CRÍTICO. MADRE ÁFRICA
POR LUIS BRITTO GARCÍA
Ponencia para la Semana Mundial
del África
África es la madre de la
humanidad; el género humano parece haber olvidado su origen.
Fue en África donde nuestros antepasados antropoides cursaron hace unos 350.000 años el problemático paso hacia la humanidad: desde la recolección y la cacería a la agricultura y la ganadería en gran escala y al sistemático aprovechamiento de las aguas.
Allí generaron
la escritura, el calendario, la astronomía, las matemáticas, la
geometría, las gigantescas obras de
embalse, canalización y regadío que posibilitaron masivos cultivos de cereales
que alimentaron a los constructores de arquitecturas titánicas en pie todavía.
Así organizaron grandes
sociedades estratificadas, con
castas de escribas especializados en la
escritura, el cálculo, la geometría, la observación astronómica, la legislación
y la administración tributaria.
Sus civilizaciones vivieron y
crecieron en simbiosis con los cursos de agua, unidad técnica y económica
que propició la unidad política entre
los reinos del Alto y del Bajo Egipto.
Pero esta magnífica maquinaria
civilizatoria que acompañó a los grandes ríos no pudo extenderse más allá del
sistema de canales de regadío construido alrededor de sus cauces.
En contraste, el panorama
cultural y civilizatorio del resto del África fue y es todavía el de la más extrema y proliferante
diversidad.
Mientras que en Europa el poder
cultural se unificó a partir del siglo IV alrededor del cristianismo, y el
político en torno al Imperio Romano, al
Sacro Imperio Romano Germánico y finalmente a la Unión Europea, en el África
posterior a los grandes imperios hidráulicos y a la dominación del área del
Mediterráneo por los griegos desde el 322 AC y los romanos desde el 30 AC, la
dispersión económica, social, cultural y política parece haber sido la regla.
Infinidad de sociedades tribales,
a veces antagónicas, conservan más de 3.000 idiomas y en general culturas
propias e idiosincráticas.
A partir de la invasión árabe del
Magreb en el 642 después de Cristo, el Islam dominó religiosamente
significativas porciones del territorio africano, pero nunca constituyó un
sistema político unitario extendido por la mayor parte del continente.
Desde 1415 los lusitanos capturan Goa e instalan enclaves
en las costas africanas buscando el acceso a la India.
Poco después se plantea uno de
los procesos más enigmáticos de la modernidad: el volcamiento de España, y
luego de Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda
y Dinamarca hacia la conquista de la para entonces remotísima América, pasando por alto la cercana África,
a poco más de un día de navegación por el Mediterráneo.
Quizá la causa de ello fuera el
que los musulmanes habían constituido fuertes Estados en el Norte de África,
que compitieron con los europeos por el
dominio naval del Mediterráneo y
territorios adyacentes.
Las legendarias riquezas de
América, el mito de El Dorado, el oro robado a México y la plata arrebatada al
Perú detonaron una rebatiña contra pueblos militarmente débiles que apenas se
iniciaban en la metalurgia y no dominaban las armas de fuego.
El exterminio de gran parte de
los pueblos originarios de América originó la carencia de mano de obra que
propició el infame comercio del Triángulo: mercaderes que levaban anclas de
puertos europeos compraban esclavos en los africanos; vendían a estos desdichados
en el Nuevo Mundo y tornaban a Europa cargados de riquezas americanas.
La mayoría de las víctimas eran capturadas por otros africanos, a veces
en las guerras tribales, a veces por musulmanes traficantes de esclavos.
Esta macabra operación secuestró
unos 60 millones de africanos, de los cuales llegaron vivos a América apenas
unos 12 millones por las violencias,
privaciones y maltratos del viaje.
Tal contingente es en gran parte
responsable de la producción y
recolección de las riquezas de América enviadas a Europa, según Carlos Marx una de las causas
fundamentales de la acumulación primitiva que originó el capitalismo.
También africana es la mano
esclava que motorizó el llamado “Imperialismo Verde”: el apogeo de las grandes
plantaciones americanas y caribeñas que siguieron nutriendo a Europa tras la
rapiña que casi despojó a América de metales preciosos.
Africana es la primera rebelión
independentista exitosa de América: la de Haití, que a partir de 1791 erradica
la esclavitud y derrota a las mejores tropas de Bonaparte.
Quizá por ello el gran saqueo
colonialista del África apenas arranca a finales del siglo XVIII, con la
expedición de Napoleón contra Egipto y Siria en 1798.
Décadas después, las potencias
europeas colonizan la casi totalidad del
Continente Negro, avasallándolo con su técnica militar superior y sus armas de
fuego. Portugal, España, Inglaterra, Francia, Bélgica, Italia, Alemania
participan en el tumultuoso saqueo, estableciendo fronteras convenientes para
sus intereses que para nada respetan la geografía, demografía o culturas
locales.
En los territorios avasallados despojan a los
nativos de sus recursos naturales y tierras y les cargan un impuesto de
capitación por el solo hecho de vivir, para obligarlos a trabajar como mano de
obra barata en las minas y plantaciones de los colonos. El colonialismo
cultural implanta la religión, el idioma, los valores y la cultura de las
metrópolis, mas no su grado de desarrollo ni de autodeterminación soberana.
Estos pueblos brutalmente
subordinadas sin embargo plantan las semillas esenciales de la cultura moderna.
De las máscaras africanas nace la pintura cubista contemporánea; de la melodías
negras surgen los blues, el jazz, el rock and roll y las folías, y las
disonancias y ritmos percutivos de Stravinski; toda una cultura latinoamericana
y caribeña brota de los crisoles del
mestizaje étnico y lingüístico. Africanos son nuestra sangre, nuestros santos y nuestros festejos;
casi todo lo popular lleva el mismo sello.
Sólo tras arduas luchas
descolonizadoras que se intensifican
desde la Segunda Guerra Mundial llega
África a su situación actual, con 54 Estados soberanos que dificultosamente intentan
coordinar multitudes de sistemas políticos y económicos, culturas, religiones y
lenguajes.
El Pensamiento Único mantiene
dividida, fragmentada y desunida cultural, económica y políticamente a la Madre
África que originó al Único género humano.
Todos somos África, mientras la desunión subsista.
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