LA HORA DEL PLANETA
CRIS COVO GÓMEZ
Cuando
en la década de los setenta los movimientos ecologistas comenzaron su actividad
eran cuatro pelagatos los que se manifestaban. Hoy en día el movimiento se ha
extendido considerablemente y son muchos los que tratan de hacer oír su voz por
una causa que a todas luces vale la pena. El ciudadano de a pie, medianamente
informado, es consciente de las consecuencias que va a traer el cambio
climático. De hecho, ya se están percibiendo los efectos: subida del nivel del
mar en 10 cms, cambio brusco de estaciones sin proceso intermedio, subida de la
temperatura en todo el globo.
En
las cumbres que se han venido celebrando (Kyoto, París,…) se advierte de la
importancia de asumir responsabilidades en ese sentido, cada país debe sumarse
al compromiso: el acuerdo para frenar la emisión de gases de efecto invernadero
debe tratarse antes de alcanzar el punto de “no retorno”. Por desgracia, los
países intervinientes no se ponen de acuerdo y dejan en el aire un tema tan
importante como este.
¿Quién
pondrá salvavidas al planeta? La gente
entiende que la cosa no funciona exactamente como nos la han venido explicando.
La contaminación y la corrupción han ido desgraciadamente de la mano, toda vez
que políticos y empresarios impresentables han decidido instalar tal o cual
negocio arrojando vertidos al mar de modo desconsiderado.
El
mar es hoy por hoy el gran vertedero, aguas fecales, medicamentos, residuos
industriales van a parar a nuestras aguas. Biólogos marinos y científicos advierten
sobre el problema, asociaciones ciudadanas los apoyan para que el gobierno
adopte al fin medidas… antes que sea demasiado tarde. El desvío de agua potable
hacia sectores donde se consume en abundancia ha hecho alzar la voz del
agricultor que también la necesita en su trabajo.
Si
pensáramos en los árboles que hay que talar para abastecer una papelería o las
tortugas que tienen que morir en las faenas de pesca, nos daríamos cuenta de la
magnitud real del problema. Tomar conciencia de que este es nuestro mundo en el
cual nos movemos y existimos nos lleva también a pensar en el uso que estamos
haciendo del medio y la explotación de sus recursos, que por otra parte, son
limitados.
La
Tierra es un ser vivo, que resuella y siente. No podemos mirar hacia otro lado,
ignorando el problema; es la hora de decidir cuál es el planeta en el que vamos
a seguir viviendo en las próximas décadas
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