UNA FOTO-FIJA DE VENEZUELA CON DATOS CON LOS QUE REBATIR A TU CUÑADO
ALBERTO
PRADILLA
Los
altercados se suceden en las calles de Caracas. Foto: Alberto Pradilla
Manuel
Gómez Pereira se preguntaba en su película de 1993 “por qué lo llaman amor
cuando quieren decir sexo”. Durante los últimos días, observando tanto las
portadas como las redes sociales en España mientras recorro Caracas, llego
plantearme el por qué lo llaman Venezuela cuando quieren decir Podemos. O
izquierda. O dogma neoliberal. O, sobre todo, “tengo la razón absoluta, tú no y
te voy a linchar, aunque sea a través de Twitter”. La Venezuela que aparece en
los medios no es un país de 30 millones de habitantes, que trata de salir de
una de las mayores crisis políticas y económicas de su historia reciente,
referente en las últimas décadas en el campo de la transformación social y en
el que conviven, dándose la espalda, dos modos irreconciliables de entender la
organización del Estado. La Venezuela de los medios y las discusiones de bar es
un Macondo ideológico, una recreación, un mazo con el que zurrar al contrario.
La excusa por la que dos tipos que jamás hayan pisado el país pueden estar
discutiendo durante horas teatralizando lo preocupados que están por una
población a la que es posible que no traten en su vida.
Una
vez despachado el desahogo, vamos al asunto. A Venezuela. A un país que el
jueves afronta una enésima jornada decisiva en la que puede que no se decida
nada. O sí. Que pasar, algo pasará. Pero, desde luego, nada que solucione el
bloqueo político en el que se encuentra atrapado el país que dirige Nicolás
Maduro. Porque este se arrastra desde que el actual mandatario asumió el cargo
en 2013. O, en realidad, desde que Hugo Chávez se hizo con la presidencia en
1998. Primer dato: existe una parte de la población venezolana, generalmente la
más pudiente, que jamás ha aceptado que el chavismo llegase al palacio de
Miraflores.
Volvemos
al día de mañana. Está previsto que los 545 integrantes de la Asamblea Nacional
Constituyente juren su cargo en el Palacio Federal Legislativo, que es la sede
del Parlamento. El problema es que ahí se encuentran los diputados de la
asamblea elegida en 2015, cuando la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) obtuvo
112 escaños y superó al Gran Polo Patriótico, que se quedó en 55. La oposición
rechaza la legitimidad de la constituyente y dice que el órgano legislativo que
controla va a seguir trabajando. El chavismo considera que la constituyente
sustituye al anterior parlamento, que se disolvería. Y estos dos modos
irreconciliables de entender la institucionalidad pueden terminar viéndose las
caras el jueves dentro de la asamblea. ¿Habrá golpes? Depende de los ánimos de
unos y otros. No sería la primera vez. Lo cual no implica que el país esté al
borde de una guerra civil. Segundo dato: Venezuela no está a las puertas de una
guerra. Existe una división profunda, que se expresa en la fractura física
existente en Caracas entre el este acomodado y el centro y el oeste,
tradicionalmente más chavistas. Se han registrado focos de violencia en
Caracas. Y, de mayor gravedad, en estados como Táchira.
En
términos políticos, tengo la sensación de que en amplias capas de la sociedad
existe un cierto hastío. El apoyo al gobierno de Nicolás Maduro llegó a mínimos
históricos, porque las dificultades económicas han sido muy severas. Pero esto
no implica que quienes desconfiaban de la gestión del actual mandatario
estuviesen dispuestos a seguir a la oposición. Especialmente, después de que
esta apostase por desestabilizar y confrontar en la calle. La MUD se ha
comportado como el soldado que se lanza a caballo contra las líneas enemigas,
mira hacia atrás y se da cuenta de que no hay tropa que le siga. Lo cual
tampoco implica un apoyo ciego al Ejecutivo. Hubo un voto de castigo a la
oposición que ha beneficiado al Gobierno. Pero este va a tener que gestionarlo.
El lunes, durante la celebración chavista de los resultados de las votaciones,
se escuchaba mucho una idea: la tesis del efecto boomerang, o la advertencia de
que si la Asamblea Nacional Constituyente no acierta, su impulso se puede
volver contra Maduro y su administración. Tercer dato: existe una fuerte
polarización, sí, pero por sí sola no explica la complejidad de Venezuela ya
que no estamos ante dos bloques monolíticos. Hay grises y matices e incluso
gente que cambia de bando.
