DOS MOTOS MUY MOTOS
DAVID TORRES
Pablo Motos y Miguel Lago en El Hormiguero
Siempre que se habla de los límites del humor nadie señala que Pablo Motos es uno de ellos. Es verdad que hay gente que se ríe con las cosas de Pablo Motos, aunque suele ser la misma clase de gente que se lo pasa pipa con las desgracias ajenas: un albañil que se cae de un andamio y se rompe una pierna, una señora que se abrasa las manos con un litro de agua hirviendo, y todo así. No creo que existan temas prohibidos a la risa, al contrario, sospecho que no hay ninguno, pero hay que ser un verdadero genio del humor a la hora de bromear sobre aspectos tan delicados de la condición humana como una discapacidad auditiva o la orientación sexual.
La otra noche, en
ese vertedero televisivo denominado El hormiguero, Pablo Motos y Miguel Lago se
descojonaron vivos porque la candidata de Podemos en Valencia, Pilar Lima, es
sorda y bollera. "Bueno, como ya vale todo, empezar a faltar: y aquí este
cojo que hemos traído" siguió Lago entre un coro de carcajadas. Hay tantos
detalles truculentos en esas carcajadas que no sabe uno por dónde empezar;
mejor será empezar por lo más evidente: el lesbianismo entendido como
discapacidad, como si todo lo que se sale de la fórmula tradicional de macho y hembra
significase un infortunio del rango de la sordera, mientras que los dos juntos
en la misma señora fuesen ya el no va más, un no parar de reír.
Anda que no ha
costado siglos a las personas LGTBI+ alcanzar la igualdad de derechos ante la
ley para que vengan Lago y Motos a resucitar el salero rancio de Arévalo, esos
chistes de mariquitas y gangosos que petaban los casetes de gasolinera en los
años setenta y ochenta. "¿Qué requisito tiene que tener un candidato, sea
del partido que sea, para ser aceptado?", preguntaba Motos, poniéndole en
bandeja la respuesta a Lago. Y en lugar de aplaudir lo admirable que hay en una
persona cuya vida ha estado sembrada de obstáculos -físicos, fisiológicos y
sociales- y que a pesar de ellos se presenta a la alcaldía de València, van y
se burlan de ella. Llega a ir Stephen Hawking a El hormiguero y lo tiran por un
tobogán con silla de ruedas y todo.
Quizá lo más penoso
de todo fue que, en ese mismo programa, Miguel Lago denunciaba el acoso
escolar: "Es violencia física, es violencia verbal, es acoso. No termina
en el aula". El pobre hombre ni siquiera cayó en la cuenta que cinco
minutos después estaba poniendo en la picota a una mujer por ser sorda y porque
le gustan las mujeres. Lago se hizo famoso con un personaje repugnante, un
facha repeinado y sin complejos que se llamaba a sí mismo "hijo de
puta" y que hacía gala de su clasismo y su racismo, con monólogos tan
graciosos como que quería adoptar a una niña china para aprovechar un local que
tenía vacío y darle así una oportunidad de negocio. Parecía ironía, sí, pero
ahora cabe la sospecha de que estuviera hablando en serio. En cuanto a Pablo
Motos, al menos ni le tocó el culo ni le preguntó si llevaba los calzoncillos
prietos.
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