"CORRER TRAS EL VIENTO"
POR: EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
No
hablaré de la historia del espíritu, ni de las aproximaciones fisiológicas, psicológicas,
sino de final… no hablaré de las realidades perturbadoras de psicópatas
represores sin género definido, ni de jerarquías, ni de corruptelas… no hablaré
de religiones, de parlamentos, ni de apatías, ni de simpatías… ¿sería necesario
que hablara de todo esto?… imposible hacerlo hoy.
En
la cultura de todos los tiempos, el genio deviene en tener el sentido del
Apocalipsis. Revelación y revolución se vuelven sinónimos. Una naturaleza
muerta de Cézanne, un cuento de Cortázar, un film de Tarkovsky, una canción de
Chico Buarque, un poema de Girondo… toda poesía es apocalipsis. Sobre todo en
este milenio, cuando nuestra cultura se ha dejado domesticar por tecnócratas,
por los mea-frío y los laboriosos a sueldo fijo, preciso instalar el
apocalipsis: la revelación de un orden nuevo, que lo revolverá todo, para parir
esa cultura y arte de lo porvenir.
La
alternativa, la alteridad, es el ensayo de crear confusión en las filas de la
confusión, con un orden sutil, poner en ridículo al ridículo… sin la esclavitud
de un límite, sin la urgencia de una ruptura, proclamo en academias, bares,
centros culturales y otros antros: “todo es excusa para el coito, vanidad y
correr tras el viento.”
Así
pasan los días y las horas se convierten en asuntos negociables, todo tiene
valor en moneda. El mercantilismo impuso su substancia, todo tomó forma de
envoltura y nadie, nadie explica por qué la bestia ha abierto más su apetito.
La
velocidad especula, consume al invasor. Las ideas no obstante dejan desnuda la
batalla. Ya no hay porqué ni para qué. La falsa cultura besa en la boca al
enemigo y luego lo penetra, mientras la manada se distrae y abre los brazos con
signo acogedor y complaciente… luego la manada es tomada como rehén y asiste
con placer a su exterminio.
Jóvenes
ideales pasan, hablan de referentes de algún muerto con las vísceras fuera o de
pasar con rapidez las pruebas de oposiciones y de suposiciones, de objeciones.
Ya no, ya nadie objeta nada, tú mismo puedes ser un infiltrado, un ser social o
antisocial, que importa.
Hay
demasiados muertos sin vigencia, sentenciada la calle por el prostíbulo
político, que promueve a su candidatos en cualquier espacio… en medio del drama
hay numerosos premios, la gente dice estupideces en 50 pulgadas, un imbécil, un
enigma, una clave, paralizados en la anarquía de la página, adoran la justicia
cuando está de su lado. Previsible final a todo celuloide. Y ahí están los
‘indispensables’, los siempre amigos reptando hacia la cima. Prostitutas
enloquecidas, sedimentos de deposiciones o mierdas recientes, como prefieran,
es cuestión de detalles.
A
quienes opinen sobre lo que sea, les exijo respeto, que he definido en mi
ensayo Alter Ego (1984, Ed. Corregidor), como “el sentimiento hacia la libertad
de los otros, de la dignidad de los otros, la aceptación sin ilusiones, pero
también sin la menor agresión o la menor hostilidad y desdén por un ser tal
como es”… esa libertad de una comunidad para expresarse es un derecho
inalienable para protegerse de los disonantes discursos de impotentes
militantes de la mentira, del odio, de la exclusión, agoreros del síntoma,
esclavos de la metáfora en que se ha convertido este tiempo y sus pasajeros.
Los
cuentos ya no son oportunos, ni siquiera los filosóficos, es hora de que lo
asimilemos… La realidad, como la verdad, no es un cuento, y la verdad no fue
jamás un cuento, tal vez una alegoría.
Miles
viven hoy aún en ese mundo de cuentos y fábulas, donde el mañana está lejos,
pero lo hacen en un mundo muerto, con cobardía para enfrentar este mundo nuevo,
con circunstancias absolutamente nuevas, que precisan actitudes absolutamente
diferentes a las utilizadas para existir en un mundo que ya no existe, salvo en
la memoria de los que no se habitúan a este incierto presente que transitamos.
Los
pregones de los dictadores repercuten en todas direcciones, en ritmo disonante
con innumerables instancias que nos duelen, las alucinaciones del hambre, la
desaparición, la exclusión, la censura, el asesinato, la mentira cual rutina de
comportamiento en el ser y decir de quienes sojuzgan y reprimen, en nombre de
la democracia y otras tendencias apócrifas… todo ellos cuajándose en un
espantoso y cruel narcisismo.
La
sumisión debe ser eliminada en todos los frentes, es humillante, en nuestra
calidad de especie, rebelándose en arte y vida, la dignidad, un derecho humano
inalienable, irrenunciable, que se den por enterados, los explotadores, los
gobernantes, los candidatos a cualquier función y los genocidas, del norte, del
sur, del este y del oeste, y los pueblos, dejen su rol de hordas anestesiadas,
corriendo tras tendencias prostibularias y tomen conciencia de su “ser y estar”
en este planeta fantástico: por los que vendrán, por los que yacen bajo tierra
y sobre todo, por nosotros mismos.
