jueves, 19 de octubre de 2023

ISRAEL Y EL PERIODISMO

 

ISRAEL Y EL PERIODISMO

La cobertura está siendo tan repulsiva que algunos diplomáticos alertan desde el ‘Financial Times’ sobre las dificultades de armar una narrativa eficaz contra el invasor ruso en Ucrania, a la vista de cómo los medios justifican a Netanyahu

PABLO IGLESIAS

Piers Morgan entrevista al humorista egipcio Bassem Youssef en la

televisión británica. / Piers Morgan Uncensored (Youtube)

Los medios y los periodistas occidentales son el objeto informativo más importante de esta guerra de Israel contra los palestinos. Ya imaginarán las respuestas airadas que daría buena parte de la profesión periodística a una afirmación como esta: ¡Pero cómo! ¡Los periodistas nunca debemos ser objeto de la noticia! ¡Cómo vamos nosotros a opacar algo tan importante como una guerra! Tienen ustedes toda la razón, claro que sí, por supuesto, disculpen, habría que responderles, con la misma ironía con la que el actor egipcio Bassem Youssef pintó la cara el otro día al presentador de televisión británico Piers Morgan y a buena parte del periodismo del hemisferio occidental en una entrevista que se ha hecho viral. El problema es que si Youssef hubiera sido un humorista español y Morgan hubiera sido Ferreras, a lo mejor algunos de los periodistas que hoy comparten el vídeo en sus redes se habrían abstenido de hacerlo y el humorista de turno se habría tenido que ir a vivir a Catalunya o al País Vasco (que se lo digan a Willy Toledo, que no es tan gracioso como Youssef pero sí ha demostrado sus mismas agallas).

 

Pero sigamos con la ironía y dejemos claro que somos demócratas y constitucionales. Si un humorista dijera en España que la mayor parte del periodismo da asco y que la mayoría de sus profesionales también, habría que cortarle en seco y recordarle la tremenda precariedad de la profesión; que los periodistas viven peor que los camareros, que los peones de albañil, que las camareras de piso y que ser periodista hoy es como trabajar en una fábrica de las que tienen los Ortega en Bangladesh (esto último no lo deberíamos decir, no sea que nos quiten la publi los de Inditex y Yolanda Díaz se enfade –sin dejar de sonreír– porque no admite insultos a la moda gallega). Seamos honestos con la profesión más precaria: su situación es solo equiparable al de las unidades antidisturbios de la Policía Nacional que padecen la mayor humillación que ha sufrido España desde la batalla de Trafalgar: cobrar menos que las unidades antidisturbios de los Mossos de Esquadra y de la Ertzaintza. Con la prensa es igual: cualquier periodista español que cobre menos que Enric Juliana tiene razones para sentirse humillado por Catalunya. Y punto.

 

Perdonen el choteo pero creo que, cuando estamos rodeados de horror, de muerte, de hipocresía y cerca de la III Guerra Mundial, tomarse ciertas cosas a cachondeo como Youssef es casi la única manera de aproximarse a los problemas con cierta sobriedad y sin caer en las pasiones que salen del estómago. Pero permítanme que insista: lo que estamos viendo con la cobertura mediática de los bombardeos de Israel no tiene nombre. Y perdonen, pero no, la noticia no son los bombardeos, la noticia es cómo se cuentan. ¿Cómo puede ser noticia un desmentido israelí sobre un bombardeo antes que el propio bombardeo? Se lo explico: porque el bombardeo, como los crímenes de Israel, no es noticia sino la ley de la gravedad. Israel lleva bombardeando Gaza desde hace años. Cualquiera que haya leído un poco sabe que la ocupación, la violencia y el apartheid son una realidad constitutiva del Estado de Israel. No es que sea la versión de los palestinos, es que lo han reconocido siempre los sionistas: quieren un Israel solo con judíos (signifique eso lo que signifique) y sin palestinos. Del mismo modo, Netanyahu y otros prominentes dirigentes del Estado de Israel han reconocido que favorecieron y financiaron a Hamás para debilitar a facciones palestinas no confesionales. Que el ejército israelí bombardee a la población civil de Gaza y dirija sus misiles contra objetivos civiles no es una noticia, ocurre desde hace años y forma parte de un plan militar y demográfico de limpieza étnica. Lo noticiable es cómo se cuenta.

 

La cobertura está siendo tan repulsiva que hasta algunos diplomáticos profesionales alertan en el Financial Times sobre las dificultades de armar una narrativa eficaz contra el invasor ruso en Ucrania a la vista de cómo los medios justifican a Israel. Tener la indecencia de esgrimir el derecho de defensa de un Estado ocupante para justificar la limpieza étnica es más noticiable que la propia limpieza étnica, que es una evidencia en sí misma.

 

Estamos viendo cómo en las páginas de El País se da cabida a discursos propios de las webs de ultraderecha, publicando artículos que llaman personaje siniestro y antisemita a Ione Belarra básicamente por decir lo que todo el mundo sabe: que Israel comete crímenes de guerra, que Netanyahu es tan merecedor como Putin de ser juzgado por la Corte Penal Internacional y que España debería romper relaciones diplomáticas con el Estado delincuente. Lo que dice Belarra no es noticia; es la verdad. Lo que sí debería ser noticia es que jefes de informativos y directores de periódicos den la orden de defender a Israel y dar duro a los defensores de Palestina.

 

Para buena parte de la prensa (incluida una parte de la “progresista”) defender a Palestina es sinónimo de justificar a Hamás, de estar a sueldo de Irán, de ser antisemita (aunque el palestino sea un pueblo semítico) y de justificar el Holocausto. Claro que la noticia son los medios: estamos hablando de una flagrante delincuencia mediática.

 

Seguro que están de acuerdo conmigo en que las entrevistas a líderes políticos cada vez resultan más aburridas. Sabemos lo que les van a preguntar y lo que van a tratar de responder. La gracia está en ver si el periodista consigue que el político diga algo que no quiere decir. Un tostón, vamos. Lo interesante ahora sería que los periodistas con más poder se dejaran entrevistar para que se les pudiera preguntar por la manera en la que ejercen una profesión que en estos días se revela crucial porque estamos asistiendo a un genocidio que puede desencadenar un conflicto militar global de dimensiones imprevisibles. Lo crucial no es lo que está pasando en Palestina (nadie puede cuestionar que el meteorito se acerca a la Tierra), sino cómo se cuenta.

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