¿HACIA DÓNDE VAMOS LOS PUEBLOS
INDÍGENAS EN ABYA YALA?
ITZAMNÁ OLLANTAY
A
una década de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los
pueblos, y a casi tres décadas de la aprobación del Convenio 169º de la OIT
sobre el tema, el 9 de agosto (Día Internacional de los Pueblos Indígenas), es
ocasión para reflexionar hacia dónde vamos los pueblos indígenas en América
Latina.
Los
diferentes derechos colectivos e individuales de los pueblos indígenas (derecho
a la autodeterminación, a tierra y territorio, a la consulta previa y libre, a
la identidad cultural, etc.) ya tienen mayoría de edad como normas jurídicas
vigentes a nivel internacional y nacional.
Pero,
las condiciones de vida y oportunidades no han mejorado para la gran mayoría de
los pueblos indígenas. Los informes oficiales sobre condiciones de vida, tanto
de entidades nacionales, como internacionales, en la región, muestran signos
positivos a nivel global. Pero, en los diferentes países de la región, las
poblaciones indígenas continúan con un promedio de 70 u 80% de empobrecimiento.
Es
más, en países con mayoría demográfica indígena como Guatemala, Perú o Bolivia,
las familias indígenas, en la actualidad, subsisten en peores condiciones que
en épocas de la Colonia (cuando por lo menos tenían acceso a tierra-agua y
disponibilidad de fuentes de vida). Ni hablar de las condiciones laborales de
neoesclavitudes en las que jornalean en los monocultivos agrícolas de la región
¿Qué
pasó con los derechos declarados entonces?
Los
derechos declarados, mientras no haya sujetos que la ejerza y defiendan, y autoridades que garantice su cumplimiento,
no cambia casi en nada la realidad cotidiana de los pueblos.
Si
bien, en los últimos años, la autodefinición de personas como indígenas cobró
fuerza en segmentos demográficos crecientes de países multiculturales, en
especial. Sin embargo, esa conciencia identitaria no
necesariamente
significó una clara conciencia política de “ser indígena” en países
racializados. Y, en consecuencia, la emotiva autodefinición de las personas
como indígenas no necesariamente implicó el ejercicio individual y/o colectivo
de los derechos sociopolíticos indígenas. Somos sujetos “culturales” sí, pero
aún siervos “apolíticos”.
A
nivel general, en países multiculturales como Guatemala o Perú, la “lucha” de
la gran mayoría de actores indígenas no ha superado el culturalismo folclórico
“apolítico”. Permitido y aceptado por el hegemónico
sistema
neoliberal.
Peor
aún, en países como Perú, los aborígenes no se autodefinen como indígenas, sino
como campesinos (una categoría social ideológicamente construida para implantar
el mestizaje rural).
En
países como Bolivia, Ecuador, México, algunos movimientos indígenas y/o núcleos
organizados con conciencia política están o han dado saltos significativos del
ejercicio de los derechos culturales al
ejercicio de
los
derechos sociopolíticos. Pero, incluso en dichos países los resultados
evidentes para cambiar las condiciones de colonialidad y de dominación de los
pueblos indígenas son aún insipientes.
En
países como Nicaragua o Bolivia, los actuales gobiernos progresistas han
logrado titular grandes extensiones de tierras para indígenas, bajo propiedad
colectiva. Es más, en el caso de Nicaragua, el 33% del total del territorio
nacional está legalmente reconocida como territorio autónomo indígena (con
tierras tituladas), con sistemas de autogobierno propio. Pero, justamente son
estas zonas autonómicas las más empobrecidas y marginadas del país. Entonces,
al parecer, las autonomías indígenas tampoco son panaceas per se, para avanzar
hacia el Buen Vivir.
Los
derechos individuales y colectivos para las y los indígenas están reconocidos y
declarados. Pero, hace falta que las y los indígenas organizados o no, demos el
salto de la cómoda autodefinición indígena (que incluso nos da algunos
privilegios en un mundo amante de lo exótico) hacia el ejercicio de los
derechos sociopolíticos indígenas, de manera coherente.
Los
bicentenarios estados criollos o mestizos no van a implementar más leyes a favor
de pueblos indígenas. Es más, como en el caso de Guatemala o Perú, el derecho a
la consulta previa, ya fue manipulado
para que las
comunidades
digan sí a las empresas (pero son pocos los indígenas que protestan).
Transitar
del culturalismo al ejercicio de derechos políticos implica constituirnos en
sujetos políticos para repensar los estados racistas y construir nuevos estados
para todos/as. Estados plurinacionales lo llaman.
Esto
implica que los movimientos y pueblos indígenas construyamos nuestros propios
instrumentos políticos (organización política) incluyentes para disputar el
poder electoralmente a los poderes oficiales, e impulsar
procesos
de asambleas constituyentes plurinacionales. Pero, con métodos y contenidos que
superen el individualismo metodológico y el capitalismo suicida.
Los
derechos de los pueblos indígenas tiene que ser el fundamento, argumento y
horizonte que haga realidad las postergadas transformaciones estructurales en
beneficio de los pueblos. No puede ser únicamente el
vehículo
discursivo o laboral para el ascenso socioeconómico de unos pocos indígenas. Y,
en esto, la responsabilidad mayor lo tenemos las y los indígenas que fuimos
formados o malformados en la academia occidental, y todos cuantos ocupan
responsabilidades en las academias y en
las ventanillas de los estados y de la cooperación internacional.
Tags
No hay comentarios:
Publicar un comentario