EL BCE LLEVA LA UE A LA RECESIÓN PARA
BENEFICIAR A LOS RICOS
CRISTINA BUHIGAS
La subida de tipos
de interés aumenta los beneficios de la banca y no rebaja la inflación creada
por las empresas. La renta de la gran mayoría de los ciudadanos se transfiere
así a los bolsillos de la minoritaria clase dominante
Según el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, la subida de tipos de interés es una «medicina amarga, pero una medicina necesaria» para que la economía se sanee. «La mejor contribución que puede hacer, sin duda, un banco central al futuro de la actividad económica es reducir la inflación”, dijo el ex ministro de Economía del PP en septiembre. Tras el alza del precio del dinero el mes pasado, la presidenta del organismo, Christine Lagarde, afirmó que el BCE “tiene la determinación de asegurar que la inflación vuelva a situarse pronto en su objetivo del 2% a medio plazo”. Actualmente se prevé que el IPC armonizado de la Unión Europea alcance el 6,5% en 2023 y el 3,2% en 2024. Es decir, los tipos se quedarán, en el mejor de los casos, donde están durante un largo tiempo, de acuerdo con la ex directora gerente del FMI y ex ministra de Economía de la derecha francesa. Su añorado 2% puede no llegar hasta 2025 o más tarde.
La economía no es
una ciencia exacta, está sujeta a la ideología —en el caso de esta señora y
este señor a su ideología de derechas— que se manifiesta también en su
propensión a no decir toda la verdad. Es cierto que para controlar la inflación
la política monetaria adecuada es el alza del precio del dinero, pero es una
verdad a medias. Cuando los precios suben por un aumento de la demanda, eso es,
del consumo —la compra de bienes y servicios por parte de la población, que
hasta se endeuda para ello—, si se suben tipos, el consumo baja y los precios
descienden. Lo que sucede es que la inflación que sufre Europa desde el fin de
la pandemia y el comienzo de la guerra en Ucrania no viene por ahí, sino de las
decisiones empresariales, especialmente del sector de la energía y el de la
alimentación. Los precios no bajan porque no evolucionan según la oferta y la
demanda, sino, por ejemplo, a causa de las medidas de EEUU para vender a la UE
gas procedente del fraking, o porque las compañías de distribución venden el
aceite de oliva almacenado en la cosecha anterior al precio que alcanzaría tras
la mala cosecha que se augura. El recrudecimiento del conflicto bélico de
Israel con Palestina de los últimos días, ha llevado a los países productores
de petróleo a subirlo. Esta circunstancia se puede convertir en una coartada
para que Lagarde y De Guindos decidan pasar del estancamiento de los tipos del
que hablaban los analistas hasta hace cuatro días a nuevas alzas.
Todos sabemos lo
que esto está causando a las personas corrientes y las pequeñas empresas: un
encarecimiento enorme de sus préstamos y en especial de las hipotecas
Con la disculpa de
la inflación, el eurobanco lleva diez subidas desde el 14 de septiembre de
2022, fecha en la que puso fin a una etapa (desde 2011) de tipos muy bajos o
nulos. Todos sabemos lo que esto está causando a las personas corrientes y las
pequeñas empresas: un encarecimiento enorme de sus préstamos y en especial de
las hipotecas. En septiembre el euríbor, el indicador que marca el interés que
cobra la banca por los créditos, encareció en 136 euros mensuales a una
hipoteca media española, pero la subida acumulada en dos años supera los 300
euros al mes.
El BCE maneja tres
tipos de interés: el central o de refinanciación, que cobra a la banca por
prestarle dinero a una semana, comúnmente se le llama precio del dinero y es
referencia del euríbor; el marginal, que cobra en los préstamos a un día cuando
las entidades tienen urgencia de liquidez, y el de depósito, que el BCE les
paga por dejar su dinero en la institución. Actualmente están en el 4,50%, el
4,75% y el 4,00%, respectivamente. Los bancos ganan dinero gracias al tipo
central, porque cobran a los usuarios mucho más de lo que pagan ellos, y al de
depósito, pues cobran por cantidades que pagaron anteriormente a un tipo casi
cero.
