VENEZUELA EN LA
CRISIS MUNDIAL (I): UN ODNI (OBJETO DEMONIZADO NÍTIDAMENTE IDENTIFICADO) EN LA
ENCRUCIJADA
Juan Carlos Monedero
Elon Musk y Donald Trump, en una
foto de archivo
. / Jonathan Ernst (Reuters)
"No queremos un
mundo en el que la garantía de no morir de hambre equivalga al riesgo de morir
de aburrimiento" (Raoul Vaneigem)
De las crisis mundiales en marcha al
papel estelar en Venezuela
Siempre he sido más de Albert Camus que
de Sartre, principalmente porque no suelo creer que el fin justifique los
medios. Los atajos siempre se pagan, pero no por ningún tipo de karma o castigo
divino, sino porque es más fácil romper las instituciones que crearlas. Cuando
se rompen, incluso creyendo que es por una buena causa, ocurre como con esos
senderos que, por ahorrar pasos, trazan en la hierba con sus pisadas el fin de
los acuerdos: lo fácil sustituye a lo conveniente. Lo que no quita que debamos
caer en la ingenuidad de pensar, como el último samurai, que con una
katana puedes derrotar a los cañones del emperador.
El pensamiento siempre debe ser situado, pero, al tiempo, capaz de ver las corrientes profundas que hay detrás de la realidad. Se trata de atar cabos. Por ejemplo, preguntándonos: ¿qué hace Elon Musk entrevistando y financiando a Donald Trump, ayudando a Netanyahu a masacrar a los palestinos y llenando X de falsas noticias sobre Venezuela? ¿A quién beneficia que siempre Venezuela esté bajo sospecha? ¿Por qué tanto interés en que prestemos tanta atención a Venezuela? ¿Qué tiene Venezuela para concitar tanto interés? Pues petróleo y marcar rutas alternativas.
Nadie diría que ha habido un terremoto
político en Bangladés y que la primera ministra ha abandonado el país. Tampoco
que, como ya viene siendo costumbre, Israel haya bombardeado otra escuela
matando a cientos de personas. Nadie sabe que en Ecuador persiguen a los
opositores de izquierda con ayuda de jueces corruptos, o que el Tribunal
Supremo en EEUU dicta sentencia invariablemente según las necesidades de Donald
Trump, que fue quien les nombró. Tampoco que, en España, el gobierno de los
jueces ha estado cinco años fuera de la Constitución y que, aun después de su
renovación, no son capaces de elegir presidente porque la derecha se juega que
jueces imparciales juzguen sus muchos casos de corrupción. Poca gente sabe qué
pasa en Yemen o en Nigeria, que hay una enorme protesta social en la Argentina
de Milei o que en Perú la presidenta lo es por un golpe de Estado. Pero todos
los días "que si Venezuela..." ¿Por qué un país medio, con una renta
pequeña y sin conflictos bélicos con sus vecinos ha ganado tanta atención? ¿No
será que ejemplifica un nuevo modelo de fractura del capitalismo después de la
caída de la Unión Soviética?
Cuenta el profesor y diplomático Augusto
Zamora (en Venezuela, primero la soberanía
nacional, luego la popular) que los EEUU intentaron,
invariablemente, tumbar al gobierno sandinista desde que se hicieron con el
gobierno en 1979. En 1984, y en medio de una brutal intervención militar
estadounidense, el gobierno sandinista entendió la conveniencia de convocar
elecciones que terminaran con las acusaciones de que el país era una "dictadura
que oprimía a su pueblo". Como la economía funcionaba y el nivel de vida
de los nicaragüenses había mejorado, la victoria sandinista era un hecho
asumido por todos los sectores. Ante esa perspectiva, la oposición, mandatada
por los EEUU, se retiró de las elecciones, lo que permitió que Washington
negase el resultado y continuara la guerra. Dio absolutamente igual que toda la
observación internacional reconociera la limpieza del proceso.
