moderna y nueva extrema derecha. Por lo que la apuesta generalizada
del PP por el fake es, en este año electoral, un indicio de donde está. El PP
está, glups, donde la extrema-derecha. Está, además y por esos giros dramáticos
del destino, no muy alejado del PP Europeo al respecto. Lo que le confiere
futuro y verosimilitud al asunto. Socorro.
La promesa, a su
vez, se parece al fake en que a) también suele ser gratis, y en que b) puedes
emitir promesas como Feijóo emite el fake, o como lo emite c) Ayuso. El PSOE,
en ese sentido, ha accedido a la campaña a través de promesas sumamente
contradictorias. Por ejemplo, promete un día semanal de cine por dos euros a
los mayores de 65 años, yupi, mientras, en otra ventanilla, ese colectivo ve
dificultado, pongamos, su acceso a la renovación del carnet de conducir. Por
otra parte, no hay, ni se espera, ventanilla en la que atender al tramo más
joven del baby-boom español –criado, educado, madurado, envejecido en la
desindustrialización y la posterior precariedad–, cuando ese tramo acceda a la
jubilación y, con ella, deje de acceder no solo al cine, sino a la vivienda. Un
bosque de promesas desordenado, imprevisible, no matizado por la ideología, no
abarcable con un simple vistazo, se parece al fake en que es un monte de
espuma, difícil de abarcar, si bien mucho menos vistoso. Un bosque de promesas
se diferencia del fake en que, siendo la promesa algo tan gaseoso como la
mentira, es menos real y menos atractiva. El bosque de promesas emitido por
Moncloa es como los descuentos de La Sirena: no son automáticos, sino que son
tickets, que siempre pierdes en el bolsillo. Por lo demás, ofrecen fabulosos
descuentos en productos que no compras. Algo chungo, si pensamos que el PSOE
precisa, en ese sentido, satisfacer, y mucho, a la población entre 35 y 45
tacos, con problemas para acceder a la compra. Se trata de un grupo que, ante
la ausencia de lo palpable, parece preferir el fake, la ilusión maciza de la
mentira, antes que el cosquilleo leve y momentáneo de la promesa. Y no hay
promesas reales para ese sector u otros similares, por lo mismo que en Japón,
en crisis estructural más avanzada y desde hace décadas, solo se hacen promesas
a jubilados y personas a punto de serlo. No solo son los que votan, sino que el
resto son la precariedad, lo incomprensible, lo incalculable.
El bosque de
promesas emitido por Moncloa es como los descuentos de La Sirena: son tickets,
que siempre pierdes en el bolsillo
La promesa y el
fake, las opciones electorales de los dos grandes, tienen además otra
característica que las aproximan. Ambas requieren centralismo y verticalidad.
No puede prometer ni mentir a todo el mundo. Mentira y promesa requieren un
núcleo irradiador. Un centro. El centro. Esto es, Madrid. Lo que equivale a
decir que la promesa y el fake, para existir, deben omitir todas las realidades
que separan a Moncloa o a Ayuso de un municipio random. Es decir, todas las
realidades. Lo que supone a su vez ignorar las propuestas de los alcaldables.
Incluso sus voces. Algo que puede favorecer al PP –en términos generales, su
política municipal no existe, como los niños en el arte no existieron hasta el
XVIII, cuando dejaron de ser adultos pequeños; el municipio, para el PP, es así
un Estado pequeño, con su ETA y todo eso–. Pero que puede dificultar
notoriamente la vida al PSOE –ese es el caso, por ejemplo, de Collboni,
candidato PSC a la alcaldía de BCN; sin mucho discurso, las promesas de sus
superiores le impiden prometer; esto es, existir–.
La sensación es que
en el PP no hay una cabeza pensante que frene, mientras en el PSOE no hay una
cabeza pensante que acelere. Lo que supone no una, sino dos tragedias griegas.
La tragedia de la promesa –prometer un puente– y la tragedia del fake –prometer
un río–. Ambas confirman una campaña municipal débil y crispada, si bien
presagian la violencia histórica, inusitada, incalculable, de las próximas
generales.
Como el fake, la
promesa es un arte. Un arte, para acabarlo de liar, negado a los artistas.
Santiago Rusiñol –pintor, escritor, morfinómano; lo dicho, artista– a principios
del XX tuvo un escarceo con la política. Según la leyenda urbana, su familia lo
metió en la Lliga, para que se buscara la vida....
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