martes, 31 de octubre de 2023

LA ENÉSIMA OPERACIÓN PARA SALVAR LA MONARQUÍA

 

LA ENÉSIMA OPERACIÓN PARA 

SALVAR LA MONARQUÍA

ISA SERRA

Este intento volverá a fracasar como todos los anteriores. Más temprano que tarde el texto que tuvo siete padres y ni una madre dará lugar a una nueva Constitución que tendrá millones de madres

El acto que se celebra hoy en el Congreso no es un acto cualquiera. No es un acto institucional más como otros en los que el Rey o los miembros de la Familia Real tienen una función porque la Constitución así lo ordena. Es un acontecimiento que supone la validación de la Corona en la sede de la soberanía popular, es decir, a través de la transferencia de la legitimidad que sí tienen nuestros diputados y diputadas elegidas democráticamente a una institución que carece de dicha legitimidad. Y no lo hace en torno a un momento concreto, que sería igualmente problemático, sino para dar apoyo y sustento a la institución durante las próximas décadas, hasta que (si no lo hemos impedido antes) Leonor se convierta en la Jefa de Estado del Reino de España. Por eso es un acierto político que Podemos tomase la decisión de no acudir.

 

Sucede también en una época que se caracteriza por una fuerte crisis de la institución monárquica en nuestro país. Que el CIS lleve años sin preguntar a la ciudadanía por su valoración de la Monarquía da cuenta de ello, más aún mientras las pocas encuestas que salen a la luz muestran un enorme descrédito especialmente entre los y las más jóvenes. Una crisis que se ha ido fraguando en los últimos años como consecuencia de la crisis política que se expresó a través del 15M y con este el nacimiento de Podemos, el debilitamiento del bipartidismo, la sentencia de la Gürtel y al formación del primer gobierno de coalición tras el franquismo.  Sucede además en un momento no sólo en España sino a nivel internacional de profunda crisis del proyecto neoliberal tras la imposición de las políticas de austeridad como respuesta a la crisis económica del 2008. Una época de incertidumbre, turbulencias y disputa ideológica.

 

La monarquía no es una institución abstracta desvinculada de nuestra historia política. No es simplemente la Jefatura del Estado, ni siquiera es sólo el símbolo de la Transición que nos quieren contar, “modélica”, gracias al Emérito heredero de Franco.  La monarquía es un poder y una estructura material que organiza las relaciones de poder corruptas de eso que es España y que ha funcionado como epicentro de relaciones económicas legales o ilegales desde el franquismo hasta nuestros días gracias a las relaciones del Emérito (y la protección jurídica de inmunidad e irresponsabilidad que le otorga la Constitución) con grandes magnates y oligarcas en España a nivel internacional. La monarquía es de hecho la clave de bóveda del régimen del 78, un sistema político que lleva más de diez años languideciendo pero que no termina de morir para dejar paso a una república más democrática.

 

El acto de hoy es un intento más en la operación desplegada desde hace años por parte de los poderes de España para tratar de salvar la Monarquía. La buena noticia para los y las republicanas es que esa operación para salvar a la Corona es incapaz de conseguir sus objetivos. Por ejemplo la abdicación del Emérito en Felipe VI en el 2014 o la fuga de Juan Carlos a Abu Dabi en 2020 fueron parte de una huida hacia adelante para significar al actual rey como una figura diferente a la de su padre. Una huida que supuso marchar al conjunto de las instituciones y poderes que participaron de ello (Ministerio de Hacienda y la parte socialista del gobierno o el Poder Judicial) en ese cierre en falso de su crisis. Pero no consiguieron sus objetivos y hoy Felipe (que sólo lleva nueve años reinando) ha envejecido rápidamente. Su figura se ha desgastado a pasos agigantados porque de tanto pretender diferenciarse de su padre (el que se construyó la imagen de no intervenir en política de forma activa o visible) ha terminado poniendo en práctica mejor que nadie la costumbre familiar de “borbonear”. Así lo hizo con el discurso incendiario del 3 de octubre del 2017 tras en 1-O en Cataluña, en la apertura del año judicial mano a mano con la cúpula reaccionaria del Poder Judicial o el pasado mes de septiembre designando a Feijóo como candidato para una investidura que se sabía fracasada.

 

“La heredera al trono jurará la Constitución ante un parlamento paritario” era el titular en El País ayer para anticipar el acto de hoy. Forma parte de un nuevo intento de la operación para salvar a la Monarquía, que consiste en intentar apropiarse de la fuerza del feminismo actual para limpiar la imagen de una institución desgastada, profundamente antidemocrática y patriarcal.  Últimamente los medios nos cuentan que la Reina Leticia es feminista y que su hija modernizará la Corona por ser la primera mujer que ejercerá la Jefatura del Estado.  Por supuesto, una imagen de la futura reina que reproduce los cánones que exige el patriarcado, sobre quien hace dos días era infantilizada y para la que los medios y revistas más conservadoras tienen estos días preparada una especie de “puesta de largo” rancia el día que entra en la mayoría de edad.

 

Pero este intento volverá a fracasar como todos los anteriores. Más temprano que tarde el texto que tuvo siete padres y ni una madre dará lugar a una nueva Constitución que tendrá millones de madres y esta vez sí el feminismo, que por aquel entonces trataron de invisibilizar aunque (y porque) tuvo un papel importantísimo para la Transición, será protagonista. Porque el feminismo transformador que está cambiando nuestro país  tiene un proyecto ideológico democrático y antagónico a lo que representa y significa la Monarquía, una institución anacrónica, obsoleta y patriarcal. Un feminismo que dará lugar a una república feminista de iguales, democrática, basada en lo común y lo público, que cuide el planeta y garantice los derechos humanos. Y por último, un feminismo con el que Leonor estará profundamente agradecida, porque por fin podrá elegir sin imposiciones familiares a qué dedicarse y en qué trabajar.


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