sábado, 18 de septiembre de 2021

Y LA LUZ SE HIZO

 

Y LA LUZ SE HIZO

Si en el PSOE han reaccionado por miedo a las acusaciones de inmovilismo, que se preparen para las acusaciones que recibirán por haberse movido

GERARDO TECÉ

Dijo Dios hágase la luz y la luz se hizo, porque todo era más sencillo antes de la liberalización del mercado eléctrico. Octubre del 96. El flamante ministro de Industria y Energía, Josep Piqué, arrancaba una gira por los principales medios de comunicación del país narrando las maravillas y milagros de una nueva época que estaba a punto de llegar: el libre mercado eléctrico. Fanfarrias y confeti. Una época que arrancaba –menuda sorpresa– con un gran desembolso del Estado. La empresa pública Endesa se fortalecía absorbiendo a otras para crear un gigante eléctrico que, meses después, dejaría de estar regulado para pasar a estar regalado. Regalado al sector privado. Aquel octubre de 1996 en el que el Gobierno Aznar prometía que el libre mercado y su mano invisible aumentarían la competencia y, por tanto, bajarían el precio de la factura de la luz, el usuario medio pagaba 49,53€/mes. El pasado mes de agosto el usuario medio pagó 93,10€, según datos de Facua. Si tenemos en cuenta la subida del IPC, la factura de la fiesta del libre mercado cuesta un 26% más que la que teníamos en el mercado regulado.

 

El pelotazo energético ilustra bien en qué ha consistido la política española de las últimas décadas. Si Felipe González construyó las vías de la locomotora de la especulación privatizando pequeñas partes del bien básico que es la energía, Aznar puso el tren a andar a toda máquina. Un trabajo en equipo que, años después, se vio recompensado para ambos ilustrísimos presidentes con bien pagados cargos de consejeros en el sector privado energético. Aquel pequeño error de cálculo, haber asegurado que la privatización reduciría una factura que se acabó doblando, no supuso ningún problema a la hora de pasar con gran éxito las entrevistas de trabajo en el sector. A día de hoy y con el precio de la luz pulverizando récords, seguimos esperamos sentados la opinión de estos dos tótems, siempre dispuestos a decir esta boca es mía cuando un gran problema afecta a España.

 

De ahí venimos y aquí estamos. El precio de la luz sigue creciendo y definiendo la política que tenemos, el país que tenemos. Por un lado un PP que, dispuesto a vender la gaviota del logo si fuese necesario, afea las consecuencias de una política energética a la que Aznar le cortó la cinta inaugural. Por otro, unos medios de comunicación participados por accionariado que tiene intereses en el sector energético. Medios que colocan a diario ante la cámara a gurús de los veinte duros asegurando que la culpa de que hoy cueste cuatro lo que hace sólo un año costaba uno lo tienen unos impuestos a la luz que no han aumentado, sino disminuido en este tiempo. Cualquiera que aprendiese matemáticas básicas en el colegio ve la mentira a años luz –nunca mejor dicho. Cualquiera expuesto a que la tele le repita la mentira cada día puede llegar a creérsela y, lo que es peor, defenderla. Que nadie olvide cuáles han sido las empresas que, en medio de una crisis nunca vista, han decidido saquear a la población.

 

 

Y más allá, un PSOE asegurando, durante meses de subida del precio de la luz, que nada podía hacerse porque Europa lo impedía. No es fácil huir de uno mismo. Son décadas de puertas giratorias grabadas a fuego en un ADN, de defensa del libre mercado aplicado desde la izquierda a productos de primera necesidad. Mentía el Gobierno del PSOE, como ha quedado demostrado cuando no ha tenido más remedio que “topar” el recibo de la luz y “detraer” beneficios. En castellano, idioma en peligro que diría Toni Cantó, ya que sólo es hablado en este asunto por el socio minoritario Unidas Podemos, la medida anunciada consiste en limitar precios y confiscar la parte de los beneficios amasados de manera más que discutible. Lo que no podía hacerse se hizo.

 

Si en el PSOE han reaccionado por miedo a las acusaciones de inmovilismo, que se preparen para las acusaciones que recibirán por haberse movido. Limitar los beneficios de las eléctricas es un atentado contra la seguridad jurídica y contra la economía española, se llevaba la otra mañana las manos a la cabeza un periodista de referencia de la derecha española que hasta la semana pasada se llevaba esas mismas manos a la cabeza asegurando que el inmovilismo del Gobierno con el precio de la luz era un atentado de otro tipo. La buena noticia es que esta semana se las lleva de verdad. Es el camino. No hay otro para enfrentarse al gran chiringuito multimillonario montado en torno a un bien básico como es poder encender la lavadora o el brasero. Un chiringuito que tiene tentáculos en todos los espacios de poder: económico, político y mediático. Las amenazas mafiosas del sector, además de dejar clara la autopercepción del gigantesco poder que tienen, le dan la razón a la tímida y tardía decisión de un Gobierno que todavía podría llegar a más. Esperemos que, si la cosa no remite, no olvide el ejecutivo que, por encima de los derechos del libre mercado para especular con las cosas del comer, está la ley. Y la española es clara: “Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general”

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