La presión norteamericana fue
agravándose, financiando con droga, en una operación oculta, a una insurgencia
armada, la Contra, que devastó al país en una guerra sin fin. En 1990 había
nuevas elecciones en Nicaragua, en mitad de una economía arruinada por la
guerra. EEUU, por si no bastara, dijo que, si volvían a ganar los sandinistas,
la guerra continuaría. Recuerdo a una madre sandinista votar llorando por la
oposición para que se acabara la guerra y que el hijo que le quedaba no
muriera. La oposición, una vez más organizada por los EEUU, sí se presentó en
esa ocasión a las elecciones, recuperando el discurso "democracia y
libertad contra dictadura". Financiados hasta la saciedad y aupados como
los únicos garantes de finalizar la guerra, ganaron. La Contra entonces se
disolvió, regalaron el país a los inversores norteamericanos y los nacionales
colaboracionistas se repartieron las migajas. Cualquier persona con un poco de
decencia verá que se parece bastante a lo que está pasando en Venezuela.
Hay tres grandes crisis sin cuyo
análisis es imposible entender lo que está pasando ahora mismo en el mundo y,
en concreto, en Venezuela. Por un lado, está la crisis medioambiental y de
recursos. En segundo lugar, la crisis de la hegemonía norteamericana,
verificada en las transformaciones de los países en donde se asentaba su
hegemonía -Japón, Alemania, Inglaterra, Israel, Irán-, sus dificultades para
ganar guerras y mantener su predominio militar y económico en áreas donde antes
no tenía disputa. En tercer lugar -lo que no implica menor importancia- la
crisis del modelo neoliberal vigente desde los años 70 del siglo pasado y
herido de muerte desde la crisis de 2008.
Este contexto de crisis hace que
cualquier análisis que realicemos de cualquier país hay que evaluarlo también
desde las claves geopolíticas que determinan esas crisis. No es que antes no
fueran necesarios estos análisis. De hecho, el gran déficit del marxismo, junto
con la ignorancia de la acumulación de capital vinculada al contrato sexual, es
la acumulación vinculada al colonialismo en cualquiera de sus formas, recordada
después de Marx por Rosa Luxemburgo, Rudolf Hilferding y Lenin a comienzos del
siglo XX. Como decía Horkheimer, "quien no quiera hablar de capitalismo
debe callar también sobre el fascismo". Pero en momentos de crisis, los
intentos de hacer valer la preeminencia van a llevar a las élites nacionales y
globales a exacerbar su control de los recursos, a forzar el mantenimiento del
control geopolítico y a depositar en la extrema derecha el control de las
mujeres. Como en el fascismo, el capital y la política se convierten en
funcionales el uno al otro. Si el capitalismo siempre es violento con quien le
desafía, en momentos de crisis toma anabolizantes. Como está pasando.
Pensemos que desde la creación del
estado de Israel en 1948, la evaluación occidental de este país se medía por su
condición democrática, lo que contrastaría con el grueso de los países
de su entorno, teocracias donde no había elecciones, partidos ni libertades
individuales. El genocidio en marcha de Israel sobre el pueblo palestino solo
se explica con estos cambios en las variables geopolíticas, lo que al mismo
tiempo da cuenta del apoyo estadounidense a Netanyahu, de la misma manera que
la Argentina de Milei se ha convertido en un apoyo incuestionable de la
política de exterminio de los palestinos por el gobierno de Israel. Ninguno de
estos extremos se explica sin las variables globales.
Elecciones en Venezuela del 28 de julio:
una pelea desigual
En este contexto se han dado las
elecciones en Venezuela el pasado 28 de julio. Nicolás Maduro podía no haber
convocado las elecciones, y mucha gente hubiera entendido el argumento de que
el bloqueo económico y las sanciones internacionales, que han ejercido en su
economía el efecto de tres grandes depresiones estadounidenses, impedían las
condiciones mínimas de competitividad para desplegar una democracia liberal
donde todos los candidatos tuvieran las mismas oportunidades (How four U.S. presidents
unleashed economic warfare across the globe).
