“HONESTIDAD EN ERA DE
LA POSVERDAD”,
EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
POETA Y ARTISTA ARGENTINO
Dedicado a mi amigo muerto, Sam Shepard, a
quién he conocido en 1978 en “La Mama”, Off-Off Broadway.
Permanecemos
en el milenio de las “grandes muertes”, por ello el paroxismo aumenta conforme
se acelera el proceso de disolución de los conceptos de “honestidad, “verdad”,
“libertad”, “valentía”, “renuncia”, “autodeterminación”, “obligaciones”,
“derechos” y “ética” en su sentido original. Un pasado abolido es enterrado en
ceremonias fúnebres, boatos de luto y nostalgia, junto a una espectacular
euforia de los fantoches que gobiernan en el mundo, quienes operan con la
mentira, hoy la llaman “posverdad”, manipulando emociones de la Opinión
Pública… “Lo que estamos descubriendo es que la mentira es una dinámica social,
y es en ese marco en el que se decide lo que es aceptable o no” nos dice Dan
Ariely, investigador de la Universidad de Duke.
Una
fuente de esta práctica, la encontramos en Giacobbe & Asociados, una
empresa argentina, que monitorea la Opinión Pública, saliendo al ruedo, con
indisimulables ánimos manipuladores competitivos de la comunicación política
profesional, en el “régimen de la posverdad”, como viene haciendo desde hace
seis años, a medir a quiénes consideran los argentinos como las personas más
“honestas”.
Leer
la lista de los elegidos me ha provocado una sensación de asco y náusea que no
puedo disimular, siniestros personajes que conforman toda la fauna
política-farandulera de la República Argentina, los espectros vivos, referentes
mediocres publicitados por monopólicos medios de este país, compartiendo
espacio de honor, con seres maravillosos que hacen a la historia del mundo, por
sus reales y verdaderos logros, con genio, talento, valentía, capacidad de
renuncia, en fin, héroes de la vida, como Manuel Belgrano, José de San Martín,
René Favaloro, Gandhi, Mandela, “Che” Guevara, Sábato, Borges, Luther King,
Juan Bautista Alberdi.
Como
muestra del resultado de este ranking, se instala en el puesto N° 10 a Macri,
sí! en el Top Ten, se encuentra offshore, quién en antípoda a la condición de
“ser honesto”, por mentir (la verdad se impone como cualidad primera de
“honestidad”) en su campaña electoral con promesas jamás cumplidas: “no haré
ajustes”, “pobreza cero”, etc.” integra la lista. Personaje que, con su
política de posverdad, se entromete en la política de naciones como la
República Bolivariana de Venezuela, intentado desestabilizar el orden
institucional de esa nación, cuando Argentina soporta hambruna, represión,
censura sistemática a quién disiente y resiste a la democracia fingida…un mensajero
del caos y la incertidumbre, que se elevó a símbolo de “tienda de accesorios”
de los “honestos”… sería admirableque Macri denuncie el genocidio en Siria,
Palestina y demás naciones que están siendo intervenidas, intentando bajo
presión instalar una democracia procedimental “made in USA.”
Si
los ciudadanos o como deseen denominarlos, que han votado, consideran a
mediáticos, fabuladores, mentirosos como seres “honestos”, estamos en un camino
sin retorno alguno a la ética y al “deber ser”, en los términos de la
modernidad.
La
“honestidad” es considerada como la virtud consistente en decir la verdad, en
austeridad y dignidad, imbuidos de coraje y estoicismo. La “honestidad” se
realiza por el cumplimiento de las obligaciones que se encuentran presentes en
todas las actividades de la vida humana… tan lejos del hacer y deshacer de
estos trepadores de la pirámide de lo falaz, el oportunismo y la mentira, los
posverdaderos en clave matrix.
La
confianza en las principales instituciones, incluidas las estructuras
gubernamentales y de los principales medios de comunicación, ha alcanzado
mínimos históricos en países de todo el mundo.
“Cambalache”,
el tango argentino de Enrique Santos Discépolo, llega a ser una canción
infantil, luego de ver este infecto listado, donde grandes nombres de hombres y
mujeres que hicieron la historia, comparten espacio con el “rey de la
culocracia”, entre otros, creo que estamos empantanados entre la mediocridad y
la ausencia de conocimiento de lo que significa ser “honesto”.
