EL MESÍAS FEIJÓO HA MUERTO
DAVID BOLLERO
Ayuso y Feijóo durante un reciente acto de
partido.
- EFE / Juan Carlos Hidalgo
El Partido Popular (PP) ha entrado en barrena, únicamente sostenido por la inercia de unos sondeos en los que cada vez pierde más fuelle. La llegada de Alberto Núñez Feijóo, empeñado en irrumpir en Génova como un mesías redentor que arreglara el desbarajuste provocado por Pablo Casado, ha terminado por convertirse en una marioneta en manos del sector más ultra del partido, que lo sacude a su antojo, menoscabando un liderazgo endeble.
La deriva del PP va desdibujando
la figura de Feijóo con la banda sonora de Concepción Gamarra, que cada vez
muestra más cara de mala cuca. Sus cambios de guion son continuos, entregando
al partido a unos bandazos que descolocan a cualquier militante con un mínimo
de mirada crítica. Cambiar de posición constantemente con el único propósito de
minar la acción del Gobierno, sin importar las consecuencias que estos virajes
tendrían en el país si ocuparan ellos La Moncloa, evidencia la falta de
programa, la incapacidad para gobernar.
Durante la sesión de control del
pasado miércoles pudo comprobarse un nuevo cambio de estrategia. Tras impedir
semanas atrás la apertura de una investigación por los asesinatos de migrantes
en la frontera de Melilla, Gamarra cargó contra el Gobierno por esta masacre.
El detonante fue un documental de la BBC que el ministro del Interior, Fernando
Grande-Marlaska, menosprecia calificándolo de "programa de
televisión" como si fuera telebasura.
Quienes hoy se rasgan las
vestiduras por el trabajo de la cadena británica y, muy especialmente el PP,
deberían haberlo hecho antes, pues Público ya descubrió los hechos en exclusiva
el pasado mes de junio. Desde entonces, la dimisión de Marlaska se hace
imprescindible, pues lo defendido otra vez ayer en el Congreso lastra a la
totalidad del Gobierno al pozo de los villanos, de quienes mercantilizan con
vidas humanas. ¿Qué impulsó ayer al PP a exigir una transparencia que negó
meses atrás conociendo exactamente los mismos hechos por este medio? Sólo hay
un motivo: subirse al carro del desgaste a través de la desestabilización del
Ejecutivo, aunque para ello tenga que rebajar su defensa incondicional -e
irracional- de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Es la misma desestabilización que
persigue torpedeando los poderes públicos y vulnerando la Constitución misma
con su negativa a renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). En
menos de una semana, Gamarra ha pasado de afirmar que la reforma del delito de
sedición era una cuestión distinta -como de hecho lo es- de la renovación del
CGPJ a convertirla en el eje central de la oposición.
Estos cambios continuos en sus
planteamientos generan confusión en el electorado del PP, que un día ve cómo su
partido apoya unas medidas y al día siguiente las contrarias. Idéntica
situación se produjo con la excepción ibérica, cuyo cambio de opinión Feijóo
trató de ocultar mintiendo a la opinión pública, cogido in fraganti con
respaldo de la videoteca.
Así las cosas, el PP parece
confiarse a esa hinchada que vota unas siglas sin ni siquiera atender a su
discurso porque, si lo hiciera, no reconocería a su partido. El problema es que
cada vez más, como sucedió con Moreno Bonilla en las elecciones andaluzas
-siguiendo precisamente los pasos de Feijóo en Galicia-, los conservadores
ocultan sus siglas. ¿Qué les queda entonces? ¿Su líder? No, Feijóo está
amortizado antes incluso de llegar a las próximas generales. Isabel Díaz Ayuso
se ha encargado de eso, sentando las bases para que en las próximas generales
el PP tenga que apoyarse en ella si quiere subir en los sondeos. Será la
candidata en la sombra con las ventajas que ello conlleva en la hinchada
popular: si hay victoria las miradas se dirigirán a ella, si hay derrota, a
Feijóo. El mesías ha muerto
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