Este no es un dato menor, porque los que
expresan enormes exigencias a cualquier país desobediente -esto es, que
se coloca en lo emergente respecto de las tres crisis mencionadas- son muy
laxos a la hora de reclamar a los sectores conservadores que cumplan con los
requisitos básicos de las democracias liberales que, curiosamente, les
benefician principalmente a ellos. Y creo que la izquierda hace bien en ser
exigente con el cumplimiento de las formalidades democráticas y debe ser
escrupulosa en la defensa de los derechos humanos. Sin excusas. Pero es que
vivimos en la paradoja de que es la izquierda la que está defendiendo la
democracia liberal, mientras que es la derecha la que la vulnera con el lawfare
aplicado por jueces corruptos (que tienen a buena parte de los liderazgos de la
izquierda enjuiciados); con las fake news que estigmatizan a la
izquierda (con un papel estelar creciente de los bulos en las redes sociales);
con el uso de los aparatos del Estado para perseguir adversarios; con los think
tanks que financian a los candidatos de la derecha de manera global; y, por
supuesto, con el uso de bloqueos y sanciones internacionales que buscan
debilitar la capacidad electoral de los que desafían el statu quo global.
Sin embargo, Maduro convocó las
elecciones, en las que han participado, además del Gran Polo Patriótico (donde
está el PSUV de Nicolás Maduro), nueve partidos de oposición, encargándose la
Plataforma Unitaria Democrática de Edmundo González y María Corina Machado de
ningunear al resto. Machado está inhabilitada por haber cometido el delito de
pedir desde Panamá la intervención militar norteamericana en el país, hecho que
suele ocultarse o maquillarse. El candidato natural de la oposición debiera
haber sido Manuel Rosales, gobernador del Zulia, y que ya contendió contra
Chávez. Pero las presiones del ala dura con Machado y los EEUU
terminaron eligiendo a una persona anciana, Edmundo González Urrutia, que
garantizaba el seguidismo de las directrices de Machado.
González es un diplomático que fue el
número dos de la embajada venezolana en El Salvador en los tiempos en los que
los escuadrones de la muerte sembraron en el terror en el país. Siempre se ha
señalado la colaboración de la embajada venezolana de la época en aquella
operación terrorista. Es evidente que González, número dos de la sede
diplomática, supo de aquellas barbaridades y de la colaboración de su embajada.
De ahí que EEUU prefiriera su candidatura. González, que fue embajador en Argentina,
reconoció en 2002 como presidente a Carmona Estanga, el jefe de la patronal
nombrado tras el golpe que derribó a Chávez. Igualmente, tanto él como Machado
reconocieron como presidente a Juan Guaidó, autoproclamado como tal en una
plaza, sin votos, actas ni cumplimiento de ninguna formalidad democrática.
Valgan estas notas para entender que la
oposición venezolana representada por Machado y González nunca ha tenido
ningún compromiso democrático y que, por tanto, sus reclamaciones de fraude hoy
son una continuación de las reclamaciones de fraude, acompañadas de intenciones
golpistas, que vienen esgrimiendo desde que Chávez sacó a la derecha del
gobierno de Venezuela. Presentarles como "luchadores por la libertad"
es un insulto a la verdad y al sentido común.
El guion de la oposición se escribe
siempre fuera
La oposición de Machado y González han
ejecutado un guion bien planificado. Una vez que aceptaron participar en las
elecciones y, por tanto, someterse a la legalidad electoral venezolana,
comenzaron a desplegar en todos los medios occidentales encuestas que daban
ganador a González. De esta manera, las acusaciones de fraude, que se sabía
iban a expresar, tenían el refuerzo en los mismos medios que defendieron que
había armas de destrucción masiva en Irak, explicaron que Lula era un ladrón
que merecía estar en la cárcel, propagaron la culpabilidad de Rafael Correa,
persiguieron en España a Podemos y hoy defienden el genocidio palestino en
Gaza. Las encuestas se han convertido en un arma performativa que busca
inventar la realidad.
