ESTADOS UNIDOS Y EL DOCTOR FRANKENSTEIN
EDUARDO
POCH
Cuando se recuerda
que el Estado de Israel apoyó durante años a Hamás para dividir a los
palestinos y socavar el liderazgo de Yasser Arafat hay quienes se echan las
manos a la cabeza. Otras personas, con más memoria, recuerdan que la creación
de monstruos por parte de EE. UU. y sus aliados viene de lejos
En 1988 se pudo ver en cines de todo el mundo a Sylvester Stallone hacerse amigo de los muyahidines en Rambo III. En la película se ve a las claras por qué por aquel entonces los muyahidines —combatientes islámicos fundamentalistas, según la definición de la RAE— tenían el favor de Hollywood y de la Casa Blanca: el malo de la peli era nada menos que el ejército soviético. Con el tiempo cambiaron las tornas y aquellos muyahidines se convirtieron en enemigos del Tío Sam, quien al entrar armado hasta los dientes en Afganistán tuvo que ofrecer grandes recompensas económicas para tratar de recuperar los peligrosos misiles Stinger que había entregado a sus antiguos amigos.
Un monstruo menos
recordado fue el que llevó a la invasión estadounidense de Panamá en 1989 bajo
el pomposo nombre de operación Causa Justa, el general Noriega. Según diversas
fuentes el militar fue captado por la CIA cuando comenzaba a trepar por el
escalafón y le ayudaron a hacerse con el poder. Mientras Noriega resultó útil y
obediente Washington hizo caso omiso de las denuncias de asesinatos de
opositores, tráfico de drogas y otras tropelías, pero cuando las relaciones del
dictador con el Tío Sam se torcieron sí que se abrieron investigaciones en EEUU
por narcotráfico y blanqueo. Al final Washington desplegó 26.000 soldados para
detener a su antiguo amigo y alumno de la infame Escuela de las Américas.
Sadam Huseín es un
monstruo que no creó EEUU, pero con el que mantuvo un largo idilio. Cuando se
convirtió en la figura más influyente de Irak el país aún era cercano a la
Unión Soviética y el propio Sadam Husein viajó a Moscú para formar un Tratado
de Amistad y Cooperación, pero después comenzó una purga en su propio partido,
a perseguir a los chiitas e incluso a reprimir duramente a los comunistas. En
septiembre de 1980 Irak invadió Irán con el apoyo de EEUU (uno de cuyos navíos
derribó el vuelo 665 de Iran Air, matando a 290 civiles). En las segunda mitad
de los 80 Sadam Huseín llevo a cabo un genocidio del pueblo kurdo del norte de
Irak, siendo asesinadas decenas de miles de personas, ante lo que EEUU hizo sus
habituales malabares de marketing. Esa estrecha amistad duró hasta 1990, cuando
surgió una disputa entre Irak y Kuwait por la producción de petróleo que
terminó con Sadam Huseín invadiendo a sus vecinos. A comienzos de 1991 EEUU se
puso al frente de una coalición que declaró la guerra a Irak, pero
finalmente fueron necesarias dos guerras
y largos 12 años para apresar (y ejecutar) al viejo socio de Washington.
El escándalo
Irán-Contra no solo desveló que EEUU había vendido armas a Irán y usado el
dinero financiar a la Contra nicaragüense, también se supo que la CIA participó
de un entramado para que el dinero del narcotráfico llegase a los paramilitares
Hay otro monstruo,
quizá más temible y esquivo que los anteriores, que asoló el propio territorio
de los Estados Unidos y cuya actividad destructiva aún puede notarse hoy. A lo
largo de los años se han señalado diversos casos en los que la lucha contra la
disidencia interna —sea el Black Panther Party, el American Indian Movement o,
más recientemente, grupos como Earth First u Occupy Wall Street— se ha saltado
la ley y ha golpeado los cimientos de la misma democracia de la que se vanagloria
EEUU y, también, momentos en que el tráfico de drogas trató de usarse con fines
políticos.
El escándalo
Irán-Contra no solo desveló que EEUU había vendido armas a Irán y usado el
dinero financiar a la Contra nicaragüense, también se supo que la CIA participó
de un entramado para que el dinero del narcotráfico llegase a los
paramilitares. Existen también fuentes que apuntan a que se canalizó el tráfico
de drogas en determinadas zonas para tratar de alejar a los jóvenes del
activismo político y destruir a los movimientos sociales. Ese monstruo no solo
socavó (por enésima vez) la democracia de los EEUU sino que también generó una
destructiva “epidemia de crack” que llevó a una nefasta “guerra contra las
drogas” que aún se nota en las abarrotadas cárceles del país con más presos del
mundo además de en sus calles, donde aún hay cientos de miles de consumidores
de crack.
Estos son solo
algunos de los monstruos del Tío Sam. Y solo son monstruos que se han vuelto en
contra de Washington, porque muchos de ellos —en especial los alumnos de la
Escuela de las Américas— han sido monstruos fieles a su doctor
Frankenstein.
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