LOS ESCLAVOS DE UN MUNDIAL
MANCHADO CON SANGRE
La
Confederación Sindical Internacional calcula en 1.800 los fallecidos y denuncia
constantemente las deficientes medidas de seguridad. Las autoridades qataríes
reconocen 34 decesos. La ONG Fundación para la Democracia Internacional estima
en 3.400 los cuerpos repatriados a sus países de origen.
POR JOSÉ LUIS LANAO
Los hombres pobres han sido siempre la carne de la molienda. Ponen el cuerpo como se pone una cruz en un sepulcro. Hombres que se alimentan de abismos. Existe este momento y este sepulcro. Cientos de miles de emigrantes asiáticos llegan a Qatar como esclavos de la nueva modernidad. De inmediato los esconden, les cambian la mirada, les prohíben la mezcla, el contacto, el roce. Los quieren lejos, apartados, sepultados de silencio. En mundos enteros que no se nombran. Los lugareños los “huelen”, los “olfatean”. Saben que están ahí. A unos pocos kilómetros de distancia, ocultos en barracones. Están ahí para levantar sus ciudades, sus rascacielos, sus centros comerciales -con pistas de esquí a 40 grados a la sombra- sus casas, sus hoteles, sus estadios manchados de sangre. Lo saben. Han venido para eso. En viajes de ida y vuelta, con regreso obligado. No los quieren. Pero los necesitan. Necesitan sus brazos baratos, sus “palas mecánicas” sin refinar, mestizas, venidas a lomos desde las espaldas del mundo para edificar un mar de hormigón en un desierto sin nombre, sin vida, a cielo abierto, como tumbas de escorpiones.
La explotación del
trabajo esclavo, casi feudal del “sistema Kafala”, se aplica con regularidad en
los países petroleros del Golfo Pérsico. El modelo se repite con insistencia en
los Estados subidos al exhibicionismo extravagante. Consiste en controlar y
monitorizar “ejércitos” de trabajadores inmigrantes dedicados principalmente a
la construcción y al servicio doméstico. El sistema autoriza a las empresas
restringir derechos de forma indiscriminada, como la libertad de movimiento, la
libre circulación por el país, las entradas y salidas de sus
viviendas-barracones, la retención de pasaportes y la aplicación desmedida de
multas diversas relacionadas con los comportamientos sociales. El Comité
Supremo de Entrega y Legado (SC) del Mundial de Qatar manifestó que no se
mantiene en la actualidad el “modelo Kafala”, pero reconoció haberse utilizado
al inicio de las obras de los estadios, según recoge el portal Pro Football
Reference. Diversas ONG sostienen que el procedimiento se mantiene vigente
camuflado en entramados de subcontratos de grandes constructoras como Qatar
Meta Coats.
La inseguridad
laboral y los decesos de trabajadores inmigrantes son otros de los
cuestionamientos de diversas ONG sobre la responsabilidad y la ineficacia de
las autoridades gubernamentales. La ONG Fundación para la Democracia
Internacional denunció en 2019: ”Todo el planeta debe saber que el Mundial de
Fútbol de 2022 se jugará en estadios manchados de sangre”. La Confederación
Sindical Internacional calcula en 1.800 los fallecidos y denuncia
constantemente las deficientes medidas de seguridad. Las autoridades qataríes
reconocen 34 decesos. La F.D.I. estima en 3.400 los cuerpos repatriados a sus
países de origen.
Se desconoce la
increíble cantidad de humanidad que se va detrás de esta tragedia. Las muertes
de los esclavos modernos nos ha recordado, visceralmente, la intensa fragilidad
de la vida. Esa indiferencia desapacible, ese rencor de clase que se proyecta
sobre el prójimo ejerciendo nuestra más exquisita crueldad.
Los parias
invisibles seguirán llegando a los desiertos de oro negro, como si no
existieran, pero llegando, como montañas de imperfecta humanidad. Los espera el
desprecio, el racismo, la miseria y el trabajo esclavo. Les queda la tristeza,
extraviarse, dudar, sentir, dejarse llevar, hablar de lo que les espera ahí
afuera, y sobrevivir. En un desolado territorio donde se construye, día a día,
esa demente fantasía de una sociedad sin extranjeros. Extranjeros sin dinero,
claro está. Cosas de gente rica.
* Ex jugador del
Club Atlético Vélez Sarsfield, campeón Mundial Juvenil 1979. Nota original del
diario argentino Página 12
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