En segundo lugar, y una vez arrancada ya
la campaña electoral, la Plataforma Unitaria dijo en rueda de prensa que no
iban a aceptar el resultado que dictara el Consejo Nacional Electoral. Solo
darían por buenos los datos que obraran en su poder, es decir, que regresaban
al pasado de Venezuela, donde las actas de los partidos negaban el resultado de
los votos. Lo lógico es que, si no confiaban en el sistema electoral, se
retiraran. Pero los planes eran otros. En más de 20 años y en 32 elecciones,
nunca se ha demostrado que haya habido fraude en Venezuela. De hecho, el
sistema electoral, electrónico y encriptado, es imposible de manipular, como ha
dicho el 100% de los expertos imparciales del mundo.
Aquí conviene aclarar algo que no
siempre se entiende. En Venezuela funcionaba durante la llamada IV República el
principio "acta mata voto", de manera que los dos principales
partidos se robaban las elecciones al manipular las actas. Algo bien conocido
en muchos países. Recordemos el robo de las elecciones a López Obrador en
México en 2006 y 2012. Por eso, el voto en Venezuela es electrónico, y lo que
llamamos "acta" (que en buena parte de nuestros países es el
documento que se hace en las mesas electorales tras el cierre de las mismas, el
escrutinio físico de los votos y la firma del resultado por los miembros de la
mesa y los testigos) en Venezuela es lo que dicta cada una de las 30.026
máquinas de cada mesa electoral. Que son auditadas antes, durante y después de
las elecciones. Ahí, en esas urnas electrónicas, está la verdad de las
elecciones.
Al finalizar el cierre de la mesa, los
testigos de la misma firman sobre la máquina y, al tiempo que se manda al
Consejo Nacional Electoral el resultado, sale una copia que se lleva cada uno
de los testigos de los diferentes partidos. Pero cuidado: ese resguardo solo
sirve para verificar que el conteo del CNE es correcto, pero no tiene validez
legal. Porque se puede falsificar. Que es lo que han hecho González y Machado
subiendo actas falsas a una página web de la que hoy nadie quiere hacerse
responsable porque han incurrido en un delito.
Cuando los ciudadanos votan en
Venezuela, además de tener que verificar electrónicamente su identidad -a
través de una huella dactilográfica-, eligen su voto en la pantalla, que será
mandado encriptado al CNE y también recogen después de emitido el voto un
resguardo con su elección, que al salir depositan en una caja de cartón
(recordemos que la "urna" es la propia máquina, no esa caja de
cartón). En el 54% de las mesas y de manera aleatoria, se abren esas cajas de
cartón y se cuentan los votos, se hace otra acta, que firman todos los miembros
de la mesa y testigos de los partidos, y se manda en el mismo sobre que el acta
oficial que ha salido de la urna electrónica. Al final, todo tiene que
coincidir: número de votantes que han participado en cada mesa, el resultado
que emite la urna con los votos de cada candidato, el resguardo los miembros de
los diferentes partidos y, en el 54% de las mesas, el voto escrutado físicamente
de las cajas que se han abierto. No puede haber trampa. Pero la oposición, como
decíamos, tenía un plan previo.
Una vez que la oposición dijo que no
aceptaría el resultado del CNE, nada mejor que interferir en ese resultado. El
domingo por la tarde, el CNE recibió un ataque cibernético brutal, reseñado y
demostrado, aunque hay quienes insisten en cuestionarlo (dos semanas después
del fin de las elecciones, la página de PDVSA está hackeada, igual que la del
CNE, y llevan una semana recibiendo durísimos ataques CANTV, el SENIAT, MINTUR,
el BCV, etc.). La empresa norteamericana Netscout y la rusa Kaspersky han
certificado que Venezuela ha sido el país más atacado cibernéticamente durante
los meses de julio y agosto. Treinta millones de ataques por minuto. Ataques
financiados por agentes extranjeros y que ya fueron denunciados como práctica
común de los EEUU por el informante Edward Snowden. Llama la atención la
frivolidad de algunos comentaristas negando la existencia de los ataques para
justificar el relato del fraude.