Esta coyuntura es
gloriosa para el sector bancario español, que solo en el primer semestre de
2023 llegó a cotas históricas de beneficio, ganando en conjunto 12.385,6
millones de euros las seis entidades que cotizan en bolsa (Banco Santander,
BBVA, CaixaBank, Banco Sabadell, Bankinter y Unicaja), un 20,75% más que en el
mismo periodo del año anterior. Y eso a pesar de haber abonado el impuesto
extraordinario sobre los beneficios (1.120 millones). De no ser así, sus
ganancias habrían crecido casi un 32%.
En la primera mitad
de este año, el margen de interés —los ingresos por el cobro de intereses de
los bancos españoles— creció un 24,5%, fueron 40.908,2 millones los que se
embolsaron por ese concepto. Las entidades necesitan unos doce meses para
actualizar al nuevo precio del dinero toda su cartera de préstamos —las
hipotecas variables están referenciadas al Euríbor a 12 meses y se revisan una
vez al año—, así que las cuentas de resultados seguirán engordando en los
próximos trimestres.
Con estos datos
resulta al menos jocoso que los periodistas económicos asuman como propio el
análisis de los directivos bancarios quejándose de la merma que causa en sus
beneficios el tímido impuesto extraordinario que grava al 4,8% el margen de
intereses y comisiones de la actividad en España de las entidades financieras
que en 2019 registraron una facturación superior a 800 millones de euros. Pero
ya sabemos que la banca es insaciable y que los dirigentes del BCE trabajan a
su favor. Hay quien dice que lo hacen para garantizarse un buen puesto en
alguna gran entidad cuando terminen su mandato, pero probablemente se trate de
maledicentes.
El encarecimiento
del crédito no solo perjudica a los ciudadanos endeudados, sino a la actividad
económica general. Se suele informar de economía de forma parcelada, como si la
evolución de los precios no condicionara el consumo o como si el alza de tipos
no redujera las inversiones y a medio plazo no destruyera puestos de trabajo.
La realidad es que la sociedad es un todo económico y que las decisiones de los
principales actores afectan para bien o para mal al conjunto de la ciudadanía.
Una vez que tenemos esto claro, llegamos a la conclusión de que la evolución
del precio del dinero es clave para el crecimiento de un país o de una zona
económica, como la del euro.
De Guindos decía
que el alza de tipos es una medicina necesaria aunque amarga. Ya hemos visto
que de momento no se ha justificado su necesidad con una bajada notable de
precios en Europa. Sin embargo está demostrándose su amargura en forma de
frenazo al crecimiento de las economías de la zona. Bruselas revisó en verano a
la baja su previsión de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) de la UE
hasta el 0,8% en 2023, en vez del 1% pronosticado en primavera, y al 1,4% en
2024, en lugar del 1,7%. Para España la revisión es de tres décimas en 2023,
hasta el 2,2%, y de una décima la de 2024, hasta el 1,9%. El tradicional motor
de la economía europea, Alemania, entró en recesión en el último trimestre de
2022, con una contracción del 0,2% del PIB, agudizada con el -0,3% del primero
de este año.
Con el motor ahora
estancado y sin dar señales de remontada, es posible que toda la UE se
contraiga por la caída del consumo y se destruya empleo. Esto no parece
preocupar al BCE, ¿por qué? Quizá porque sus altos responsables no tienen el
objetivo de beneficiar a todos los europeos, sino solo a unos pocos, los más
ricos. Por eso su política monetaria transfiere renta de al menos un 80% de la
población a los bolsillos de las élites extractivas. Esas élites son los dueños
de los bancos, que se enriquecen vía tipos, y los de las grandes corporaciones,
porque la inflación decidida por ellos mismos se mantiene.
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