Hemos
vivido enfrentamientos armados, censuras, exilios… Hemos visto morir a miles luchando
por ideales que jamás se cristalizaron. Todo ha continuado, en la realidad,
todo ha cambiado, en la realidad, todo ha cambiado en verdad. El dolor por el
absurdo nos atraviesa: “¿Y debemos soportar a los incontinentes sicarios de la
posverdad?” vendernos baratijas en tiendas de accesorios, ¡vaya! qué atrevidos
estos mitómanos reptilianos, ¿no? Creen que sus guiños los tomarán los
valientes, los pensantes, los que resisten todavía al poder de estos vacuos
defecadores funcionales de una historiola fundada en la simulación y el
desparpajo.
Hemos
puesto la realidad a prueba y el resultado es que el aparato genocida del
sistema nos ha devuelto una realidad inversa.
No
estamos ya reducidos a suposiciones en los grandes temas del siglo XX, donde el
hombre ha escrito el capítulo más trascendente y audaz en su devenir. Todo ha
continuado en la realidad, todo ha cambiado, todo ha cambiado en verdad. El
dolor por el absurdo nos atraviesa, a quienes no admitimos de manera alguna que
la tierra estalle, se desintegre… se aniquile la nobleza y la dignidad, valores
máximos que debemos asimilar a nuestras rutinas de existencia.
Asistimos
a una situación de crisis absoluta de valores: una absoluta crisis de lo
absoluto. Para algunos un síntoma infernal de la confusión del mundo, los
demonios y la carne; para otros la conformación del ‘paraíso’ de la
desigualdad, de la acumulación, de la serialización de originales
desaparecidos, de la muerte del autor y del ‘ser’. Finalmente para todos, un
flujo irreversible de acontecimientos cuya flexibilización no consigue ocultar
su extremo rigor. Desacreditamos viejos paradigmas por considerarlos inútiles,
para enfrentar una nueva realidad, cuando el equívoco es utilizarlos y la
tentación más fácil fingir una crisis.
Pero
no hay exactamente crisis de valores, imperan unos nuevos apenas identificados,
tanto más peligrosos cuanto más invisibles a los ojos del ciudadano distraído
en sus rutinas prostibularias, de esclavo del tercer milenio cuánto menos se
discuten.
Desde
las oscuras trincheras del ‘orden’ resucitan ciertos impulsos mesiánicos de
liberación e higiene frente a un mundo donde la incertidumbre es la única
certeza de filiación a lo ya experimentado, vivido y sufrido… permanecemos en
una Edad Media de alta tecnología barroca, que ya sustituye paradigmas
originales.
Debemos
correr el riesgo de ser muy precisos al verificar la realidad, a pesar de
provocar cierto malestar inicial, en el camino de la resistencia y de modificar
rumbos, sería hoy el único referente lúcido para preservar la vida en poesía y
naturalidad.
Hoy
se impone hablar francamente, sin dobleces, sentir, pensar y decir, son la
consigna. Mantener la lucidez, no desesperar y soportar con dignidad este
tiempo de transición, con lucidez, impedir que muera el genio, sin dejarse
llevar por la embestida del aparato represor de las ideologías de ocasión, que,
repito, triunfan hoy sin dudas en esta aldea global, con sus políticas de
exterminar todo lo maravilloso que tenía la vida en términos de principios
éticos de relación, jamás aplicados en su sentido fundacional de origen.
Lo
único que se le escapa a este tiempo sin tiempo, es una actitud plena de
dignidad y ética, en temple y conocimiento, de revelación apocalíptica. Esta es
la coherencia, la fuerza de cohesión que nos sostiene. Un instante de verdad
equivale a la eternidad es la eternidad en un instante, enfrentada al instante
mercantil descartable, desechable y perentorio.
Es
la última oportunidad de nuestra especie que tiene la posibilidad de modificar
su destino, haciéndose oír, logrando la adecuación entre emoción y la expresión
inmediata de decir lo que los alcahuetes temen escuchar: los “circuncisos de la
sintaxis”, los “castrados del academicismo mercantilizado”, los “mercachifles
fragmentados de la cultura del chisme”.
Que
me hagan sonreír los que gobiernan, los fanáticos o los poderosos de turno, no
es casualidad… quizás todo esto tenga algo de imposible, de inaudito, pero
siento que realmente no hay nada que exaltar, todo que condenar… y hay muchas
cosas risibles, todo es risible cuando se piensa en la muerte.
Establezco
a través de mi apocalipsis personal, la más formidable revelación de la
inmundicia plutocrática, burguesa… nada nuevo, sólo una rutina que calará hondo
en el devenir de esta tierra pródiga en exhibicionistas, chivos emisarios,
traficantes de la muerte.
Enemigo
de las conveniencias, oportunismos y especulaciones, fui, soy y seré
irrecuperable para la para la burguesía de izquierda o de derecha… jamás me
acomodaré bajo las faldas de esta señora, donde están empantanados entre olores
fétidos, las lacras que dominan el mundo.
El
juego del mundo ha cambiado singularmente, puesto que ha devenido el juego que
diverge. Sigo aquí pese a todo.
La
verdad fue violada en toda su evidencia, no es razón suficiente; en toda su
evidencia la verdad fue violada, ¿no es suficiente?
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