Si el CNE no podía salir a dar el
resultado electoral, la Plataforma Unitaria lo haría con sus supuestas actas.
Efectivamente, salieron diferentes voceros, entre ellos María Corina Machado y
Edmundo González, diciendo que tenían las actas (aunque cada uno citó un
porcentaje diferente, siendo lo cierto que debían tener el 100% de los
resguardos, pues tenían testigos en todas las mesas). Y que ganaban 70 a 30,
algo que salió a desmentir incluso el consultor por excelencia de la derecha, Durán
Barbá, diciendo que eso era un montaje. Hoy se sabe que una parte importante de
las actas presentadas en la página web sobre la que se ha montado el
argumentario de la derecha eran falsificaciones. Así mismo, atribuyeron en
todos los estados el mismo resultado a González y a Maduro, lo que las hace
increíbles.
El jefe del Comando de Campaña de
Maduro, Jorge Rodríguez, afirmó: "Como forma de sustituir al CNE, es
curioso que en los 23 estados del país y en los 335 municipios, González tiene
63% y Maduro 30%. Eso es matemáticamente imposible". Ciertamente, no es
posible que el resultado se repita de manera idéntica en todas las regiones.
Respecto de las acusaciones de inconsistencia matemática en el primer boletín
del CNE, cuando estaba pugnando por salir del ataque cibernético -otra de las
construcciones para alimentar el clima de sospecha-, hay que decir que, con la
judicialización del resultado, las pruebas presentadas ante el TSJ acaban con
cualquier sospecha. La pregunta relevante, y que valía tanto para el gobierno
como para la oposición, es ¿por qué Edmundo González no ha presentado ante el
Tribunal Supremo de Justicia las actas que dice poseer?
El objetivo buscado en el guion de la
oposición era equiparar al gobierno de Venezuela con el de Daniel Ortega en
Nicaragua, de manera que buena parte de la izquierda mundial, que ha retirado
su apoyo al actual gobierno sandinista, hiciera otro tanto con Venezuela. ¿Qué
hacía falta para eso? Doscientos o trescientos muertos en las calles en los
días siguientes a las elecciones. "Alguien" pagó a cientos de grupos
para generar destrozos, agresiones y muertes. Unos contratados en Colombia,
otros reclutados entre sectores marginales, otros, más experimentados, que ya
habían participado en la lucha callejera anteriormente. Una amplia
mayoría están detenidos y confesaron haber actuado por dinero. Llamó la
atención que una gran mayoría ni siquiera había votado. Quemaron hospitales,
ambulatorios, autobuses, vehículos, estaciones de policía, derribaron estatuas,
atacaron radios populares, asesinaron a policías e hirieron a un centenar (la
mitad de los heridos esos días). Estos grupos son los que se presentan en la
prensa internacional como "luchadores de la libertad", como hicieron
en los 80 con los muyahidines en la pelea contra la Unión Soviética o como
denominaban a la Contra que luchaba contra el gobierno sandinista. Lo
fascinante es que hay todavía gente que les crea. Detener y juzgar a esa gente
es una obligación en un estado de derecho.
Con inteligencia, el gobierno pidió a
los cuerpos y fuerzas de seguridad, así como al chavismo, que no respondieran
con violencia, pues ahí tendría lugar el "baño de sangre" del que
alertó Maduro (y que los medios presentaron como si fuera una oferta suya,
y no una consecuencia de la llegada del fascismo al poder). Se han registrado
una veintena de muertes esas noches. El balance de esos actos de violencia
formará parte de los informes que se emitan sobre la existencia de un intento
de golpe de Estado, de la misma manera que deberá investigarse el cumplimiento
de los protocolos por parte de las fuerzas de seguridad. Pero, una vez más,
mienten quienes presentan las detenciones como actos arbitrarios. En España,
después del llamado independentista, donde no se ejerció ningún tipo de violencia,
fueron juzgadas más de 2.000 personas.