Deviene
de “honestidad” ser justo: de aquí la obligación de mantener la unión y
sociedad entre los hombres, en tanto no dañar a los demás como servir a los
demás, sin esperar nada a cambio. “Honesta” es una persona con la cualidad de
mostrarse, tanto en su obrar como en su manera de pensar, como justa, recta e
íntegra.
Quien
obra con honradez se caracterizará por la rectitud de ánimo, integridad con la
cual procede en todo en lo que actúa y opera… se trata de una decisión difícil,
pues trae consigo una pérdida o un sacrificio. Ser “honesto” significa, pues,
decidir que vamos a conducirnos con rectitud, justicia y honradez frente a los
desafíos que nos plantea la realidad; quiere decir que no vamos a mentir,
robar, engañar o estafar, cualidades a la que son tan afectos los politicastros
y mercenarios de medios fraudulentos que dictan y rigen en el mundo, los que
integran esta lista de “honestos”, un paroxismo, delirio del ciudadano que se
encuentra tan alejado del significado real y verdadero de las palabras y sus consecuencias,
al aplicarlas en acto de manera irresponsable.
Soy
un ser, devenido en escéptico y desconfiado, ante la estafa, el fraude, el
asesinato y la mentira, como moneda corriente del mundo en que permanezco, un
ser acribillado por el milagro del recuerdo de mejores tiempos, donde la
dignidad y “honestidad” eran valores reconocidos.
Encuentro
dos fuentes afectivas diferentes en el origen del escepticismo y la
desconfianza: El escepticismo sería una decepción relativa a la capacidad de
las personas autorizadas para explicar los hechos, una reacción contra la
omnisciencia y la omnipotencia de la autoridad (padres, dioses, gobernantes,
etc.), que la experiencia posterior no confirma. Mientras la desconfianza, una
decepción relativa a la disposición para decir la verdad, una reacción contra
la confianza depositada en la bondad de la autoridad, presumida y luego
confirmada.
Cuando
hoy, se glorifica el escepticismo, se afirma una contradictoria creencia en la
decepción y una confianza en la desconfianza. Un conflicto de espejos cóncavos
y convexos el que resulta casi imposible saber ya quién mira a quién… la
decepción relativa a la disposición a vivir en la verdad.
De
todos modos, algunos podrán decir que como todo lo humano no es absoluto, la
“honestidad” también puede ser un valor subjetivo, en la medida que depende del
contexto y los actores involucrados… en la lista de los “honestos”, sin duda
hay demasiados desvalores de la modernidad en juego: una crisis del sentido,
devenida en la clausura del sentido.
Existirán
dos posibles cualidades distintas para esa clausura del sentido: – la falta de
necesidad de un sentido y – la necesidad de un sentido que no existe.
A
llegado el instante preciso, en que el demonismo cual metáfora de la realidad,
acciona como la “mentira de ninguna verdad”, y lo asimilo a los “honestos” de
ninguna “honestidad” versátiles a fuerza de “no ser”… el demonismo convierte al
nihilismo y el escepticismo en fe de ninguna creencia.
Derrida
lo llamaría deconstrucción del sentido. Desde este lugar, la muerte del sentido
no conmueve, ni conduele. Ni tampoco el nacimiento esplendoroso de cenotafios y
sepelios, en una auténtica primavera de la muerte eterna… cisma de la
intrascendencia, sin haber conquistado el hombre ni la cima y la sima.
Para
finalizar agregaré que la paradoja por tanto entre “honestidad” y verdad es una
cuestión de equilibrio, de prudencia, de política, de elección y, en último término,
de libertad, de la cuota de mal que una sociedad puede mantener como signo de
una libertad efectiva, que, como tal, será siempre una inversión arriesgada que
dará ganancias en cuestiones esenciales, siempre y cuando se dejen de lado los
controles aplicados sobre los ciudadanos que conforman la comunidad.
La
unidad social no se mantiene y crece por mucha libertad que haya si falta el
conocimiento de su verdad, y tampoco por mucho que se proclame si falta la
“honestidad” aplicada en cada acto de vida, algo bastante difícil de aplicar en
el “régimen de la posverdad”.
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