Si
uno pregunta a las bases chavistas (las otras no quieren saber nada) sobre las
prioridades de la asamblea, una amplísima mayoría habla de “conseguir la paz”.
Recordemos que, en este ciclo, llevamos más de cien días de protestas y cien
muertos de ambos bandos. En 2014 y 2015 también hubo explosiones de
“guarimbeo”. A partir de aquí, se repite mucho la idea de “profundización” en
el proceso revolucionario. Un concepto que sigue sin explicarse al detalle. La
constituyente es una especie de carta a los reyes magos en la que todos pueden
incluir sus deseos pero sobre la que nadie ha dado una idea clara. Sí, hay
gente que votó sin tener muy claro qué es lo que ese órgano va a decidir. Entre
las reclamaciones: regulación de los precios, abastecimiento de alimentos y
medicinas, garantía del derecho a sanidad y vivienda y medidas concretas contra
la violencia, ya que Venezuela se encuentra entre los países con mayor tasa de
homicidios por cada 100.000 habitantes. Concretamente, 91, lo que le ubica como
el segundo país sin guerra con mayor índice de asesinatos. Cuarto dato:
Venezuela tiene problemas muy graves, que van desde el modelo productivo o la
ausencia de él, más allá del rentismo del petróleo, hasta la corrupción.
Por
cierto, y esto es importante. Los comercios no están vacíos. Hubo problemas de
desabastecimiento graves hace un año, pero desde entonces se abrió la compuerta
de las importaciones en dólares y las estanterías de las tiendas disponen casi
de todo. Eso sí, a precios desorbitados, por la dolarización “de facto” de la
economía y la inflación. Es un escándalo que un dólar se cambie a 12.000
bolívares en el mercado negro, como es un escándalo que un kilo de arroz cueste
15.000, teniendo en cuenta que el salario mínimo son 250.000.
Últimos
dos elementos: la posibilidad de una salida dialogada y el aislamiento
internacional. Sobre el primer asunto, por fin Nicolás Maduro confirmó lo que
ya sabía todo el mundo: que gobierno y oposición han negociado hasta
antesdeayer. De hecho, el presidente venezolano dio un dato que nadie, ni
siquiera los que clamaban que nunca dialogarían, ha rebatido. Propuso retrasar
la constituyente, permitir que se inscribiesen aspirantes opositores e iniciar
una mesa de diálogo. No hubo pacto y es posible que tenga que ver con las
tensiones internas existentes dentro de la propia MUD.
La
detención de Leopoldo López y Antonio Ledezma para que regresen a prisión no es
buen síntoma sobre las conversaciones. Sin embargo, todavía hay que esperar. La
oposición se ha quedado fuera del juego político nacional por decisión propia,
ya que no presentó aspirantes a la constituyente. Sin embargo, Maduro ha abierto
otra puerta para que se reincorporen: las elecciones regionales que se
celebrarán el 10 de diciembre. Esto ha provocado grietas en la oposición, que
se debate entre los que quieren seguir adelante con la estrategia “destroyer” y
quienes asumen que la vía electoral es la única que les puede permitir derrotar
alguna vez al chavismo. Es decir, que lo que antes era una crisis del bloque de
Gobierno se ha trasladado, en cierto sentido, a la oposición. Y esta nunca ha
estado sobrada de cohesión interna.
Sobre
el aislamiento internacional y las sanciones de EEUU, lo cierto es que
parecemos más preocupados los extranjeros que los venezolanos. Por un lado, en
Caracas están acostumbrados a la retórica de combate con Washington. Por otro,
y esto te lo dice desde un ministro hasta un trabajador que se manifiesta,
Venezuela confía en la alianza con Rusia y China en términos económicos y con
los países no alineados en términos políticos. La estrategia de pedir sanciones
al primo de Zumosol tampoco parece acertada para los opositores. En caso de que
se impusiesen castigos a PDVSA y se penalizase el petróleo, lo que estarían
haciendo sería castigar a toda la población, lo que no creo que genere mucha
simpatía entre los votantes. En todo caso, y aquí va el quinto dato, Venezuela
no está tan sola como nos venden.
Todo
esto es una foto fija. Mañana tendremos un nuevo asalto y Venezuela volverá a
ser protagonista de tópicos, consignas y descontextualizaciones. Un consejo: no
se fíen de todo aquel que dice tener “un amigo venezolano” que les presenta la
vida aquí como el lugar donde se unen las siete plagas de Egipto. Se trata de
una cuestión de fe y, por desgracia, cada uno encuentra su Venezuela, que
muchas veces nada tiene que ver con la que viven diariamente los venezolanos.
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