ISLA ARDILLA
Los seguidores de Alvise, que de corazón odian la política y a los
políticos, pueden llegar a pensar que el político les ha estafado si esas
filtraciones que prometió hacer públicas no llegan
Fotograma
extraído de la película El club de la lucha (David Fincher, 1999).
Una de las novelas más apasionantes que he leído este verano bajo la sombrilla ha sido el grupo de Telegram de Alvise. La recomiendo sin dudarlo. Imaginen la trastienda de El Club de la Lucha. Imaginen las escenas descartadas de la peli de David Fincher en las que, antes de liarse a hostias, el grupo de tíos enfurecidos con el mundo se citan en la barra de un bar y calientan el ambiente mediante una terapia intensiva de insultos y amenazas contra todo lo que se menea. No importa si ese algo se menea de verdad o si no se mueve porque no existe. Eso, a la española y entendido como forma de vida, es la esencia pura del movimiento político llamado Alvise y las ardillas.
En
uno de mis capítulos favoritos, El Profeta planteó la necesidad de organizarse
para cuando Pedro Sánchez decidiese decretar, por segunda vez, la imposición de
mascarilla y confinamiento del Planeta Tierra. En este caso, con la excusa de
la viruela del mono. Cuando tal cosa suceda –escenario pelín complicado si
tenemos en cuenta que la viruela no se contagia por vía aérea– en el chat
estarán más que preparados. Además de rechazar el bozal y negarse a ser encarcelados
en sus propias casas, estos soldados de la libertad conformarán un ejército de
resistencia. Con Alvise como Generalísimo Por La Gracia De Dios, los miembros
del grupo de Telegram se organizarán según sus localidades para enfrentarse a
la policía del sistema opresor y, si fuese necesario, para sabotear
infraestructuras críticas, como proponía un miembro del Club que consiguió un
estupendo ratio de reacciones entusiastas a favor de su idea. Cuando nos
quieren quitar la libertad, ejercer la resistencia es un derecho legítimo,
arengaba Alvise a las tropas que miran un móvil al tiempo que la OMS,
organización tan criminal como aburrida, explicaba que con evitar contactos
íntimos si te salen granitos rojos, ya estaría.
Además
de encarcelar a los políticos y periodistas mercenarios a sueldo de las élites
globalistas que nos ocultan La VerdadTM –lo de meter a todo el mundo en la
cárcel es un clásico en este chat como lo es Satisfaction en los
conciertos de los Rolling– la posibilidad de ejecutar a todos Los TraidoresTM
también sería una medida factible. La propuesta sugerida por varios usuarios es
bien recibida entre los soldados del chat, así que toca organizarse. Uno,
encargándose de la logística, propone instalar cadalsos en cada ciudad o
población, tarimas de madera sobre las que poder aplicar justicia divina. Pero
la viruela del mono no se transmite por vía aérea, dice de repente un suicida
que, por supuesto, es acusado inmediatamente de infiltrado sanchista. Disentir,
a no ser que el disenso se dé a la hora de elegir el método de ejecución de Los
TraidoresTM, suele ser sinónimo de sanchismo. O comunismo, en el peor de los
casos. Y digo suele porque en Isla Ardilla las cosas se pusieron feas en un
momento concreto de la novela, lo que provocó una crisis interna sin
precedentes. Hubo disenso. ¡Y tanto que lo hubo!
Con
Su Excelencia ya aforado como europarlamentario, a algunos miembros poco
dudosos de sanchistas les dio por preguntar por esas filtraciones que El
Profeta había prometido hacer públicas en cuanto tomara posesión de su acta.
Unas filtraciones, medida estrella de su programa electoral, que harían caer ipso
facto a este Gobierno criminal y que, por algún motivo, no llegan. ¿A qué
espera? ¿Estos criminales están destrozando España y Alvise no saca las
filtraciones? ¿Qué le pasa? ¿Lo han sobornado? Este nos ha estafado como nos
estafan todos los políticos, decían no pocos, mientras otros pedían paciencia y
Alvise intentaba cambiar de tema especulando sobre la posibilidad de que el
toro que mató a Manolete fuera musulmán. Si finalmente se confirmase que era un
toro español, tampoco sería un problema. Estaremos de acuerdo en que el toro
era negro y, siendo herbívoro, jamón no comía. El runrún aumentaba cada día que
pasaba sin que viesen la luz esas filtraciones en posesión de Alvise que harían
caer al Gobierno. Yo lo voté para eso, para que las hiciera públicas y aquí
estoy, con cara de gilipollas. Una postura que cada día sumaba más adeptos
hasta llegar a provocar discusiones e insultos entre algunos miembros, por
mucho que Alvise propusiera hablar sobre Venezuela o el robo de una garrafa de
aceite cometido por un argelino en un supermercado de Totana. El Profeta, que
nunca interactúa, sólo emite mensajes en los que, hablando de sí mismo en
tercera persona, dirige el odio de la orquesta de una partitura hacia otra,
tuvo que bajar de los cielos para pedirle a los suyos Perseverancia, Fuerza y
Fe, uno de los lemas más repetidos en Isla Ardilla. Mala cosa cuando te piden
fe, dijeron algunos, pero Alvise recordó que realizaría un sorteo de su sueldo
y las ardillas mayoritariamente aplaudieron y se olvidaron de las filtraciones
prometidas. Por ahora.
Ocupada
la orquesta especulando con crímenes cometidos por inmigrantes que resultan ser
españoles, indignándose porque los políticos progresistas van a chiringuitos de
playa o difundiendo falsas acusaciones de pederastia contra periodistas de
izquierdas, el run run parece haber bajado de intensidad. Pero la Perseverancia
de los miembros de este grupo también parece ser mayor que la de su líder y un
lector de novelas como yo sabe que es cuestión de tiempo que estas miles de
personas se giren y pidan ver qué hay detrás. El perfil de las ardillas, así
les gusta llamarse, no es el del típico apolítico que vota fielmente a PP o Vox
en cada elección. Ellos, que de corazón odian la política y a los políticos,
pueden llegar a considerar a Alvise un político que les ha estafado si esas
filtraciones que prometió hacer públicas no llegan. Es más, lo considerarían
colaboracionista del sanchismo por omisión o, lo que es peor, por engaño.
La
vida real, en Isla Ardilla, es un mundo en el que no hay nadie por encima de
Pedro Sánchez en la pirámide de poder
Si
en V de Vendetta te pusiste del lado de la resistencia, ¿por qué
no lo haces en la vida real? Es una consigna recurrente en este grupo de
Telegram. La vida real, en Isla Ardilla, es un mundo en el que no hay nadie por
encima de Pedro Sánchez en la pirámide de poder. No hay empresarios, no hay
banqueros y los dos grandes conglomerados de comunicación en manos de la
familia Berlusconi y la familia Lara son, por supuesto, altavoces comunistas.
El camarada Berlusconi y el camarada Lara deben estar flipando. En Isla Ardilla
existen ayudas públicas que son intolerables y que habría que cortar de raíz,
pero no existen los Florentinos que reciben miles de millones de papá Estado.
Ni rastro. A ellos nadie pide que se les acabe la fiesta porque no existen. En
la isla, formada por miles de personas trabajadoras que odian lo que consideran
injusticias flagrantes, los criminales siempre son los inmigrantes, nunca los
dueños de las compañías de la luz o de teléfono. Nunca el rey Juan Carlos de
las comisiones ilegales. Nunca los dueños de las cadenas de supermercados que
suben los precios en medio de las crisis. La culpa es de los políticos
criminales que aprueban impuestos que ponen estos productos por las nubes y
deberían estar en la cárcel. Y si el producto está exento de impuestos, no nos
centremos en detalles menores. En Isla Ardilla se observan fuegos artificiales
y se comentan sin que nadie pregunte desde dónde se lanzan ni por qué, ni cuál
es el material pirotécnico. Es importante saber dónde veranea el ministro Óscar
Puente, pero no es relevante conocer la fuente de ingresos de un Alvise que no
hace públicas sus cuentas a pesar de hablar de sí mismo, siempre en tercera
persona, como el Capitán Transparencia. Unas cuentas desconocidas con las que
puede permitirse el lujo de sortear su sueldo como método de captación para
ampliar su comunidad. Y, aun así, vivir en un piso cuyo alquiler supera, de
largo, lo que podrían permitirse pagar quienes le siguen, gente
mayoritariamente humilde y trabajadora.
Cuando
animó a cortar la Gran Vía, un jefe del operativo policial le advirtió de que,
si pasaba algo, él sería responsable. Así que se declaró irresponsable
Gente
a la que Alvise expone judicialmente alimentando su odio. En las últimas
semanas, el aforado ha lanzado a sus fieles contra el periodista Raúl Solís o
la diputada Martina Velarde. Ambos se han querellado tras una serie de amenazas
e injurias proferidas por miembros del foro de las que Alvise, al contrario que
sus seguidores, se librará. El Profeta sabe cuidarse a sí mismo. No sólo desde
el privilegio del aforamiento del que carecen quienes ejecutan sus ataques,
sino también usando el famoso escudo del “presuntamente” que tantos problemas
judiciales evita. Este tipo presuntamente es un pederasta, lanza Alvise un bulo
y los suyos, los que acabarán desfilando ante un juez por injurias graves, se tiran
a la yugular del injuriado. Presuntamente es árabe. Cuando animó a cortar la
Gran Vía durante las protestas contra el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, un
jefe del operativo policial le advirtió de que, si pasaba algo, él sería
responsable. Así que se declaró irresponsable. Alvise se volvió a cuidar a sí
mismo grabándose en un vídeo en el que anunciaba que se iba a cenar a casa y
que él no tenía nada que ver con la organización de aquella quedada de tíos
enfadados con el resultado de las urnas. Tíos que se quedaron allí mientras él
se largaba.
Por
mucho que se cuide, es cuestión de tiempo que su comunidad, esa que Alvise ha
creado en torno a la especulación y el odio hacia la inmigración, el feminismo
o todo lo que huela al mundo real en el que vivimos, acabe odiando que Alvise
no haga públicas las supuestas filtraciones que les prometió a cambio de su
voto. No son fieles sin matices ni criterio. En eso se diferencian de los
seguidores de Vox. Comparten ideología, pero no obediencia. No estarán casados eternamente
con Alvise como si fuera un Abascal cualquiera. Es probable que su comunidad
acabe especulando sobre cómo paga sus comidas en caros restaurantes y con quién
come para poder permitirse vivir como no viven sus seguidores. Se preguntarán,
cualquier lector con experiencia conoce cómo siguen estas tramas, quién hay
detrás de la voz del mago de Oz. Queda mucha novela y toca disfrutarla.
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