domingo, 22 de octubre de 2023

SIGO EN GAZA, ACURRUCADO CON MI FAMILIA EN LA HABITACIÓN MÁS SEGURA, REZANDO

 

SIGO EN GAZA, ACURRUCADO CON MI FAMILIA EN LA HABITACIÓN MÁS SEGURA, REZANDO

Como soy periodista, los que me rodean me creen más inmune a la violencia y la crueldad. Pero estoy tan aterrorizado como ellos

MOHAMMED R. MHAWISH

Imagen aérea de los restos de un edificio bombardeado en

Gaza, el pasado 17 de octubre. / FRANCE 24

Sigo en la ciudad de Gaza con mi familia: mi esposa, mi hijo Rafiq de 2 años, mis padres y mi hermana. No hemos podido salir, a pesar de que Israel ha ordenado la evacuación de toda la zona, la mitad norte de la Franja de Gaza. Mi barrio se ha visto gravemente afectado, así que mi familia y yo nos refugiamos ahora en casa de mi tío.

Anoche, viernes 13 de octubre, me acurruqué con mi familia en la habitación más segura de la casa y recé: si vamos a morir, que sea dulcemente y sin dolor. La otra noche, nuestros vecinos sufrieron durante horas en la oscuridad, no por el apagón, sino porque un ataque aéreo israelí, sin previo aviso, bombardeó su casa de tres plantas. Se derrumbó encima de ellos, atrapándolos bajo los escombros. Ningún equipo civil pudo ayudarles. Una ambulancia se acercó al lugar y fue bombardeada. Oímos a nuestros vecinos gritar pidiendo ayuda. Y luego, el silencio.

 

Un F-16 ilumina el cielo. Hay momentos en los que desearía que hubiera más. Se cierne sobre nuestras cabezas y, aunque es aterrador, la luz de su motor es lo único que puede iluminar la oscura noche.

 

Llevo siempre conmigo una toalla mojada, no para mí, sino para mi hijo de dos años, por si una explosión cercana trae humo a casa. No podemos mantener las ventanas cerradas para protegernos del humo. Hemos aprendido de las cuatro guerras anteriores que hay que dejarlas abiertas de par en par: de lo contrario, podrían caernos encima cristales rotos mientras dormimos, si es que podemos conciliar el sueño.

 

Al intentar echar agua en la toalla, me doy cuenta de que nos quedamos sin agua hace diez horas.

 

Mi padre cree que deberíamos dormir todos en la misma habitación, “para que nos encuentren cerca por si pasa algo”. Mi madre, que se negó a seguir las órdenes del ejército israelí de evacuar hacia el sur, insiste en que nos bombardearán estemos donde estemos. Nos aconseja que nos vayamos a dormir con la ropa normal porque, dice, “¿y si nos dijeran que nos fuéramos rápidamente por los ataques aéreos?”.

 

Mi hermana, aferrada a las manos de mi padre mientras se desmorona, llena de ansiedad y miedo, sueña con volver a la universidad. Ni siquiera le gustaba estudiar, y cada vez que nosotros, mis padres o yo, la regañábamos sobre sus tareas y la importancia de hacerlo bien, ella decía que todo era una “tontería”. Estudia literatura inglesa y traducción en la Universidad Islámica de Gaza. La universidad fue bombardeada hace unos días. Ahora se muere por volver a la universidad.

 

Guarda su nuevo iPad en la mochila mientras duerme. Sigo intentando calmarla, diciéndole que no puede usarlo durante la guerra mientras tiene miedo, porque es un recordatorio constante de lo que estamos viviendo. La aplicación Salud, que registra el número de pasos que das, le recuerda que hace días que no puede caminar.

 

Se me da fatal guardar secretos. Intenté ocultar mi horror cuando recibí una llamada automática del ejército israelí instándonos a huir de la ciudad de Gaza. Pero mi madre supo que algo iba mal en cuanto me vio la cara.

 

“¿Por qué pareces confuso?”, me preguntó. Me inventé una respuesta: “Estaba preocupado por un amigo. Le he llamado y no contesta”.

 

Ella me interrumpió: “¿Quién te ha llamado?”. Intenté mantenerme fuerte y tranquilo. Pero era imposible.

 

Imagínate que te dicen que abandones el lugar donde creciste, donde construiste una vida para ti y para tus hijos, el lugar al que corriste desde la escuela sosteniendo una libreta de calificaciones de sobresaliente, ansioso por obtener tu pequeña recompensa por haber sido un buen estudiante. Imagínate que te dijeran que lo dejaras todo porque está a punto de ser bombardeado, destruido, arrasado, sabiendo que pronto no tendrás un lugar al que llamar hogar.

 

Intento ser el más fuerte de la casa porque mi familia lo espera de mí: como soy periodista, creen que he visto suficiente violencia y crueldad como para asimilar nuestra nueva realidad con la cabeza fría, que soy inmune al torrente de emociones que les invade. Trato de parecer relajado y seguro de que podría salvar a todo el mundo si fuera necesario. Todos creen que estoy preparado para actuar bien en un momento de crisis. Puede que tengan razón; mi familia me conoce bien.

 

Pero lo que no saben es que yo estoy tan aterrorizado como ellos, quizá incluso más, sobre todo después de que se queden dormidos. Lo que no saben es que desearía poder despertarles y que se quedaran conmigo toda la noche. Ojalá pudiéramos hablar hasta el amanecer, distrayéndome de los horrores del exterior.

 

Estoy aterrorizado. Ojalá no lo estuviera, para poder seguir escribiendo. O simplemente dormirme.

 

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Mohammed R. Mhawish es un periodista y escritor palestino afincado en Gaza.

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