ISRAEL Y EL DERECHO A LA LEGÍTIMA DEFENSA
JUANLU GONZÁLEZ.
Quienes pronuncian esta consigna, convertida ya en un absurdo mantra entre los políticos del Occidente colectivo, se delatan a sí mismos como cómplices del genocidio que el estado sionista está cometiendo en la Franja de Gaza. Por mucho que la repitan a diario nuestros devaluados líderes, en plan estrategia propagandística de Goebbels, su simple uso es una muestra de debilidad, pues señala a las claras uno de los puntos más frágiles del argumentario victimista de eso que llaman «Israel». De hecho, unir en una misma frase Israel, derecho y legitimidad, la convierte en un oxímoron, una pura contradicción en sí misma.
Es justo el mismo
esquema propagandístico que se sigue en el conflicto de Estados Unidos contra
Rusia en Ucrania, donde junto al término guerra o invasión, el libro de estilo
de los políticos occidentales obliga a colocar la coletilla «no provocada», que
pretende esconder justamente que el origen de esta fase de la confrontación
armada, responde a una clara provocación perfectamente diseñada y planificada
desde EEUU.
Es imposible
encontrar un estado actual que sea más ilegítimo que el de Israel. Un país
creado por extranjeros llegados desde todo el mundo, que expulsaron a sus
habitantes por la fuerza, a través de matanzas, torturas, violaciones y todo
tipo de horrores indescriptibles. Que derribaron pueblos enteros hasta los
cimientos, para hacer creer al mundo que Palestina era poco más que un erial
despoblado. Que usan la Biblia como título de propiedad y el cine de Hollywood
como vía de propagación de las falsedades históricas con las que justifican el
robo de tierras, el asesinato continuo de inocentes y la apropiación de la
cultura, la gastronomía y las tradiciones palestinas para dar forma a un estado
y a un pueblo que jamás existió como tal, más allá del nexo de una religión
adoptada por personas de distintos pueblos, etnias, países y continentes
diferentes.
Pero es aún peor.
Un estado creado por una decisión ilegal de Naciones Unidas es, sin duda, el
que más resoluciones de Naciones Unidas incumple, tanto del Consejo de
Seguridad, como de la Asamblea General. En total son 26 las resoluciones que
lleva ignorando el estado sionista sin que tenga que pagar ningún precio por
ello. Alguna es tan relevante como la 242, que obliga a Israel a retirarse de
TODOS los territorios ocupados en 1967 en la Guerra de los Seis Días, cosa que
no sólo no ha sucedido en los últimos 56 años, sino que los territorios
palestinos ocupados ilegalmente han aumentado con total impunidad.
Teniendo en cuenta
que sólo por incumplir una, sí una, resolución de la ONU, se han lanzado
operaciones militares internacionales de castigo a los infractores, ¿Por qué el
estado sionista tiene patente de corso para permanecer al margen de la ley?
¿Acaso las leyes internacionales sólo son para los enemigos de Estados Unidos?
¿Qué clase de justicia es esa? ¿Este es el famoso mundo basado en reglas que
occidente quiere proteger a toda costa?
Vayamos, por
último, al concepto de “defensa”, que es otra de las claves de la susodicha
frase. La conversión del agresor en víctima es el recurso que están utilizando
nuestros políticos para negar a las verdaderas víctimas el legítimo derecho a
la defensa. No sé que tipo de degeneración moral puede admitir que un estado
ilegal, creado con población extranjera, sobre el asesinato de muchos cientos
de miles de sus habitantes originarios, se está «defendiendo» cuando el pueblo
que tienen oprimido se rebela contra ellos.
Los datos están
ahí, hasta este genocidio en curso, la proporción de muertes entre palestinos e
israelíes era de 21 a 1. ¿Quién se defiende y quién ataca? ¿Qué ceguera mental
puede llevar a darle la vuelta a la realidad de esta manera? Es evidente que no
se trata de limitaciones mentales, sino de pura genuflexión ante los poderosos.
Cuando Pedro
Sánchez, Olaf Scholz, Úrsula von Der Layen, o la mayoría de líderes europeos
refuerzan ese relato impuesto desde Estados Unidos, nos demuestran que carecen
de principios éticos, políticos o incluso religiosos de ningún tipo. Sólo
prueban que son buenos siervos de su amo y cómplices necesarios del genocidio
palestino.
Siento vergüenza de
ser europeo, no de esos pueblos de Europa que están en las calles jugándose el
tipo por Palestina, a pesar de las leyes fascistas que tratan de impedirlo,
pero sí de la casta de líderes que los dirigen, gentes sin altura intelectual o
moral para regir los destinos de una vieja y anquilosada Europa. Quieran o no,
la están enviando al basurero de la historia, atada a un barco que se hunde,
cuyos pilotos no dudarán en sacrificarla a las primeras de cambio para
permanecer a flote unos minutos más.
Hay muchos que
quieren hacer de la política internacional algo difícil de entender, para
mantener alejada a la opinión pública de las relaciones entre países y dejarla
en manos de supuestos «profesionales», siempre con intereses espurios poco
públicos y poco edificantes.
Pero conflictos
como el palestino son muy fáciles de explicar: Imaginemos que un día llegan
extraños fuertemente armados a nuestra casa. Matan a media familia, se quedan a
vivir en ella y a los supervivientes los encierran en el garaje apenas sin
comida ni agua. Cuando los presos intentan echar a los invasores de su casa…
¿quién es el agresor y quién la víctima? ¿Quién el terrorista y quién el civil?
No están difícil de entender, ¿verdad?. Pues eso, apliquémonos el cuento.
El derecho y el
deber de la resistencia es acabar con el opresor utilizando todos los medios a
su alcance. No es de recibo proponer a los palestinos esperar otros 75 años más
para alcanzar su libertad, viviendo en condiciones infrahumanas y sin ninguna
garantía de que eso sucederá algún día. Si el pueblo palestino toma las armas
para intentar lograr lo que los demás le niegan, están en su pleno derecho de
hacerlo, es su obligación y siempre serán las víctimas como pueblo, frente a un
estado ilegal, racista, sionazi, terrorista y genocida como es el Estado de
Israel.
Jamás habrá paz sin
justicia y sin el respeto a la tierra, la libertad, la soberanía y la
independencia del pueblo palestino. Ya deberían haberlo aprendido. Si los
líderes occidentales apuestan por la guerra, guerra tendrán. Palestina tendrá
la victoria final.
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