NOTICIARIO DE UN
VERANO DE OPROBIO
El anuncio de
la instalación de misiles nucleares americanos en Alemania dentro de dos años
es la novedad más relevante
El canciller alemán Olaf Scholz en
la cumbre de la OTAN de julio de 2024. / Steffen Kugler / Gobierno Federal alemán
El
verano ha estado cargado de oprobio. En Washington una cumbre de la OTAN
confirmó en julio la voluntad de escalar los riesgos militares contra Rusia y
contra China. Lo más grave fue el anuncio del presidente Biden y del canciller
Scholz de que en 2026 se desplegarán misiles nucleares en Alemania.
En
Francia y Gran Bretaña se votó en unas elecciones en las que la presunta
victoria de “la izquierda” no disminuirá ni un ápice la tensión militar
internacional, ni en Ucrania, ni en Asia Oriental, ni en Gaza.
En Francia, la unión de lo que se llama “Nuevo Frente Popular”, y que en realidad es una frágil alianza de la “izquierda de derechas” –compatible con el apoyo a Israel, el envío de armas a Ucrania, y el neoliberalismo con acento en los “estilos de vida”– con la izquierda de Melenchon, no ha ganado las elecciones –200 diputados frente a 350 de la derecha– sino que solo ha postergado la victoria de la ultraderecha, como explica Serge Halimi.
-¡Dicen
que los siguientes los enviará una mujer! -Realmente te hace sentir parte de la
historia. / Viñeta usada con frecuencia en las redes sociales
Mientras
tanto se han celebrado en París unos juegos olímpicos en los que se vetó a los
atletas rusos y bielorrusos, por fechorías de sus gobiernos incomparablemente
más leves que las de Israel y sus cómplices de Estados Unidos y la UE.
Como
apuntó un observador, ha sido obsceno contemplar a toda esa gente hablar de sus
tasas escolares y de su servicio nacional de salud, mientras las escuelas de
Gaza están destruidas y sus ahorros nacionales se destinan a bombardear todos
los hospitales. “Se está llevando a cabo todo un genocidio en su nombre y con
su tarjeta de crédito, y los británicos (y franceses) literalmente lo suscriben
en el acto de votar”.
En
la matriz del eje europeo se está deteniendo y criminalizando a gente por
enarbolar la bandera palestina
El
anuncio del despliegue de misiles nucleares en Alemania que en la década de los
ochenta provocó un gigantesco movimiento pacifista, particularmente en Alemania
–incluida la Alemania del Este contra los misiles soviéticos–, ha pasado sin
pena ni gloria. La oposición de la opinión pública es mayoritaria, pero pasiva.
Solo la formación de Sahra Wagenknecht se pronuncia en contra y es denostada
por ello por unos medios de comunicación cuya toxicidad no tiene precedentes.
También en Francia, donde se acusa a Melenchon de “antisemitismo” por
decir la verdad sobre Gaza, tal como se hizo en su día, con gran éxito, con
Jeremy Corbyn en Gran Bretaña. A diferencia de aquel, Melenchon no se amilana,
pero el desgaste es un hecho. En la matriz del eje europeo se está deteniendo y
criminalizando a gente por enarbolar la bandera palestina, mientras avanza el
escenario de una crisis nuclear en el continente como las de la Guerra Fría,
con la diferencia que ahora no tenemos todos aquellos acuerdos, mecanismos y
foros de control de armas de destrucción masiva de los que Estados Unidos se ha
ido retirando unilateralmente. Las detestables amenazas y advertencias
nucleares de Rusia, que sin embargo son una respuesta a la ruptura del canon de
la relación entre potencias nucleares vigente durante décadas, se trivializan.
En
Ucrania, que ya ha perdido la tercera parte de su población y la quinta de su
territorio nacional, se profundiza el desastre. La ventaja en holgura
democrática que alguna vez ese país tuvo respecto a Rusia se ha perdido por
completo en materia de libertades, pluralismo y represión. La dictadura de
guerra acaba de ilegalizar en Kíev a la iglesia ortodoxa, sometida desde hace
siglos al patriarcado ortodoxo de Moscú. Esa iglesia es mayoritaria en el país,
7.600 de las 12.000 congregaciones ortodoxas de Ucrania pertenecían a esa
iglesia, que si en Moscú bendice la guerra de Putin, en Ucrania era mucho más
discreta, lejos de la “quinta columna” que la propaganda nacionalista ucraniana
difunde. En nuestros católicos diarios encontrarán, en pequeñas columnas, la condena
del papa Francisco a esta orwelliana prohibición.
