FEMINISMO. LA VIOLENCIA NO TIENE GÉNERO.
EL GÉNERO SÍ TIENE VIOLENCIA
POR MIGUEL LORENTE,
TRIBUNA
FEMINISTA
Quien
no quiere cambiar una realidad ventajosa utiliza una doble estrategia de efecto
exponencial, por una parte la niega y por otra la difumina… y entre lo que
borra y lo que emborrona permite que la vida continúe en la zona gris y sombría
del desconocimiento, para así mantener sus privilegios. Es la forma de […]
Quien
no quiere cambiar una realidad ventajosa utiliza una doble estrategia de efecto
exponencial, por una parte la niega y por otra la difumina… y entre lo que
borra y lo que emborrona permite que la vida continúe en la zona gris y sombría
del desconocimiento, para así mantener sus privilegios.
Es
la forma de no posicionarse frente a una realidad concreta con la apariencia de
que se está en contra de ella… Imaginen las siguientes respuestas ante las
preguntas que se hacen: ¿Qué le parece la guerra de Siria?… Todas las guerras
son malas. ¿Qué le parece el problema del SIDA?… Todas las enfermedades son
terribles. ¿Qué le parecen las muertes por accidente de tráfico?. Todas las
muertes accidentales son tristes… Sería absurdo intentar ocultar una realidad
concreta, con sus causas y sus características específicas, en una generalidad
con la que comparte el resultado y el marco conceptual, pero que es
completamente diferente en sus circunstancias, pues aparte de esconderla no se
resolvería jamás…
Pues
bien, ante la situación de la violencia de género, con más de 700 mujeres
asesinadas por los hombres con quienes compartían su relación en los últimos
diez años, y con 600.000 casos de maltrato al año en España, el posmachismo
responde que “todas las violencias son malas”. Algo obvio, y lo hacen porque lo
que busca es que no se haga nada contra la violencia que sufren las mujeres, y
no al contrario. Pretender presentar sus ataques a las medidas dirigidas a
erradicar la violencia de género como una reivindicación para que se adopten
medidas contra todas las demás violencias, al tiempo de insinuar que no las
hay, es una falacia. Y lo es, primero, porque para hacer algo contra otras
violencias no exige dejar de hacer contra la violencia que sufren las mujeres,
y segundo, porque no proponen nada, sólo que se acabe con la Ley Integral.
Ahora
bien, no todo puede beneficiarse de esta estrategia del “borrar y emborronar”.
Está claro que si alguien intentara negar hoy, por ejemplo, los accidentes de
tráfico, los problemas de la situación económica, el envejecimiento de la
población… no lo iba a tener fácil, aunque lo intentara. La “estrategia de la
negación y confusión” funciona con situaciones estructurales que han formado
parte de la “normalidad” histórica de la sociedad, de aquello que se entendía
propio de determinadas circunstancias habituales y promovidas desde la misma
organización social, y además, funciona cuando a través de esa estrategia se
defienden y reivindican determinados valores, no cuando se busca reordenar u
organizar de otra manera determinadas cuestiones formales.
Por
eso desde las posiciones clásicas de una sociedad desigual estructurada sobre
las referencias masculinas, y asignando a los hombres esa capacidad de
interpretar y dar significado a la realidad, y de manera muy especial a la
posición, comportamiento, conductas y actitudes de las mujeres, o lo que es lo
mismo, desde la desigualdad y el machismo, cuando se habla de violencia de
género lo que se pretende es buscar esa confusión esencial para que no haya
reacción social ni respuesta institucional ante ella, y así permanecer en esa
desigualdad que tanto bien les ha hecho a algunos hombres y tantos privilegios
les ha dado a todos.
“La
violencia no tiene género” dicen, y es cierto, lo hemos comentado, repetido y
escrito multitud de veces, aunque el posmachismo no le interesa mostrar cómo
desde la igualdad se rechaza y condena todo tipo de violencias. Algo muy
diferente y, precisamente, lo que quieren borrar y emborronar es que “el género
sí tiene violencia”.
La
construcción cultural de lo que significa ser hombre y mujer en cada contexto
social, es decir, lo que se espera de cada hombre en cada lugar a través de su
comportamiento y actitud, y de cada mujer en esos mismos términos, aquello por
lo que los hombres son reconocidos o cuestionados como hombres y las mujeres
como mujeres, que es lo que conforma el “género”, es lo que ha atribuido una
serie de funciones a los hombres que llevan a decidir qué es lo correcto dentro
de sus relaciones de pareja y familia, y a corregirlo cuando se desvía o no se
cumple, recurriendo incluso a la violencia, es decir, a la violencia de género.
