jueves, 29 de agosto de 2024

VISITA A JESUS, EL FISIO


VISITA A JESUS, EL FISIO

QUICOPURRIÑOS

Hoy por fin fui al fisio que está detrás de casa. Al verme y tras el cuánto tiempo sin venir por aquí, la inevitable pregunta: qué te duele. Pues verás Jesús, le dije, del cuero cabelludo hacia abajo, todo. Así que decidió empezar por el cuello que es lo que más me molesta pues desde allí se irradian las contracturas por todos los miembros del cuerpo, hombros, brazos, espalda, cadera, piernas y así hasta el dedo chico del pie derecho y también del izquierdo. Acostado sobre la camilla empezó el profesional con las manos untadas en lo que te ponen a trabajarme la zona del cuello y hombro izquierdo, presionando aquí y allá y yo aguantando como un campeón, en silencio y comiéndome las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Pero lo que es la mente, a medida que avanzaba por "los músculos" de mi cuerpo, me viene el recuerdo de la vuelta al colegio, quizá fuera porque septiembre está a la vuelta de la esquina y le digo a Jesús: sabes siento en la espalda y se me dibuja en la imaginación, el sufrimiento que pasaba en casa al inicio de cada curso, cuando estaba escolarizado yo y luego cuando eran mis hijas las que se preparaban para acudir a clase, que era lo de forrar los libros. Por mucho que te esmeraras inevitablemente se formaban unas bolsitas de aire que te esforzabas en eliminar apretando con los dedos en una dirección u otra esperando que se esfumaran por el borde, como si éste fuera un precipicio hasta donde tendrías que empujar para hacerlas desaparecer.  Pues así siento ahora la espalda, como si fuera el libro que tenía que ser forrado. Siempre me pregunté qué necesidad había de hacernos sufrir a los padres con ese ritual, éramos nosotros yo , en mi caso, pues cuando habría de empezar la labor, la odiosa tarea, mi entonces mujer se escaqueaba con la disculpa de que tenía que ir a recoger dos blusas del uniforme o los calcetines o el chándal de las niñas. Éramos los padres y no los hijos los que luchábamos con ese papel que se pegaba en todas partes menos donde debería pegarse. Y todo eso, año tras año, sin un porqué o un para qué. Son esas preguntas que me hacía cada septiembre hasta que  por fin, a mis hijas le hicieran la fotito de la graduación, la orla. Y son de esas cuestiones que nunca han tenido respuesta, sumándose a otras que a lo largo de mi vida me he hecho, me sigo haciendo y siguen sin contesta.

 

Para el día seis tengo nueva cita con Jesús, el fisio que está detrás de casa,  pero la forrada de libros fue hoy, por lo que espero que en esa segunda sesión, si mi imaginación se vuelve a disparar mientras se afana en enderechar mi esquelético cuerpo, evoque recuerdos placenteros, que alguno habrá de entre todos los acumulados durante los años en los que mis músculos no precisaban de la mano de un masajista para subir,  de un tirón, las cuestas del querido Santa Cruz en el que vivo.



quicopurriños

 

 

1 comentario:

  1. No es cualquier masajista, Graduado en Fisioterapia por la ULL Y formado en Osteopatia durante 5 años en la EOM. Además una gran persona. Y eso no se aprende en la universidad

    ResponderEliminar