Cuando los guiones fallan, quemas las
naves
Pero los guiones también pueden ser
defectuosos cuando se aplican. A la oposición no le ha funcionado el plan y por
eso está intentando fortalecer el ámbito donde tiene más músculo, que es la
esfera internacional. Aunque tarde, el CNE dio datos, más elaborados en el
segundo boletín, cuando la pelea contra el hackeo se estaba superando. El hecho
es que la publicación de los boletines del CNE frenaron el sabotaje general, de
manera que el martes la calle había recuperado la normalidad y muchos países
reconocieron el resultado. Otros, a diferencia de lo que ocurrió en otros
momentos, se han declarado dispuestos a asumir lo que zanje el árbitro
electoral, al tiempo que han pedido, como en cualquier elección, transparencia
en la exposición de los resultados para que se termine cualquier sospecha o
manipulación interesada. Pero repetimos: la oposición nunca ha necesitado actas
ni resultados oficiales para nombrar a "sus" presidentes.
Es en ese contexto de fracaso de la
insurrección civil convocada por la oposición, cuando María Corina Machado
decide quemar las naves y llamar a una insurrección militar. En España, por
mucho menos se encarceló a los políticos independentistas catalanes. Es curioso
que los mismos que en la derecha española quieren cárcel incondicional para los
independentistas le exigen a Nicolás Maduro que negocie con una presunta
delincuente, María Corina Machado, cuyo único diálogo en cualquier país sería
con su abogado y con la justicia.
Con el 96,87% del voto escrutado, el
segundo boletín del CNE establecía ganador a Nicolás Maduro. Aumentaba la
brecha respecto del primero boletín, y otorgaba el 51,95% a Maduro frente al
43,18% de González Urrutia. La participación fue del 59,97% del padrón
electoral, es decir, unos 12 millones de personas. Pese al anuncio del árbitro
electoral, el guion de la "revolución de colores" continuaba.
Fue entonces, ante el desconocimiento
por parte de un sector de la oposición del resultado electoral, que el
presidente reelecto presentó un contencioso-electoral ante la sala
político-electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), con el fin de que
fuera la máxima autoridad judicial quien certificara, de manera definitiva y
tras un proceso de investigación y verificación, los resultados del proceso
electoral del pasado 28 de julio.
El presidente Maduro ha hablado de un
intento de golpe de estado, lo que ha sido descalificado por sectores de la
oposición. La controversia debe dilucidarse. Los muertos y los destrozos están
ahí. La corresponderá igualmente al TSJ evaluar tanto los ataques informáticos
sufridos por el CNE como la calificación de los actos que tenían como evidente
objetivo distorsionar el resultado electoral. La petición de Brasil, México,
Colombia, España y otros países de respetar el resultado que emane de las
autoridades, al igual que la petición de transparencia respecto de los
resultados, parece sensata. No olvidemos que las actas en Venezuela son las que
dictan las urnas electrónicas y la contrastación de ese veredicto con las actas
de resguardo en poder de los diferentes partidos zanjará esta discusión. Este
12 de agosto, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación de México ratificó los resultados que hacen presidenta a
Claudia Sheinbaum (dos meses después de las elecciones). Del mismo modo, le
corresponde al Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, en concreto a su sala
político-electoral, dictar el fallo que verifique quién es el ganador de las
elecciones en el país.
La discusión interna ya no existe en
Venezuela, y ese resultado que emita el TSJ debiera terminar con la presión
internacional, interesada y tramposa en su origen, aunque ha convencido a gente
honesta que ha terminado creyendo las mentiras de la oposición (es curioso que
hay una parte de la oposición que se cree sus propias mentiras, lo que indica
una vez más la fuerza de los medios de comunicación y de las redes sociales).
No es la primera vez que la oposición venezolana, con los mismos actores
políticos -la derecha venezolana no ha experimentado ningún tipo de
renovación-, desconoce el resultado electoral, nombra a un presidente al margen
de las elecciones (lo ha hecho tres veces, con Carmona Estanga, con Guaidó y
ahora con González), genera violencia en las calles, atribuye a la violencia al
gobierno, realiza sabotajes e invita a sectores del ejército a levantarse para
que incumplan su juramento constitucional.
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