EMPIEZA EL BAILE
Hemos llegado
al momento decisivo: o hay
legislatura o no
lo hay
El presidente del Gobierno, Pedro
Sánchez, en la sesión plenaria del
24 de abril de 2024. / Congreso de los Diputados
Llevamos
tantos meses retrasando el verdadero inicio de la legislatura, supeditándola a
las siguientes elecciones en el calendario, o a la negociación sincopada y la
cansina aprobación de la ley de amnistía o a la propia negociación
presupuestaria, que pareciera como si sus señorías no se quisieran dar por
enterados de que ahora sí, ya ha comenzado. Ya no quedan ni el comodín de la
llamada o el del público porque se han usado todos. Hemos llegado al momento
decisivo: o hay legislatura o no lo hay.
Ya no se puede dar otra patada a seguir y fiarlo todo a las siguientes elecciones porque no quedan comicios en el calendario a los que apostar. Ahora, quien quiera ir a las urnas va a tener que provocarlo y asumir el coste, que no será pequeño ni podrá pagarse en cómodos plazos. Tampoco se puede tirar del comodín de Catalunya, porque ya hay Govern y president, las dos piezas clave que se estaban esperando y se nos decía que faltaban. La llegada de Salvador Illa al Palau de Generalitat ha eliminado todos los escenarios que mantenían en pausa la legislatura y la saga/fuga de Carles Puigdemont ha agotado las excusas.
La
prueba de que el baile ha empezado –a pesar de que no todos se han enterado–,
la tienen en el zafarrancho que se ha liado cuando la vicepresidenta María
Jesús Montero ha vuelto a decir lo mismo que decía hace apenas dos semanas. La
vicepresidenta no parecía ser consciente de que, aunque puede que sus palabras
fueran las mismas, su significado había cambiado tras la investidura de Illa y
a falta de algunas semanas para que los republicanos elijan liderazgo. En
Esquerra tampoco parecen percatarse de que eso de andar amenazando con
elecciones anticipadas un día sí y otro no ya no lo hacen ni los de Junts.
Todos los bomberos que han acudido prestos a apagar el incendio tampoco dan la
impresión de haber entendido que, aquello que antes era agua, ahora se ha
convertido en gasolina.
No
se puede cumplir lo acordado con Esquerra sin cambiar el modelo de
financiación, incluso asumiendo que ambas partes sean perfectamente conscientes
de que la política es el arte de lo posible. No se puede cambiar el sistema de
financiación sin el acuerdo de una mayoría suficiente de comunidades autónomas
que, a día de hoy, depende del Partido Popular. Se puede estirar el dilema unas
semanas a base de ingeniosos juegos de palabras, pero, antes o después, la
contradicción nos atrapará y alguien tendrá que asumir el coste de resolverla
pues lo único seguro es que no va a salir gratis; ese alguien sólo puede ser el
presidente Sánchez y su gobierno.
No
se pueden sacar adelante los presupuestos de la legislatura sin contar con los
votos de Junts y estos apoyos tienen un precio que se ha incrementado con la
investidura de un president socialista; que tiene muchas ventajas para Pedro
Sánchez y su ejecutivo, pero algún coste había de tener. Se puede decidir
hacerse cargo o no de la factura, pero que nadie tenga duda de que la cuenta
llegará.
Siempre
se podría tirar de prorrogar los presupuestos y ganar otro año, pero sería pan
para hoy y hambre para mañana. Poner como nuevo plazo para la legislatura que
en Junts decidan qué quieren ser después de Puigdemont, o que en ERC elijan si
renuevan el liderazgo de Oriol Junqueras o se arma una candidatura de
renovación, resultaría aún más difícil de explicar que la amnistía. Esos son
problemas de dos partidos y a ellos les corresponde arreglarlos; ningún
gobierno que pretenda durar puede aceptar en público que también son sus
problemas.
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