EL FANTÁSTICO VIAJE DE AYUSO
DAVID
TORRES
La presidenta de la
Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha visitado la Spanish Benevolent
Society, donde se ha interesado por el proyecto del restaurante La Nacional.-
COMUNIDAD DE MADRID
Con tres viajes a todo tren y todo avión en menos de dos años, y siempre a costa del erario público, Isabel Díaz Ayuso sigue empeñada en triunfar en Nueva York sin hablar inglés o en que los neoyorquinos aprendan castellano, que buena falta les hace. Ambos objetivos aún parecen bastante lejos de su consecución, primero por esa manía que tienen los neoyorquinos de hablar lo que les da la gana y luego por la reiterada falta de educación que muestran al no hacerle ni puto caso. Pero todo es cuestión de perseverancia: si Ayuso consiguió en su día que un perro se comunicara por Twitter, tarde o temprano logrará que la entrevisten en una de esas cadenas comarcales que anuncian servicios veterinarios y venden coches de segunda mano.
Sin saber lo que se
estaban perdiendo, sin enterarse de que la auténtica encarnación de la Estatua
de la Libertad iba dando bandazos por la Gran Manzana, los noticiarios locales
la ignoraron escrupulosamente, como si Ayuso fuese la Mujer del Año en
Minneapolis, es decir, Doña Nadie. Únicamente Telemadrid y la agencia EFE
informaron puntualmente de las andanzas de la presidenta visitando una
universidad privada, cocinando en un restaurante typical spanish y
promocionando un espectáculo de flamenco. Por mucho menos dinero podíamos haber
enviado en primera a José Manuel Soto y a Mario Vaquerizo, obtenido el mismo
éxito mediático y haber hecho un ridículo parecido.
Sin embargo, a lo
que realmente fue Ayuso a Nueva York –entre zapatazos, guitarrazos y tapas de
calamares— fue a intentar atraer a inversores extranjeros y a echar pestes del
gobierno español, dos operaciones contradictorias cuya suma suele dar cero
pelotero. Aparte de las rebajas fiscales que ha prometido a los ingenuos que
vengan a invertir en la región, ella misma puede dar fe de lo bien que marcha
la economía madrileña: hace un año aseguraba que no podía comprarse un piso en
la capital y acaba de agenciarse uno de 180 m2 por un valor que ronda el millón
de euros. Más o menos el doble de lo que cuesta un chalet en Galapagar y sin
tener que sufrir odiosas bandas de hooligans que le pregunten de dónde ha
sacado el dinero o, ya puestos, por qué dejó morir a sus abuelos en las
residencias como si fuesen perros sin acceso a Twitter.
Pese al estruendo
formidable made in USA con que han pasado de ella, la derecha mediática
española ha celebrado este tercer desembarco neoyorquino como si fuese el
tercer viaje de Colón a las Indias. Un homenaje que contrasta con el asco y la
inquina que demostraron al informar de la reciente comparecencia de la ministra
de Igualdad, Irene Montero, en la Casa Blanca y en la ONU: debe de ser porque
la ministra no se puso luego a aplaudir frente a un tablao ni a cocinar un
arroz con alcachofas (de Telemadrid, se entiende). En Madrid no habrá dinero
para los comedores de los colegios públicos y el hospital de La Paz se caerá a
cachos, pero sobran becas para hijos de millonarios, le regalamos 847.000 euros
a Carlos Vives para que cante el Día de la Hispanidad y Ayuso se pega un fin de
semana en Nueva York como para resucitar otra canción de Mecano.
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