Esta construcción cultural aplicada a la sociedad es la que permite decir a las
mujeres que sufren la violencia aquello de “mi marido me pega lo normal”, a un
arzobispo lo de “cásate y se sumisa”, al Tribunal Supremo sentenciar que “si
una violación es habitual, no es violación” o a un grupo musical hacer una
canción y un video banalizando el femicidio.
Y
todo ello, en lugar de dar lugar a una revolución y a la insumisión ciudadana,
lo que hace es reforzar esa normalidad construida sobre las referencias de lo
que significa ser hombre y ser mujer. Es decir, la construcción de los géneros
desde la visión androcéntrica de una cultura desigual basada en la imagen de
los hombres.
Estas
circunstancias y características son las que dan lugar la violencia que sufren
las mujeres a manos de los hombres en la sociedad y dentro de las relaciones de
pareja o familia, o sea, la violencia de género. No a otras violencias, y mucho
menos la violencia que sufren los hombres a manos de las mujeres, ni las que
padecen los niños y niñas o los ancianos a manos de hombres y mujeres. Nadie
dice “mi mujer me pega lo normal”, ni se escriben libros dirigidos a los
hombres titulados “cásate y sé sumiso”.
Al
posmachismo no le interesa nada de esto, como no lo ha interesado nunca al
machismo las violencias que sufrían menores, ancianos y hombres, puesto que
respondían a un criterio de “ordeno y mando” impuesto desde su modelo basado en
una estructura jerarquizada sobre el poder.
Nunca
han propuesto nada para acabar con las otras violencias, y tampoco con la
violencia que sufren los hombres, que es producida mayoritariamente por otros
hombres, no por las mujeres. Lo único que plantean es acabar con los
instrumentos e iniciativas que la sociedad española se ha dado para acabar con
la violencia que sufren las mujeres, especialmente con la llamada Ley Integral
contra la Violencia de Género, que recordemos fue aprobada por unanimidad en el
Parlamento, lugar donde reside la soberanía popular.
A
ellos les da igual, dicen que es inconstitucional, aunque el Tribunal
Constitucional ha dicho que es constitucional, dicen que produce el 90% de
denuncias falsas, cuando la Fiscalía General del Estado establece que
representan el 0’01%, dicen que detienen a los hombres injustamente, cuando en
ninguno de sus artículos habla de detenciones tras las denuncia… Y callan que
el 80% de las mujeres que sufren violencia por sus parejas no denuncia, y que
el 80% de las mujeres asesinadas tampoco había denunciado a pesar de que la
violencia era tan grave que terminó en el homicidio de la mujer, y que el 20%
de las mujeres asesinadas, a pesar de denunciar (algunas hasta 11 veces) no
obtuvo una protección suficiente y también fue asesinada.
¿Ustedes
creen que todo eso va contra los hombres en general, o lo hace contra los
hombres violentos? ¿Ustedes creen que callar ante esta violencia, mirar para
otro lado o mezclar todas las violencias para que no ser resuelva ninguna es
querer a los hombres? ¿Ustedes creen que establecer medidas para que los
hombres violentos no puedan someter, maltratar y poder llegar a matar a las
mujeres con las que conviven, y en ocasiones a sus hijos e hijas, es odiar a
los hombres?…
Yo
sinceramente creo que no. Creo que acabar con la violencia de género y con las
circunstancias que llevan a los hombres a entender que su uso está justificado
es querer a los hombres y querer una sociedad donde la convivencia se base en
la paz y en el respeto, o lo que es lo mismo, en la Igualdad.
Y
todo ello es compatible con el resto de medidas dirigidas a cada violencia,como
lo es realizar campañas contra el cáncer de pulmón y otras contra el infarto de
miocardio, sin que nadie se sienta discriminado; o como lo es realizar campañas
contra los accidentes de tráfico y otras contra la siniestralidad laboral….
Nadie
se queja de esas iniciativas, el posmachismo, es decir, la visión camuflada del
machismo, sólo se queja cuando las medidas se dirigen a las mujeres, aunque el
problema les afecte a ellas. Su visión de la posición que ocupan las mujeres no
sólo refleja que no les importan mucho como personas, sino que no las ven como
parte de la sociedad, puesto que si se resuelve un problema grave que afecta al
50% de la sociedad, es la propia sociedad la que mejora y gana.
Pero
ellos como siempre a lo suyo, es decir, sólo a lo suyo…
www.tribunafeminista.org/2017/08/la-violencia-no-tiene-genero-el-genero-si-tiene-violencia/
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