O APARECEN VIVOS LOS 43 MUCHACHOS
O LA CRISIS NO AMAINARÁ
MIGUEL ANGEL FERRER
Se
sabe que el procurador general de la República y el secretario de Gobernación
tuvieron conocimiento oportuno (hace meses) de los antecedentes y actividades
criminales del perredista José Luis Abarca, presidente municipal de Iguala.
Se
sabe que la esposa de Abarca, María de los Ángeles Pineda Villa, tenía fama
pública de ser el poder (criminal) detrás del trono en Iguala. Se sabe que,
avisados o enterados, de que se preparaba un acto de dura represión contra los
normalistas de Ayotzinapa, la policía estatal, la policía federal, el ejército
y altos funcionarios del gobierno federal se abstuvieron de intervenir para
evitar o atemperar la represión anunciada y que terminó con el asesinato de
seis personas y el secuestro y desaparición forzada de los 43 estudiantes
de aquella escuela normal rural.
Se
sabe que el gobierno federal tardó más de dos semanas en intervenir ante un
caso delictivo de la más obvia competencia federal.
Se
sabe que el gobierno federal primero arropó al gobernador de Guerrero, Ángel
Aguirre, y que ante la enorme presión nacional e internacional decidió echarlo
de la gubernatura.
Se
sabe que para lograr esto último, Los Pinos se valieron del presidente nacional
del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Carlos Navarrete, para amenazar
al gobernante estatal con dar curso a un grueso expediente judicial que lo
llevaría por varios años a prisión si no obedecía la instrucción de pedir
licencia al cargo.
Se
sabe que, mientras el marido ya está en la cárcel de alta seguridad de el
Altiplano, la esposa de Abarca sólo se encuentra arraigada por 40 días, pese a
la existencia de testimonios públicos por cuenta de algunos policías igualtecos
participantes en los hechos del 26 de septiembre que afirman que las órdenes
directas para cometer los asesinatos, los secuestros y las desapariciones
forzadas las proporcionó la esposa de Abarca, María de los Ángeles Pineda
Villa.
Se
sabe (o al menos se sospecha fundadamente) que la detención de Abarca y Pineda
Villa no ocurrió ni en la fecha ni en el lugar proporcionados por las
autoridades, lo que implica que la supuesta captura en Iztapalapa fue sólo un
montaje.
Se
sabe que hasta ahora Abarca, ya preso, no ha dicho ni media palabra respecto a
la localización de los muchachos secuestrados y desaparecidos, lo que sugiere
intensas negociaciones entre gobierno y criminal a fin de intercambiar silencio por impunidad para
muchos otros involucrados en las atrocidades de Iguala, entre ellos la propia
esposa de Abarca, la parentela de ambos cónyuges y algunos funcionarios
municipales, estatales y federales copartícipes en los horrendos crímenes,
incluidos el ex gobernador Aguirre, altos mandos militares y altas autoridades
políticas, policiacas y judiciales de la federación.
Se
sabe que ni la defenestración de Aguirre ni la negociada captura de los Abarca
han hecho cesar o atemperar las exigencias nacionales e internacionales de la
aparición con vida de los muchachos secuestrados y desaparecidos.
Se
sabe que esta vez no ha funcionado el recurso del chivo expiatorio. Ni ese otro
de “echarles carne a los perros para que dejen de ladrar”, pues no es fácil
acallar a millones de personas, en México y en el resto del mundo, que no están
buscando ningún beneficio económico o político individual, y que sólo claman
por la aparición con vida de los 43 normalistas y el castigo para todos los
responsables de las atrocidades de Iguala.
Se
sabe, porque se está viendo, que el gobierno federal se encuentra enredado y
que no le halla la cuadratura al círculo. O aparecen vivos los 43 muchachos o
la crisis no amainará. A pesar de verborrea, ofrecimientos de dinero, montajes,
discursos huecos, marrullerías y profusas campañas mediáticas para ocultar la
verdad y eludir responsabilidades.
www.miguelangelferrer-mentor.com.mx
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