Mientras
tanto, se profundiza el gran escaqueo para evitar ir al frente. Unos 800.000
hombres ucranianos en edad militar ha “pasado a la clandestinidad”, cambiando
de domicilio y trabajando en negro para no dejar registro laboral y eludir la
movilización, informaba el 4 de agosto el Financial Times, citando al
jefe de la comisión de desarrollo económico del Parlamento ucraniano, Dmitri
Nataluji. Radio Free Europe, el veterano aparato de la CIA en el antiguo
bloque del Este, informa que 23.000 hombres ucranianos han sido detenidos en
los últimos dos años y medio intentando cruzar ilegalmente la frontera con
Moldavia, mientras al río Tisza, que marca la frontera con Hungría y Rumanía,
se le designa como “río de la muerte” en la prensa húngara, por el goteo de
ucranianos que se ahogan en él intentando huir de la movilización.
Con
el rodillo militar ruso avanzando lenta pero inexorablemente en los amplios
frentes del Donbass, es la hora de las medidas extremas. Parece confirmarse que
los ucranianos planeaban intentar eliminar físicamente a Putin y a su ministro
de Defensa durante el desfile de la marina rusa organizado el 28 de julio en
San Petersburgo, informó recientemente el diario alemán Frankfurter Rundschau.
En todo caso, los militares rusos se pusieron en contacto con el secretario de
Defensa americano Lloyd Austin para advertirle contra tales temeridades. Muchos
observadores militares occidentales y rusos –pero los significativos aquí son
los occidentales– creen que la incursión militar ucraniana en la región rusa de
Kursk iniciada el 6 de agosto, con gran protagonismo británico, según la prensa
de Londres, forma parte de esa temeridad. Dicen que es un golpe de efecto
carente de todo sentido militar que probablemente se cerrará con un desastre.
Puede que su sentido fuera reventar los gasoductos que alimentan con energía
rusa a países europeos díscolos como Hungría y Eslovaquia, cuyo primer ministro
fue objeto de un atentado del que apenas se ha hablado pese a su maloliente
contexto, así como la amenaza a la central nuclear de Kursk que no se ha
logrado. En definitiva, una especie de castigo y una aparente demostración de
fuerza para animar a los padrinos occidentales a implicarse aún más en el
negocio, que pilló por sorpresa a los rusos, lo que no deja de ser
sorprendente...
En
Europa todos los vectores apuntan hacia la guerra y ninguno hacia la
negociación, pese a que esa es la opción que favorecen los europeos en las
encuestas
En
Europa todos los vectores apuntan hacia la guerra y ninguno hacia la
negociación, pese a que esa es la opción que favorecen los europeos en las
encuestas con enorme ventaja (88%), frente a los objetivos de “debilitar a
Rusia” o “restablecer las fronteras de Ucrania anteriores a 2022”. El jefe de
la diplomacia europea, Josep Borrell, habla más bien como un militar cuando
dice que “el conflicto se resolverá en el campo de batalla” y aboga por
levantar las pocas restricciones que quedan para utilizar contra territorio
ruso los misiles occidentales. Su sucesora designada, la delirante estoniana
Kaja Kallas, partidaria de resetear la mente del pueblo ruso, se anuncia
aún peor. En ese contexto, el derechista jefe de gobierno húngaro, Victor
Orbán, ha sido el único en tomar una iniciativa diplomática cargada de buen
sentido, manteniendo conversaciones sobre una posible solución negociada con:
(por este orden) Zelensky, Putin, Pekín y Washington (incluido Trump). El
boicot y la indignación de los jerarcas de Bruselas y los jefes de gobierno
europeos contra la iniciativa de Orbán lo resume todo bastante bien.
Con
su habitual buen criterio, el economista americano Michel Hudson dice que
esencialmente la guerra de Ucrania es una guerra contra Europa, pues la hace
menos competitiva frente a la economía americana y de paso la amarra política y
militarmente a los intereses geopolíticos de Washington con el horizonte de un
enfrentamiento con China. Es sorprendente hasta qué punto los incompetentes
políticos europeos como Von der Leyen, Scholz, Baerbock y tantos otros son
incluso más beligerantes que los propios americanos en esa carrera que
perjudica a sus países.
En
su entrevista con la revista Time del 4 de junio, el presidente Biden lo
dijo de forma muy clara: “Si dejamos caer a Ucrania, mire lo que le digo,
Polonia y todas esas naciones junto a la frontera de Rusia, desde los Balcanes
hasta Bielorrusia, empezarán a hacer sus propias componendas”. Es la
posibilidad de una autonomía europea, y su integración en un marco euroasiático
con motor chino, lo que está en disputa, pero los genios de Bruselas, Berlín y
París lo ignoran, poniéndole la guinda a este verano de oprobio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario