BOCAZAS QUE HACEN CAJA
DAVID BOLLERO
Esperanza Aguirre y
Mariano Rajoy en una foto de archivo, dos posturas muy diferentes de lo que
debe ser su retiro político. - REUTERS
Esperanza Aguirre, la lideresa emérita del PP de Madrid, volvió a abrir la caja de Pandora del partido del que lleva comiendo toda una vida. Con sus acusaciones de "niñatos" y "chiquilicuatres" consiguió que desde Génova se rompiera el veto de Pablo Casado a hablar de corrupción; lo hizo el número dos del partido, Teodoro García Egea, para admitir y recriminar cuán corrupto ha sido el PP de Madrid, hasta el punto de "destrozarlo".
La carrera por el
liderazgo madrileño y la constante amenaza que representa Isabel Díaz Ayuso
para Casado se encuentran detrás de las incendiarias declaraciones de Aguirre.
Huelga decir que para el resto de partidos, desde la extrema-derecha a los
partidos del ala izquierda, fue un buen día. A fin de cuentas, las guerras
intestinas del principal partido de la oposición desdibujan aún más el
liderazgo de Casado y, además, les lleva a asumir la corrupción con que han
gobernado; eso es un plato que sus rivales saborearon con gusto.
Sin embargo, cabe
preguntarse hasta que punto dar voz, otorgar este protagonismo a un personaje
como Aguirre tiene sentido. No sólo a ella, también a José Mª Aznar, Felipe
González, Alfonso Guerra, Albert Rivera... Si te retiras, te retiras. Todos
ellos recuerdan a ese torero que años después de cortarse la coleta y darse su
baño de multitudes y homenajes, vuelve a los ruedos para seguir haciendo caja.
En cierto modo, todos estos políticos también torean, les ponen los capotes a
los medios de comunicación y estos entran a él a ciegas, llevando consigo a las
redes sociales que maman de ellos y que embisten con fuerza al vacío.
La importancia que
se otorga a cualquier valoración, ocurrencia o chascarrillo que escupe la vieja
guardia desde su retiro, por lo general, tan solo sirve para intoxicar, para
enfangar la vida política. Los medios son los primeros que abren la puerta para
que esto suceda y las redes sociales hacen el resto. Bien lo sabe esta pléyade
de lenguaraces que vive de ello, que se aferran a sus exabruptos para seguir en
el candelero, para continuar en escena a
cualquier precio y mantenerse en conferencias, cursos de verano, consejos de
dirección o publicando libros que dicen haber escrito. Bocazas que hacen caja.
Figúrense la desfachatez que destilan que la propia Aguirre, en lugar de
recogerse ante el evidente fraude cometido con un Goya, sale a la palestra.
Dos excepciones
podemos encontrar; por un lado, José Luis Rodríguez Zapatero, que aún entrando
también en esta deriva tóxica, al menos ha ejercicio de mediador y observador
internacional en Latinoamérica; por otro, Mariano Rajoy, que como ya hizo
cuando era presidente de España, prefiere esconderse. El gallego mantiene la
misma línea que cuando estaba en La Moncloa porque él ha sido el político que
sin moverse más ha avanzado. Incluso en los momentos en los que sus
comparecencias eran imprescindibles, Rajoy se quedaba en su madriguera. Ahora
hace lo mismo y, sinceramente y aunque sorprende su participación en la
inminente convención del PP, no sólo es de agradecer, sino que debería servir
de ejemplo para el resto de jarrones chinos políticos.
Del mismo modo que
los medios de comunicación han hecho autoexamen de cómo se ha de informar de
las provocaciones de las extrema-derecha para no seguir dando alas al fascismo,
deberían hacer lo mismo con estos bocazas que ya no tienen que aportar a la
vida política del país. Hacerles el caldo gordo nos perjudica, enturbia el día
a día y genera más crispación, alejando el foco de lo que realmente importa, de
lo que hace que nuestra calidad de vida mejore... la que seguro que sí mejora,
es la suya, con los bolsillos más llenos.
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