LOS DISTURBIOS EN
GRAN BRETAÑA BUSCAN SEMBRAR EL TERROR ENTRE LOS MUSULMANES
El país se encuentra al borde de un descenso
catastrófico hacia el terrorismo que podría deshacer el tejido de la sociedad
GEORGIOS
SAMARAS (JACOBIN LAT)
Furgoneta en llamas durante los disturbios de
Southport (Inglaterra)
en julio de 2024. / StreetMic LiveStream
El año pasado, poco después de conseguir mi puesto académico en el King’s College de Londres, me enfrenté a un esfuerzo concertado de ciertos asesores del Ministerio del Interior para que me destituyeran. Querían quitarme mi cargo por mi abierta oposición al Plan Ruanda, que deportaría a ese país a los solicitantes de asilo británicos rechazados, independientemente de su lugar de origen. Durante una conferencia ante estudiantes de posgrado, califiqué la política de “cruel, malvada e ilegal”, advirtiendo que las medidas del Gobierno probablemente alimentarían el racismo y la islamofobia en Gran Bretaña.
Durante
años, el Ministerio del Interior ha servido de plataforma a figuras
ultraconservadoras para impulsar políticas contra los grupos vulnerables y los
solicitantes de asilo marcadas por la islamofobia y un fuerte compromiso para
castigar la disidencia. Activistas e investigadores llevan mucho tiempo
advirtiendo de las posibles consecuencias de esa retórica y haciendo hincapié en
la importancia del lenguaje del odio.
La
arquitecta del Plan Ruanda, la ministra del Interior tory Suella
Braverman, fue cesada en noviembre por criticar a la policía por ser “demasiado
indulgente” con los manifestantes propalestinos. Braverman calificó las
protestas como marchas del odio, en una cruzada de más largo aliento contra
Palestina. Sin embargo, el despido de Braverman –en respuesta a una serie de
artículos que había publicado en el Telegraph– resultó ser solo una
maniobra de comunicación.
El
Partido Laborista de Keir Starmer siguió el ejemplo de los tories,
adoptando una retórica alarmista sobre la inmigración
Los
conservadores continuaron intensificando la postura sobre las deportaciones que
ella había promovido. Pero las líneas entre los dos partidos también se
difuminaron. El Partido Laborista de Keir Starmer siguió el ejemplo de los tories,
adoptando una retórica alarmista sobre la inmigración, convirtiendo a los
bangladesíes en chivos expiatorios e, incluso, insinuando la posibilidad de colaboración
con líderes de la extrema derecha europea.
Sus
mensajes encubiertos han cegado a estos partidos ante el daño cada vez mayor
que se ha hecho. Ahora, Gran Bretaña está inmersa en un asalto coordinado a su
democracia. La crisis a la que nos enfrentamos es el resultado directo de las
acciones del establishment desde hace mucho tiempo, agravadas por un
peligroso panorama digital que da cobijo a los arquitectos de extrema derecha
de los disturbios actuales.
Disturbios
democráticos
La
normalización en curso de las ideologías de extrema derecha culminó en los
sucesos de hace unas semanas. Se incendiaron bibliotecas y una oficina de
atención al ciudadano, se destruyeron propiedades y se agredió a personas de
color. Mientras tanto, el primer ministro Starmer lanzó advertencias ambiguas,
y se negó a reconocer la intención de los disturbios de aterrorizar a los
musulmanes y a otras comunidades vulnerables.
Sin
embargo, Starmer tiene sobrados motivos para estar preocupado, sobre todo por
los comentarios incendiarios de miembros de su propio partido. Ante las
protestas por el uso del Holiday Inn de Tamworth para alojar a inmigrantes, la
diputada laborista local Sarah Edwards dijo en el Parlamento que los residentes
“solo quieren que les devuelvan su hotel”.
Días después, alborotadores de extrema derecha incendiaron el edificio. Del
mismo modo, la diputada por Aldershot Alex Baker y la nueva ministra del
Interior, Yvette Cooper, han recurrido a un lenguaje tibio y neutro; han
evitado una toma de postura definitiva sobre los disturbios y han ofrecido
pocas garantías a los electores negros y musulmanes.
Farage
ha animado abiertamente a quienes han tomado las calles y ha explicado que la
forma de detener la violencia es “acabar con la inmigración masiva”
Sin
embargo, esto se queda corto si se compara con las acciones de Nigel Farage.
Farage ha animado abiertamente a quienes han tomado las calles: ha explicado
que la forma de detener la violencia es “acabar con la inmigración masiva”, ha culpado a Black Lives Matter y ha
difundido teorías conspirativas como la de una “vigilancia policial de dos
caras” que favorece a las minorías étnicas. Del mismo modo, los conservadores,
tras años de mensajes más o menos encubiertos (dog whistle), atacan
ahora de forma hipócrita a Starmer por su ineficacia policial. Mientras tanto,
los diputados que calificaron las protestas palestinas de “marchas de odio” han
guardado un llamativo silencio, sin mostrar ninguna intención de condenar la
violencia que ellos mismos habían ayudado a instigar en las últimas semanas.
Asistimos
a un Estado sumido en el caos, incapaz de curar sus heridas, proteger a los
grupos vulnerables sin poder de decisión política o resistir a la manipulación
de los elementos más malignos infiltrados en la política británica. Esto se
extiende a los círculos periodísticos, los grupos de reflexión y las bandas
callejeras que llevan mucho tiempo alimentando la islamofobia. Durante años,
Tommy Robinson y sus seguidores –junto con grupos como National Action– han
desempeñado un papel crucial en la incitación a la violencia. Se trata de un
ataque descarado a las normas democráticas. Sin embargo, parece que un debate
sobre la resistencia de la democracia británica sigue siendo tabú.
El
partido Reform UK se ha opuesto a las normas periodísticas básicas y ha
amenazado con demandar a cualquiera que los etiquete como extrema derecha
Identificar
y etiquetar eficazmente a algunos de estos grupos ha sido durante mucho tiempo
un reto. El partido Reform UK, por ejemplo, se ha opuesto a las normas
periodísticas básicas y ha amenazado con demandar a cualquiera que los etiquete
como extrema derecha. Esta estrategia deliberada pretende ocultar su verdadera
ideología, eludir el escrutinio de los medios de comunicación y esperar el
momento perfecto para incitar a un conflicto violento. Los recientes asesinatos
en Southport (falsamente atribuidos a “musulmanes”) ofrecieron esa oportunidad.
Paralelismos
con Grecia
El
fracaso del sistema político británico a la hora de abordar eficazmente el
terrorismo interno no es único en Europa. Al contrario, tiene sorprendentes
paralelismos con el ascenso durante una década de Amanecer Dorado, en Grecia,
una organización criminal neonazi, durante la crisis económica de ese país. La
violencia de extrema derecha contra los inmigrantes aumentó poco después de que
el partido obtuviera sus primeros escaños parlamentarios en junio de 2012.
Rápidamente recurrió al alarmismo sobre la inmigración; la clase política
respondió normalizando esta retórica para evitar
posibles pérdidas electorales frente a facciones de extrema derecha.
El
resto de la década de 2010 fue testigo de una amplia cobertura mediática
internacional de Amanecer Dorado. Se produjeron asesinatos de activistas de
izquierda e inmigrantes, pogromos en mercadillos y agresiones físicas a
diputados del Partido Comunista Griego. Tuvieron que pasar casi siete años
hasta que los tribunales dictaminaron finalmente que Amanecer
Dorado suponía una clara amenaza para la democracia y debía
ser detenido, lo que se tradujo en largas condenas para muchos de sus diputados
y dirigentes.
El
caos que se está desatando en Gran Bretaña tiene el potencial de alcanzar
niveles similares de terrorismo interno
El
caos que se está desatando en Gran Bretaña tiene el potencial de alcanzar
niveles similares de terrorismo interno. El simbolismo que se esconde tras los
libros quemados y los saludos nazis captados por todo el país indica un
alarmante aumento del terrorismo que ha pasado desapercibido para la mayoría de
los partidos políticos. La débil respuesta de Starmer y su incapacidad para
abordar eficazmente esta cuestión dan margen a estos grupos para seguir
organizándose sin graves limitaciones.
Los
paralelismos entre Grecia y el Reino Unido indican que la ineficacia de las
medidas antiterroristas probablemente intensificará la violencia, ahora a punto
de descontrolarse. Mientras escribo estas palabras, terroristas de extrema
derecha están asaltando empresas dirigidas por minorías, arremetiendo contra
las oficinas de inmigración y atacando a personas que trabajan para ONG y
servicios relacionados con la inmigración.
El
Gobierno debe aplicar urgentemente leyes antiterroristas para hacer frente a
esta amenaza constante. Estas leyes también deben abordar la organización
digital y la propagación del odio a través de plataformas de medios sociales,
incluyendo Twitter/X, donde muchos grupos de extrema derecha han encontrado un
terreno fértil para organizar y preparar sus marchas.
Incluso
Elon Musk, cuyos vínculos con elementos
fascistas son ahora innegables, ha publicado tuits desquiciados que legitiman e incitan
directamente al terrorismo de extrema derecha. Esto está socavando
descaradamente las medidas actuales que se están planteando para sofocar los
disturbios en el Reino Unido. La situación actual en la plataforma revela que
algunos individuos fantasean con condiciones similares a las de una guerra
civil y están decididos a dar poder a los matones para que deambulen por las
calles y aterroricen a las minorías.
Conversaciones
con amigos y sus familias en el Reino Unido revelan amenazas creíbles contra
solicitantes de asilo en hoteles y centros de detención, pero también contra
musulmanes y personas percibidas como musulmanas en general. Corren un riesgo
inminente de sufrir ataques si no se toman medidas proactivas.
El
papel del periodismo
Incluso
en momentos críticos en los que es esencial prevenir nuevas tensiones, muchos
periodistas incitan al terrorismo de extrema derecha, directa
Hablando,
hace unos días, de los disturbios en LBC News, tuve una interacción muy inquietante con la presentadora
Vanessa Feltz, una vieja conocida de la televisión. Feltz, que ocupaba el
espacio después de que la anterior presentadora, Sangita Myska, fuera retirada
de antena, terminó abruptamente nuestra entrevista después de pasar casi diez
minutos legitimando las acciones de lo que ella llamó “manifestantes furiosos”.
Dijo que se habían manifestado contra el hotel por la frustración que les
producía que el gobierno utilizara el dinero de los contribuyentes para
financiar costosos alojamientos para solicitantes de asilo.
Aunque
no me sorprendió del todo, la tendencia observada en diversas plataformas
mediáticas es sin duda alarmante. Ese mismo día, en un programa de ITV, el
presentador Ed Balls, marido de la ministra del Interior Cooper, atacó ala diputada laborista de izquierdas
Zarah Sultana, después de que esta argumentara que los disturbios estaban
motivados por la islamofobia y el racismo. Balls interrumpió repetidamente a
Sultana para negar la pertinencia del término “islamofobia”, intentando
sermonear a una mujer musulmana sin hacer ningún esfuerzo por escuchar o
comprender los miedos y luchas cotidianos a los que se enfrentan las
comunidades marginadas, que se han visto agravados por estos disturbios de extrema
derecha.
Esta
situación pone de relieve una cuestión más amplia: la complicidad del
periodismo británico en el crecimiento de la violencia. Incluso en momentos
críticos en los que es esencial prevenir nuevas tensiones, muchos periodistas
incitan al terrorismo de extrema derecha, directa o indirectamente, sin asumir
ninguna responsabilidad por el lenguaje y el tono que han adoptado en los
últimos tiempos.
En
los últimos tres años, el auge de la islamofobia, alimentado por la cadena de
derecha GB News, ha puesto de manifiesto la insuficiencia de la normativa
vigente para frenar la influencia de algunos periodistas que incitan a la
violencia. GB News se ha convertido en un centro neurálgico para los trolls
ultraderechistas, al legitimar su retórica y servir de nexo para el discurso
del odio, las teorías de la conspiración y la promoción de ideas de extrema
derecha. El presentador de GB News y teórico de la conspiración Neil Oliver ha
llegado a afirmar que los
disturbios están siendo “orquestados” como parte de una conspiración de la
élite mundial para imponer la credencial de identificación digital. El
organismo regulador de la radiodifusión, Ofcom, ha guardado un llamativo
silencio, lo que subraya los peligros del actual entorno mediático.
Lo
que nos espera
El
auge del terrorismo de extrema derecha en el Reino Unido es una grave amenaza
que lleva años gestándose, exacerbada por la complicidad política y
periodística. Los paralelismos con la lucha de Grecia contra el neonazi
Amanecer Dorado ilustran la trayectoria potencial de la violencia de extrema
derecha sin control. El Reino Unido se encuentra al borde de un descenso catastrófico
hacia el terrorismo que podría deshacer el tejido de la sociedad.
Los
paralelismos con la lucha de Grecia contra el neonazi Amanecer Dorado ilustran
la trayectoria potencial de la violencia de extrema derecha sin control
Nunca
se insistirá lo suficiente en la necesidad de leyes antiterroristas integrales
contra la extrema derecha. Estas deben abordar con decisión las amenazas tanto
físicas como digitales. El papel de los medios de comunicación a la hora de
alimentar las ideologías de extrema derecha también exige una regulación
estricta para evitar que se siga incitando. No actuar ahora envalentonará a
esos grupos, ahondará las divisiones sociales y provocará daños irreversibles.
El
Reino Unido debe hacer frente a este terrorismo interno con una determinación
inquebrantable, o corre el riesgo de sumirse en un caos y una violencia sin
precedentes en su historia reciente. El momento de actuar es ahora, y debe ser
implacable en su defensa de la democracia y la protección de las comunidades
vulnerables.
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Este
artículo se publicó originalmente en Jacobin
Lat.
La
traducción es de Florencia Oroz.
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