SILENCIO GREMIAL FRENTE A LAS AMENAZAS DE MUERTE A UN PERIODISTA
DIARIO RED
Cuando el gremio calla ante la violencia contra un periodista de izquierdas, la amenaza se extiende progresivamente al conjunto del sistema democrático
El pasado domingo, tanto Alvise Pérez como su colaborador Vito Quiles difundían en sus canales de Telegram —con un agregado de más de 700.000 seguidores— una conversación falsa —burdamente fabricada; en la cual ni siquiera coincidían las horas— que pretendía representar al periodista de Canal Red, Raúl Solís, como una persona que busca relaciones sexuales con menores de edad. De hecho, el recientemente elegido eurodiputado llegaba a acusar a Solís de pedofilia para más tarde editar su propio mensaje eliminando esta parte, quizás al advertir que podría estar cometiendo un delito de calumnias.
El bulo,
que fue ampliamente difundido por el resto de redes sociales, fue
inmediatamente contestado por los seguidores de ambos ultraderechistas en
Telegram con amenazas de agresión física,
mutilaciones e incluso amenazas de muerte contra el periodista.
Entre ellas, podemos encontrar "habría que cortarle la polla con un
cuchillo sin filo", "si es mi hijo está ya en su casa el
forense", "habría que cortarle los huevos y hacérselos comer",
"hay que lincharlo", "bidón de gasolina, mechero y a ver cómo se
retuerce la maricona", "no salgas a la calle con la cara descubierta
porque la vas a perder" o "ahorcado en la plaza de España".
A pesar
de la extrema gravedad del asunto, el silencio por parte de la inmensa mayoría
de la profesión periodística —muy especialmente de su sector progresista— ha
sido, hasta ahora y salvando unas pocas honrosas excepciones, estruendoso. Uno podría argumentar que los periodistas no tienen por qué pronunciarse
sobre todo e incluso apelar al periodo estival para explicar el preocupante
silencio. Lo que ocurre es que España es el país en el cual toda la profesión
periodística ha acostumbrado a salir en tromba, desde los principales y más
poderosos cañones mediáticos, así como en las redes sociales, cada vez que una
persona de Podemos se atrevía no a proferir ninguna amenaza —algo que nunca ha
estado ni siquiera cerca de ocurrir— sino simplemente señalar la publicación de
falsedades, la manipulación de noticias u otros tipos de violación de la
deontología periodística. Reacción unánime cuando se critica democráticamente y
con argumentos su mala praxis; silencio cuando un ultraderechista publica un
bulo repugnante y sus seguidores amenazan de muerte a un compañero de
profesión.
Reacción unánime cuando se
critica democráticamente y con argumentos su mala praxis; silencio cuando un
ultraderechista publica un bulo repugnante y sus seguidores amenazan de muerte
a un compañero de profesión
Todo ello
alimenta la más que fundada sospecha de que esto nunca ha ido de proteger a
compañeros sino de otra cosa y que, si el periodista amenazado de
muerte trabajase para uno de los medios de comunicación hegemónicos, entonces
la condena sí se habría producido y se habrían manifestado con toda la
contundencia no solamente el conjunto de trabajadores del periodismo a
título individual en las redes sociales sino también las asociaciones de la
prensa e incluso los líderes políticos. En un funcionamiento paralelo al
silencio que mantuvieron determinados periodistas y políticos progresistas
cuando los líderes morados sufrieron durante meses el acoso fascista a las
puertas de una casa con tres niños pequeños, parecería como si, ahora,
hubiese quien estuviese calculando que esto le ocurre a Raúl Solís por trabajar
en Canal Red, pero que a ellos nunca les podría pasar.
Lo que
pasa es que la historia ha demostrado, una y otra vez, que este deseo es
mentira. Cada vez que se permite que la extrema derecha violenta ejerza la
violencia contra una parte de la población o contra un determinado segmento
ideológico lo que se consigue es que se vayan eliminando los límites y cada vez
más gente figure en la lista de objetivos admisibles. Ante la impunidad
y la ausencia de condena, lo que hacen los fascistas es avanzar posiciones.
Es sobre todo por esto que el silencio de la mayor parte del gremio
periodístico ante las amenazas de muerte contra Raúl Solís, lejos de ser una
anécdota, conforma una peligrosísima categoría política. Cuando el gremio calla
ante la violencia contra un periodista de izquierdas, la amenaza se extiende
progresivamente al conjunto del sistema democrático.
"Cuando
vinieron a por los comunistas, yo no dije nada, porque yo no era comunista.
Cuando vinieron a por los sindicalistas, yo no dije nada, porque yo no era
sindicalista,,," Una vez más, el poema de Niemöller está plenamente
vigente. Ojalá esta vez no lleguemos tarde.
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