RÍOS DE NIÑOS MUERTOS VAN BUSCANDO…
FÉLIX
POBLACIÓN
Una vez más, como
cuando son asesinados niños en las guerras, nada más pertinente que dedicar
esos no muy conocidos versos de Aleixandre, publicados en la revista Hora de
España, a ese pueblo palestino que tantas veces a lo largo de nada menos que
tres cuartos de siglo está sufriendo la masacre de los más jóvenes por parte
del Estado de Israel
Cuando la ciudad de Madrid fue víctima del asedio fascista en el otoño de 1936, el poeta Vicente Aleixandre, Premio Nobel de Literatura en 1977, escribió este poema dedicados a los niños madrileños muertos por la metralla de los bombardeos, cuya fotografías en la prensa internacional no sirvieron para que las democracias europeas respaldaran al gobierno republicano español frente a los aliados de Hitler y Mussolini.
Una vez más, como
cuando son asesinados niños en las guerras, nada más pertinente que dedicar
esos no muy conocidos versos de Aleixandre, publicados en la revista Hora de
España, a ese pueblo palestino que tantas veces a lo largo de nada menos que
tres cuartos de siglo está sufriendo la masacre de los más jóvenes por parte
del Estado de Israel.
Da mucho asco y
produce mucho bochorno y una profunda inquietud pertenecer a la comunidad de
naciones europeas que después de haber soportado el genocidio provocado por la
Alemania hitleriana cuya aviación bombardeó a la población civil madrileña,
ocasionando después la mayor y más cruenta de las guerras en la historia de la
humanidad, carece de la determinación y dignidad suficientes para detener de
una puñetera vez el paulatino genocidio que durante todas estas décadas viene
padeciendo el pueblo palestino.
En lugar de eso,
esa comunidad de naciones a la que pertenecemos se ha prestado a la hipocresía reiterada
de organizar cumbres y tratados que han sido papel mojado para el Estado
invasor de Israel. Esa invasión está descrita en el mapa del territorio en
conflicto:
Se ven pobres mujeres
que corren en las calles
como bultos o espanto
entre la niebla.
Las casas contraídas,
las casas rotas,
salpicadas de sangre:
Las habitaciones donde
un grito quedó temblando,
donde la nada estalló
de repente,
polvo lívido de paredes
flotantes, asoman su fantasma pasado por la muerte.
Son las oscuras casas
donde murieron niños.
Miradlas. Como gajos
se abrieron en la noche
bajo la luz terrible.
Niños dormían, blancos
en su oscuro.
Niños nacidos con rumor
a vida.
Niños o blandos cuerpos
ofrecidos
que, callados los
vientos, descansaban.
Las mujeres corrieron.
Por las ventanas
salpicó la sangre.
¿Quién vio, quién vio
un bracito
salir roto en la noche
con la luz de sangre o
estrella apuñalada?
¿Quién vio la sangre
niña
en mil gotas gritando:
¡crimen, crimen!,
alzada hasta los cielos
como un puñito inmenso,
clamoroso?
Rostros pequeños, las
mejillas, los pechos,
El inocente vientre que
respira:
La metralla los busca,
La metralla, la súbita
serpiente,
Muerte estrellada para
su martirio.
Ríos de niños muertos
van buscando
Un destino final, un
mundo alto.
Bajo la luz de la luna
se vieron
Las hediondas aves de
la muerte;
Aviones, motores,
buitres oscuros cuyo plumaje encierra
La destrucción de la
carne que late,
La horrible muerte a
pedazos que palpitan
Y esta voz de las
víctimas
Rota por las gargantas,
que irrumpe en la ciudad como un gemido.
Todos la oímos.
Los niños han gritado.
Su voz está sonando.
¿No oís? Suena en lo
oscuro.
Suena en la luz. Suena
en las calles.
Todas las casas gritan.
Pasáis, y de esa
ventana rota sale un grito de muerte.
Seguís. De ese hueco
sin puerta
Sale una sangre y
grita.
Las ventanas, las
puertas, las torres, los tejados
Gritan, gritan. Son
niños que murieron.
Por la ciudad gritando,
un río pasa: un río
clamoroso de dolor que no acaba.
No lo miréis; sentidlo.
Pequeños corazones,
pechos difuntos, caritas destrozadas.
No los miréis; oídlos.
Por la ciudad un río de
dolor grita y convoca.
Sube y sube y nos
llama.
La ciudad anegada se
alza por los tejados y alza un brazo terrible.
Un solo brazo.
Mutilación heroica de la ciudad o su pecho.
Un puño clamoroso, rojo
de sangre libre,
que la ciudad esgrime,
iracunda y dispara.
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